La gran meta de la vida cristiana es ser conformados a la imagen de Jesucristo. El cristiano anhela ser influenciado por Cristo hasta tal punto que cada pensamiento sea el que Jesús pensaría y que cada acción sea la que Él llevaría a la práctica. Tal conformidad depende de una mente renovada, ya que solamente de esta forma, nuestros deseos y acciones pueden hacer lo mismo (Romanos 12:2). La vida cristiana consiste entonces en despojarse del «viejo hombre con sus malos hábitos» y revestirse del «nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de Aquel que lo creó” (Colosenses 3:9-10). Un objetivo tan noble sólo puede alcanzarse con un gran esfuerzo y un compromiso de por vida porque somos personas pecadoras, recién liberadas de nuestro cautiverio del mundo, de la carne y del diablo. La vida cristiana no es un paseo tranquilo, sino un viaje con propósito. Jesús nos dice que debemos «esforzarnos por entrar por la puerta estrecha», sabiendo que la vida cristiana no permite la complacencia, que debemos “esforzarnos” en la salvación, no solamente esperar (Lucas 13:24; Filipenses 2:12 NTV). El cristiano no es un espectador pasivo en la santificación, sino un participante activo. Estamos viendo «8 reglas para crecer en piedad«, una serie de instrucciones para transformarse cada vez más a la imagen de Jesucristo. (Aquí está la Introducción a la serie) La primera regla para crecer en piedad es: Confiar en los medios de gracia. Cada cristiano es responsable de buscar y descubrir diligentemente las disciplinas a través de las que Dios concede una mayor piedad. Luego, debe comprometerse de por vida y de todo corazón con cada una de ellas. ¿Cómo crecen los cristianos? Con el crecimiento espiritual, aumenta el conocimiento de Dios, la confianza en Dios y la imagen de Dios en nosotros. El que tenía poco conocimiento de las obras y los caminos de Dios llega a conocerlos profundamente. El que tenía una fe débil llega a tener una confianza inamovible. El que tenía deseos y conductas depravadas llega a mostrar un carácter y una conducta como los de Cristo. Tal crecimiento conduce inexorablemente al deleite, porque conocer e imitar a Dios es disfrutar de Él. ¿Cómo podemos, entonces, experimentar ese aumento de conocimiento, confianza, imagen y deleite? Principalmente, a través de lo que llamamos «medios de gracia», disciplinas a través de las cuales Dios nos comunica Su gracia santificadora. Aunque hay muchos medios de este tipo, podemos resumirlos en tres categorías: Palabra, oración y comunión. Se experimentan en la devoción privada, el culto familiar y comunitario, y siempre que estamos con otros cristianos. Aunque el desarrollo puede venir a través de otros medios, Dios promete que el crecimiento vendrá a través de estos. J.C. Ryle habla de su importancia cuando dice, «Yo sostengo que nadie que descuide estas cosas puede esperar progresar mucho en la santificación. No encuentro ningún registro de ningún santo ilustre que los haya descuidado». Medios ordinarios Los cristianos se han referido a menudo a estas actividades como medios ordinarios de gracia. La palabra «ordinario» apunta a la tentación común de perder la confianza en los medios que Dios ha ordenado y buscar en su lugar los que son extraños o están prohibidos. En el corazón humano pecador está profundamente arraigado el deseo de tener más de lo que Dios ha ordenado, de tener algo distinto de lo que Dios ha prescrito. Aunque Dios dio a Adán y Eva el conocimiento del bien, su tentación pecaminosa fue añadirle el conocimiento del mal. Cuando Dios no les retuvo nada más que el fruto de un solo árbol, se encontraron obsesionados con dicho fruto. Del mismo modo, podemos cansarnos de confiar en el ministerio ordinario de la Palabra y desviarnos hacia el misticismo. Podemos desanimarnos en nuestras oraciones ordinarias y buscar nuevas formas de comunicación con Dios. Podemos cansarnos de adorar en comunidad y buscar un culto egoísta. Sin embargo, Dios quiere que nos comprometamos con estas actividades y que confiemos en que son los medios a través de los que Él cumple su obra en nosotros. Su obra extraordinaria se realiza con medios ordinarios. Por tanto, no sólo debemos hacer uso de los medios de gracia, sino también confiar en ellos. Debemos confiar en que son los medios designados por Dios para promover el fervor por la piedad, para fomentar la piedad y para conservar la piedad hasta el final. Los medios de Dios Los medios de gracia de Dios son la Palabra, la oración y la comunión. Estos, según John MacArthur, son los «instrumentos a través de los que el Espíritu de Dios hace crecer a los creyentes a la semejanza de Cristo, los fortalece en la fe y los conforma a la imagen del Hijo». Ryle los describe como «canales designados a través de los que el Espíritu Santo transmite nuevos suministros de gracia al alma y fortalece la obra que ha comenzado en el interior del hombre». Veamos brevemente cada uno de ellos. La Palabra. La Palabra de Dios, la Biblia, es la revelación de Dios a la humanidad, Su revelación de Sí mismo, Su carácter y Sus obras. Es Su voz al mundo. Y es a través de la Biblia, más que por cualquier otro medio, que Dios nos santifica. La Biblia revela primero el Evangelio, que es «poder de Dios para la salvación» (Romanos 1:16). No podemos salvarnos sin ella. Es «útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia», a fin de que todo cristiano sea «perfecto, equipado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17). No podemos crecer en piedad sin ella. Por lo tanto, la Biblia debe ser leída, enseñada, absorbida y aplicada. Debemos leerla individualmente como familias e iglesias. Los padres deben enseñarsela a sus hijos, los pastores a sus congregaciones y los cristianos a sus amigos. Debemos meditar en ella diligentemente , entenderla en oración , y debemos aplicarla al moldear nuestras vidas de acuerdo a cada verdad y cada mandamiento. Como cristianos, somos y debemos ser siempre, personas del Libro. La oración. Así como la Biblia es el medio por el que Dios habla a la humanidad, la oración es el medio por el que nosotros hablamos con Dios. Los cristianos deben «orar sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17), para hacer de la vida una conversación en la que escuchamos a Dios y hablamos luego con Él, o en la que hablamos con Dios y después le escuchamos. Debemos ofrecer oraciones de adoración, confesión, acción de gracias, intercesión y súplica. Debemos orar en privado, con nuestra familia, con nuestros amigos y con nuestra congregación tanto individualmente como en medio de la congregación. En ciertas épocas, debemos orar con ayuno, consagrándonos especialmente a la tarea de orar. Al orar, Dios nos bendice con una mayor confianza en Él, una mayor comunión con Él y una mayor confianza en Su carácter y Sus obras. Comunión. Cuando nos convertimos en cristianos, entramos en una comunidad de creyentes que se extiende por toda la tierra y por todas las épocas. Crecemos en piedad al hacer parte de una comunidad, no en aislamiento. Por eso, el autor de Hebreos escribió: «consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca» (10:24-25). Es en la comunidad cristiana donde leemos la Palabra y la oímos al ser predicada (2 Timoteo 4:2), unimos nuestras voces en la oración (Hechos 4:24), cantamos alabanzas a Dios (Colosenses 3:16), soportamos las cargas de los demás (Gálatas 6:2), donde nos decimos la verdad unos a otros (Efesios 4:25), y donde nos animamos unos a otros (1 Tesalonicenses 5:11). Es aquí donde celebramos las ordenanzas de la Cena del Señor y el bautismo, y donde experimentamos las bendiciones de la membresía de la iglesia y el duro amor de la disciplina de la iglesia. La Biblia no habla de cristianos que se separan voluntariamente de la comunión cristiana. Es un medio a través del que Dios derrama Su gracia santificadora sobre nosotros y a través de nosotros. Conclusión Ray Ortlund señala que los medios de gracia son la respuesta de Dios a las preguntas que todo cristiano debe plantearse: «¿Cómo puedo, como creyente, acceder a la gracia del Señor para mis múltiples necesidades? ¿A dónde voy, qué hago, para conectar con la ayuda real que Él da a los pecadores y a los que sufren aquí en este mundo? Accedemos a la gracia del Señor y recibimos la ayuda del Señor a través de estos medios ordinarios. No podemos esperar crecer o prosperar sin ellos, pero podemos esperar con confianza que creceremos y prosperaremos en proporción al grado en que nos comprometamos con ellos, porque Dios los ha ordenado para ese propósito. Por ello, la primera regla de la piedad es confiar en los medios ordinarios de gracia. Debemos aprovechar al máximo las disciplinas que Dios nos da y debemos asegurarnos de no perder la confianza en que Dios puede obrar y obrará a través de esos medios ordinarios. Es Su deseo y placer hacerlo. Las «8 reglas para crecer en piedad» se han extraído de la obra de Thomas Watson. Estas son las palabras que inspiraron este artículo: «Sed diligentes en el uso de todos los medios que puedan promover la piedad, Lucas 13:24, Esforzaos por entrar por la puerta estrecha: ¿que sería de un objetivo sin una búsqueda? Cuando hayas hecho tu valoración de la piedad, persigue aquellos medios que sean más apropiados para obtenerla».