Redime tu tiempo

Con estos pensamientos grabados firmemente en nuestras mentes, llegamos ahora a nuestra sexta regla para crecer en la piedad
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El mundo digital es tanto una bendición como una maldición para nuestro crecimiento en la piedad. Hoy en día los cristianos  tienen más recursos bíblicos sólidos al alcance de la mano de lo que todos nuestros antepasados pudieran haber imaginado. A través de nuestro teléfono, podemos mantenernos en contacto constante con otros cristianos que se encuentran lejos y beneficiarnos de los dones espirituales de creyentes de todo el mundo. Pero nuestro mundo digital también puede obstaculizar nuestro crecimiento, ya que la piedad requiere diligencia y concentración, cualidades que son raras en la actualidad. La piedad requiere entrenamiento y el entrenamiento requiere tiempo. Así que en una época en la que siempre llevamos distracciones convenientes en nuestros bolsillos, nuestro crecimiento en la piedad requerirá que rechacemos lo trivial y redimamos cada minuto. Seguimos avanzando en nuestra serie: «8 reglas para crecer en piedad».  En nuestro último artículo, aprendimos que debemos reflexionar sobre la brevedad de la vida. Debemos considerar diligentemente lo corta que es nuestra vida, confesar lo poco que hemos hecho con nuestro tiempo y reconocer que no sabemos cuánto tiempo nos queda. Con estos pensamientos grabados firmemente en nuestras mentes, llegamos ahora a nuestra sexta regla para crecer en la piedad: Redime tu tiempo. Aquí puedes leer las regla 1, regla 2, regla 3, regla 4 y regla 5.

El uso y el mal uso del tiempo

El valor de cualquier mercancía está relacionado con su disponibilidad y su demanda.  Los diamantes son preciosos porque son escasos y deseables; la arena es barata porque es abundante y no nos interesa acumularla. El tiempo es el bien más preciado de todos, porque su suministro es escaso y finito, y todos deseamos tener más de lo que se nos da. «El hombre es semejante a un soplo; sus días son como una sombra que pasa.», dice el salmista (144:4). El valor del tiempo se deriva de cuánto deseamos permanecer en él y cuánto tememos quedarnos sin él. De todo lo que apreciamos, el tiempo es lo más valioso. Sin embargo, al igual que la posesión de oro no garantiza de ninguna manera el uso noble del mismo, el hecho de que se nos de tiempo no garantiza que hagamos el mejor uso de él. Como cualquier otra posesión y cualquier otra bendición, el tiempo puede usarse o desperdiciarse, mejorarse o malgastarse. Y con demasiada frecuencia lo malgastamos. A veces lo malgastamos dedicándolo a pasiones y búsquedas pecaminosas, persiguiendo placeres sexuales ilícitos o formas ilegales de ganancia financiera. Otras veces lo malgastamos dedicando demasiado tiempo a actividades menores y frívolas: horas valiosas dedicadas a pasatiempos, entretenimiento y a navegar sin cesar por las redes sociales. Otras veces lo malgastamos al descuidar, intencionadamente o no, los asuntos de mayor importancia: el cultivo de nuestras almas a través de la Palabra, la oración y la comunión. El tiempo se puede desperdiciar de un millón de maneras diferentes. Pablo establece el desafío para todos los cristianos cuando dice: «Por tanto, tened cuidado cómo andáis, no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.» (Efesios 5:15-16). El tiempo es precioso y hay que recibirlo y redimirlo: recibirlo en fe y redimirlo para los fines más elevados posibles.

La mayordomía del tiempo

El hecho de que entremos y salgamos de este mundo con las manos vacías nos recuerda que no hay nada que nos pertenezca. Más bien, todo lo que tenemos nos ha sido confiado por nuestro Creador, que lo hizo, lo posee y lo distribuye según Su voluntad y Sus buenos propósitos. Nuestros cuerpos, nuestro dinero, nuestros matrimonios, nuestras familias, todo nos ha sido confiado. Así también Dios nos confía el tiempo. No somos dueños de nuestro tiempo, sino administradores. Demostramos ser administradores fieles cuando manejamos nuestro tiempo con fidelidad. De la misma manera que se dona dinero a una universidad para promover ciertos programas o apoyar a ciertos tipos de estudiantes, el tiempo se nos otorga para lograr propósitos específicos. Debemos utilizar nuestro tiempo para cumplir el mandato de la creación, para someter esta tierra y llenarla. Por ello, anhelamos progresar y madurar, educándonos, estableciéndonos en nuestras vocaciones, formando familias, construyendo comunidades eclesiásticas, etc. Debemos utilizar nuestro tiempo para llevar a cabo la gran comisión, para llegar a los vecindarios y a las naciones con las buenas noticias de Jesucristo. Pero para que seamos fieles en estas tareas, también debemos comprometernos a crecer en piedad, ya que nuestro éxito en el cumplimiento de nuestro mandato y comisión depende de nuestra semejanza con Cristo. Por lo tanto, debemos emplear nuestro tiempo en hacer morir lo que es terrenal en nosotros: «la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría». Igualmente, el tiempo nos da la oportunidad de revestirnos “como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia» y de cualquier otra virtud (Colosenses 3:5, 12). Cada día nos brinda la oportunidad de aprovechar la gracia santificante del Espíritu Santo y de unirnos a Él al ocuparnos en nuestra salvación haciendo morir el pecado y fomentando la santidad. Por lo tanto, debemos utilizar nuestro tiempo para el autoexamen, para asegurarnos de que estamos confiando sólo en Cristo para la salvación, que nuestro deseo más profundo es  ser como Cristo y que estamos respondiendo a Su Espíritu cuando nos anima a la piedad. Debemos usar nuestro tiempo para la comunión, para leer y meditar en la Palabra de Dios, para orar, ayunar y adorar. Debemos utilizar nuestro tiempo para el servicio, para suplicar por las almas de los que aún no se han convertido a Cristo y para hacer lo que fortalece a los débiles, lo que anima a los abatidos, lo que atrae a los que se desvían. Debemos utilizar nuestro tiempo para el descanso, para disfrutar con toda confianza de la recreación en la medida en que nos renueva para continuar la obra que Dios nos ha encomendado. El tiempo debe ser recibido con confianza (en fe). Así como un amo distribuye el dinero a sus siervos para que lo guarden y da a algunos cantidades menores y a otros cantidades mayores, Dios distribuye el tiempo a Su pueblo. A algunos se les da más y a otros menos, pero de todos se espera que lo reciban como un regalo de su mano y que lo utilicen para llevar a cabo Sus propósitos. Sólo los que lo reciben en confianza (en fe) y lo invierten bien pueden esperar oír al amo decir: «Bien, siervo bueno y fiel».

Conclusión

Antiguamente, la cera se utilizaba para sellar documentos importantes. En sí misma, una barra de cera no tenía gran valor ni significado. Pero cuando se derramaba sobre un documento y se estampaba con un sello, adquiría de repente la máxima importancia. Un simple trozo de papel se transformaba en el testamento final de un gran hombre, un breve mensaje, en las órdenes de un rey a su ejército. Del mismo modo, el tiempo adquiere su valor a partir de lo que se puede escribir en él, de lo que se pretende conseguir. El tiempo debe ser utilizado para crecer en conformidad con Jesucristo, primero en nuestro carácter y luego en nuestra conducta. Dios lo ha ordenado de tal manera que no podemos esperar crecer en carácter o conducta aparte del paso del tiempo, porque despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo es la labor de toda una vida. A todos se nos da una sola vida. El tiempo sólo avanza hacia adelante y transcurre de una manera que sólo Dios conoce. En palabras del autor del himno, «El tiempo, como una corriente siempre circulando, / se lleva a todos sus hijos; / Vuelan, olvidados, como un sueño / Muere en el día inicial». Todos somos llevados, pero sólo después de haber vivido vidas que son desgarradoramente cortas y cargadas de la mayor importancia. Mientras tanto, debemos redimir el tiempo. Las «8 reglas para crecer en piedad» han sido extraídas de la obra de Thomas Watson. Estas son las palabras que inspiraron este artículo: «Haz conciencia del uso de tu tiempo, Ef. 5:16. ‘Aprovechando el tiempo:’ muchas personas pierden su tiempo; algunas en visitas ociosas, otras en recreaciones y placeres, que secretamente embrutecen el corazón y lo apartan de cosas mejores: ¿para qué son nuestras horas doradas, sino para preocuparnos por nuestras almas? El tiempo mal empleado no es tiempo vivido, sino tiempo perdido. El tiempo es un bien precioso. Un pedazo de cera en sí mismo no tiene mucho valor, pero como se coloca en la etiqueta de un testamento y traspasa una propiedad, es de gran valor; así el tiempo, simplemente en sí mismo no es tan estimable, pero como la salvación se va a llevar a cabo en él, y un traspaso del cielo depende del buen cultivo de la misma, es de interés infinito».

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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