Es una pregunta justa que podría hacer un arminiano: ¿Cómo puedes predicar la oferta gratuita del evangelio cuando crees en una expiación limitada? ¿Cómo puedes predicar el «todo aquel que» de Juan 3:16, si no puedes estar seguro de que la expiación de Cristo fue para toda persona? ¿Cómo puedes decir: «Volveos a Cristo y sed salvos, todos los términos de la tierra», si el sacrificio expiatorio de Cristo no se extiende a toda la humanidad? Primero es necesario hacer un breve repaso teológico. Las doctrinas conocidas como «calvinismo» insisten en que la expiación de Cristo se consumó con un propósito limitado o definido en mente, que es la salvación de los elegidos de Dios. Por tanto, aunque la expiación fue suficiente para toda la humanidad, estaba destinada y aplicada sólo a aquellos que habían sido especialmente elegidos por Dios para ser Suyos. R. C. Sproul dice: «Nuestra postura es que la redención de pecadores específicos fue un plan eterno de Dios, y este plan y diseño fue perfectamente concebido y ejecutado, para que la voluntad de Dios de salvar a Su pueblo se cumpla por medio de la obra expiatoria de Cristo». Por el contrario, el arminianismo insiste en que la expiación de Cristo fue ilimitada o universal, suficiente para toda la humanidad y aplicada a todos por igual. Entonces, el llamado del evangelio es abrazar lo que Cristo ya ha hecho por cada pecador. La pregunta es, ¿los que creen en una expiación limitada tienen el derecho de predicar honestamente el evangelio y llamar a las personas a volverse a Cristo en arrepentimiento y fe, incluso cuando es posible que esta persona no esté entre los elegidos y, por lo tanto, no sea objeto de la obra expiatoria de Cristo? El viejo predicador John Elias se enfrentó a esta pregunta en una época de gran debate sobre el calvinismo y el arminianismo. Él era un calvinista convencido y un heraldo del evangelio que podía decir honestamente de sí mismo: «No hay un arminiano sobre la faz de la tierra que predique a Cristo a todos con mayor libertad». Cuando consideró el texto de Juan 3:16, insistió: «¡Todo aquel que! Hay una amplitud infinita en esta expresión; todo aquel que, no importa de qué nación, no importa cuán miserable o indigno pueda ser; todo aquel que cree». Proclamó las buenas nuevas del evangelio e invitó a todos los que lo escuchaban a poner su fe en Jesucristo. Sin embargo, al igual que muchos otros calvinistas, se le dijo que predicar de esta manera contradecía sus principios teológicos. Entonces, ¿cómo reconcilió el «todo aquel que» con esa difícil «L» del TULIP? Lo hizo así: «Cuando predicamos en general que Cristo es el Salvador de los perdidos, y persuadimos a todos los que ven su condición perdida a que vayan a Él, no lo hacemos con la idea de que son elegidos o redimidos, sino como arruinados; así deben ir a Él». El llamado del evangelio no es a creer como uno de los elegidos, sino como uno de los caídos. «Debes creer como un pecador antes que puedas saber cualquier cosa. Este es el orden de las cosas para el cristiano como individuo, y es también el enfoque que debemos tener con nuestros oyentes», insistió. «Nuestro gran propósito debe ser persuadirlos a que crean en el Hijo de Dios para salvación». La elección es verdadera y real, una preciosa doctrina de la Biblia. Pero no es el llamado del evangelio. No esperamos hasta estar convencidos de que una persona está entre los elegidos antes de llamarla a poner su fe en Cristo. No les decimos a los incrédulos que se preocupen de si han sido o no elegidos por Dios. No, predicamos el Evangelio confiando en que revelará su pecado, confrontará su injusticia y salvará sus almas. ¡La única manera en que pueden tener la certeza de que están entre los elegidos es cuando han puesto su fe en Jesús! Las frases citadas han sido tomadas de «Seven Leaders» [Siete Líderes] escrito por Iain Murray. Este libro no está en español. Este artículo se publicó originalmente en inglés en https://www.challies.com/articles/preaching-the-gospel-with-tulips-tricky-l-in-mind/