[dropcap]E[/dropcap]n todos los libros que he leído, he llegado a aprender que el esfuerzo de leer un libro completo suele ser recompensado con una sola frase profunda. En un libro compuesto por miles de palabras, una sola oración tiene el poder de transformarnos. Recuerdo una de esas oraciones en un libro que leí al comienzo de mi vida cristiana sobre el tema de la piedad. No recuerdo mucho de su contenido, ni siquiera el título. Pero sí recuerdo una afirmación, que era el punto central del libro: el carácter es quién eres cuando nadie te ve. El autor estaba diciendo que nuestro verdadero yo es el que emerge cuando no hay nadie a nuestro lado, cuando uno está fuera de la mirada vigilante de los padres, los hijos, la esposa, los amigos, y los pastores. Cuando uno puede hacer lo que quiera, cuando uno puede decir lo que quiera, cuando uno puede mirar lo que quiera, y probablemente puede salirse con la suya: esto es quien uno realmente es. Esta simple afirmación me desafió profundamente y lo sigue haciendo hoy. Solo por ella valía la pena leer el libro. En tanto que nos esforzamos por ser hombres que corren para ganar, tenemos que considerar muchos contextos donde la gente ve y conoce nuestra conducta. Pero también tenemos que considerar algunos contextos donde estamos fuera de la vista de cualquier otro. Una de las cosas que hacemos (o quizá no hacemos) cuando nadie nos ve es la adoración privada o la devoción personal. Hombres, si van a correr para ganar, necesitan practicar su devoción. Cuando nadie te ve ¿Quién eres cuando no hay nadie a tu lado? ¿Cómo se compara esto con lo que eres cuando la gente te ve? Muchos hombres enfrentan la tentación de ganarse una reputación por su asistencia y participación en la adoración pública mientras permanecen casi totalmente ausentes de la adoración privada. Cuando asisten a los servicios de la iglesia, se ubican donde son vistos, cantan en alta voz, escuchan atentamente, dan generosamente. Muy bien. No obstante, de lunes a sábado puede que rara vez abran su Biblia, y rara vez cierren los ojos para orar. En público, son fuertes y participativos; en privado, son débiles y distantes. ¿Será ese tu caso? Si bien la Biblia recomienda la adoración pública y exige que prioricemos la asistencia y la participación en nuestra iglesia local, también recomienda la devoción personal. Desde sus primeras páginas hasta su conclusión, encontramos al pueblo de Dios relacionándose voluntariamente con Dios como parte de su vida privada. Adán y Eva caminaban y hablaban con Dios en el huerto; Isaac salía al campo a meditar en silencio; David se levantaba temprano a considerar la ley de Dios y a derramar su alabanza; incluso Jesús tenía cuidado de apartar momentos de soledad en los que podía tener comunión con su Padre. ¿Quiénes eran estas personas cuando nadie las veía? Las mismas que eran en público: adoradores. Su reputación pública de piedad estaba cimentada en una devoción privada a Dios. Una relación real Cuando llegaste a un conocimiento salvífico de Jesucristo, tus pecados fueron perdonados y recibiste la segura promesa de la vida eterna. Pero lo asombroso es que Dios te dio aún más. Él también se dio a sí mismo a ti para que tú iniciaras una relación con el Dios vivo. Lo que es cierto de cada relación es cierto de esta: si ha de ser saludable, requiere comunicación. Hace algunos años, leí una noticia acerca de una mujer que determinó que su esposo ya la había insultado demasiado. Ella decidió tomar venganza dándole un trato de completo silencio, y durante varios años no dijo una sola palabra en presencia de él. Obviamente, esto fue devastador para su matrimonio. Es imposible sostener cualquier relación, especialmente una íntima como la de un esposo y su esposa, sin comunicación. Es la comunicación la que permite que una relación comience y luego prospere. Una relación genuina y saludable depende del hablar y el escuchar. De hecho, la salud de una relación puede medirse por la disposición, la frecuencia y la profundidad del hablar y el escuchar entre las dos personas. Las relaciones más saludables son aquellas en las que cada persona habla de manera frecuente, libre e íntima mientras el otro escucha atentamente. Sobre esa base, ¿cómo está tu relación con Dios? Uno de los grandes gozos de ser cristiano es que uno ha entrado en una genuina relación con Dios. Nuestro Dios no es una mera idea para estudiar o una fuerza para experimentar, o un objeto para observar. Dios es un ser para conocer: tres personas que juntas son Dios. Este Dios ha existido eternamente en esa perfecta relación de Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y, mediante la salvación, te ha invitado a entrar de modo que puedas conocer y ser conocido por el Padre, el Hijo, y el Espíritu. Puedes hablar confiado de que Dios escuchará; puedes escuchar confiado de que Dios hablará. Puedes derramarle tu corazón tal como él te derrama su corazón. ¡Qué alegría! ¡Qué privilegio! ¿Estás aprovechando ese privilegio? Dios habla hoy a través de la Biblia. Las palabras de la Biblia son las de él, su mensaje es el de él, su poder es el de él. Cada Palabra de la Biblia es inspirada e inerrante, «útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:16-17). Simplemente no se puede ser un cristiano maduro sin escuchar a Dios hablar a través de la Biblia. No se puede correr adecuadamente sin su instrucción. Hablamos con Dios a través de la oración. Nuestras palabras no ascienden a un cielo vacío, sino que llegan al oído de Dios, tocan el corazón de Dios, y llevan a cabo la voluntad de Dios. Es el buen plan de Dios no actuar con independencia de las oraciones sino a través de las oraciones, pues, como ha prometido, «la oración del justo es poderosa y eficaz» (Santiago 5:16). La Biblia no sabe de cristianos que no oren o no quieran orar. No puedes correr adecuadamente sin decirle a Dios cómo estás corriendo, sin admitir cuando has tropezado, y sin pedirle la fuerza para correr aún mejor. En una conversación normal, el hablar y el escuchar van unidos, y lo mismo es cierto cuando se conversa con Dios. Cuando lees la Palabra de Dios, respondes en oración; oraciones de confesión cuando él revela el pecado, oraciones de súplica cuando entiendes lo mucho que necesitas su gracia. Y a medida que oras, Dios a menudo trae a tu mente la Escritura y profundiza tu comprensión de ella. Tal como las conversaciones con los amigos implican un ir y venir orgánico, un intercambio de información e ideas, lo mismo ocurre en tu comunicación con Dios. A medida que pasa el tiempo y creces en tu relación, descubres que Dios no solo es tu Creador y tu Padre, sino también tu Amigo. Hombres, su iglesia, su esposa, y su familia necesitan más que un hombre que aparece diligentemente los domingos. Necesitan a un hombre que conozca a Dios. Necesitan a un hombre que haga tiempo para encontrarse con Dios y su Palabra cada día. Y lo que su iglesia, su esposa y su familia necesitan de ustedes es exactamente lo que Dios desea para ustedes: «Así dice el Señor: “Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme» (Jeremías 9:23). Hazlo ahora El momento para comenzar a practicar tu devoción es ahora. ¡Corre para ganar! Si la práctica de encontrarse con Dios cada día es algo nuevo para ti, estas son algunas formas de comenzar:
- Decide hacer de la devoción privada una prioridad en tu vida. Si es una prioridad, harás tiempo para ella. Decide que lo mejor —encontrarse con Dios— vendrá antes que otras cosas buenas.
- Haz un plan. Fija un momento en el que te encontrarás con Dios cada día y decide dónde lo harás. En general, las cosas que no se planifican son las que no se hacen.
- Busca un plan de lectura de la Biblia. Existen decenas —tal vez cientos— de planes de lectura de la Biblia en internet. Puesto que necesitas entender todo el consejo de Dios, te recomiendo buscar un plan que abarque toda la Biblia, libro por libro.
- Organiza tus oraciones. La mayor dificultad para la oración constante y sostenida es simplemente nuestra incapacidad de recordar aquello por lo que necesitamos orar. He descubierto que la aplicación PrayerMate es una útil forma de recordar lo que se debe orar cada día.
- Comienza de a poco. Al comenzar a practicar tu devoción, intenta ser breve y constante en lugar de extenso y errático. Si nunca has leído la Biblia diariamente, ¡no empieces leyendo cinco capítulos diarios! Si nunca has orado continuamente en privado, ¡no empieces intentando orar una hora! Por la gracia de Dios, puedes desarrollar una lectura más extensa y un tiempo de oración más largo. Pero necesitas comenzar a formar el hábito de la devoción y luego puedes trabajar para fortalecer el hábito.
- Persevera. No te desanimes si fallas un día o incluso una semana. Retoma y forma el hábito. Con el tiempo, lo que parece difícil de recordar y hacer se volverá tan natural como respirar.
¡Corre para ganar! Hay millones de cosas que compiten por tu tiempo y atención, y muchas de ellas son cosas muy buenas. Pero ninguna es más importante que tu relación con Dios. Confío en que estás involucrado en una iglesia local y comprometido con los servicios de adoración semanales. Pero espero que esto no sea el total de tu adoración, un completo registro de lo que le hablas a Dios y lo que escuchas de él. Dios te da la capacidad de tener una genuina relación con él. Él te invita a escuchar cuando él habla y promete que cuando tú hables él escuchará cada una de tus palabras. ¿Por qué te negarías semejante privilegio? Si vas a correr para ganar, debes practicar tu devoción.