Todo pastor encuentra gente que ha dejado, o está tentada a dejar, de congregarse con el pueblo de Dios. En un momento dado, casi todas las iglesias tienen personas que están en peligro de desviarse y dejar de participar en la vida de la iglesia. Hacerlo es desobedecer directamente Hebreos 10:24-25 que dice: «Y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca». Este pasaje nos advierte que no descuidemos la participación y el compañerismo en la iglesia local, y también apunta a las razones por las que podríamos hacerlo.
Las siguientes son dos razones por las que te podrías ver tentado a descuidar el congregarte con el pueblo de Dios.
Olvidas lo que aportas
Hebreos 10:25 advierte a los cristianos que no dejen de congregarse en la iglesia local, y el versículo inmediatamente anterior nos da la razón. Como cristianos, todos por igual tenemos la responsabilidad de estimularnos unos a otros al amor y las buenas obras. Debemos incentivarnos unos a otros a actuar en amor, e incentivarnos unos a otros a promover las buenas obras. Y el simple hecho es que no podemos hacer estas cosas si no estamos juntos.
En el trasfondo del libro de Hebreos está la enseñanza neotestamentaria de que, como cristianos, somos como un cuerpo: el cuerpo de Cristo. En Romanos 12, Pablo dice: «Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros». De alguna forma, Dios ve a los cristianos como nosotros vemos las muchas partes de un cuerpo: muchas partes, pero una sola persona. De alguna manera, Dios ve a la iglesia local como muchas partes, pero un solo cuerpo. Pablo explica el mismo tema en 1 Corintios, y en ambos pasajes hace la misma aplicación: que cada parte del cuerpo tiene una función importante, cada cristiano tiene un don importante. Tal como cada parte del cuerpo hace que este funcione bien como conjunto, cada don cristiano está ahí para que la iglesia funcione bien en su conjunto. No hay partes corporales prescindibles, y no hay cristianos prescindibles.
Cuando te ves tentado a separarte de la iglesia local, ya sea de forma permanente o semipermanente, o incluso en un domingo perezoso en el que simplemente no quieres tomarte la molestia, es que has olvidado lo que le llevas a la gente de tu iglesia. Has descuidado el entender o creer que tú, ¡sí, tú!, formas parte crucial del cuerpo de Cristo. Tienes un don que llevar, y la iglesia solo está completa cuando lo llevas y lo utilizas.
Dios te ha hecho parte del cuerpo, y el cuerpo necesita también tu función. Cuando descuidas congregarte con el pueblo de Dios, le niegas los dones que Dios te ha dado, dones que lo glorifican a él al ser usados por el bien de otros.
Olvidas lo que necesitas
Si es verdad que Dios te ha dotado para ser parte de un todo, hay una implicación importante: Dios también los ha dotado a ellos. Sin tu iglesia estás incompleto. Dios no te ha dado dones a ti entre todas las personas de manera que puedas desarrollarte y crecer sin los dones que él les ha dado a los demás. Eres parte del cuerpo, pero solo una parte pequeña y singular. A menos que puedas imaginar a tu dedo pulgar sobresaliendo solo y edificando una vida por sí mismo, o a menos que puedas imaginar a tu apéndice separándose del cuerpo y desarrollándose, no deberías imaginarte a ti mismo abandonando la comunión de la iglesia local.
En consecuencia, descuidar la reunión con el pueblo de Dios es un signo de orgullo incontenible y descarado. De alguna forma has determinado que, o bien los dones que Dios ha dado a los otros no tienen consecuencias reales para ti, o que tú tienes tantos dones que puedes sobrevivir sin los demás. La realidad, por supuesto, es que Dios ha hecho que los cristianos florezcan y sobrevivan solo en comunidad. Los cristianos solitarios son cristianos muertos.
Dios te ha hecho parte de un cuerpo, y necesitas el resto de ese cuerpo para funcionar bien. Cuando descuidas el reunirte con el pueblo de Dios, te niegas a ti mismo los dones que él les ha dado a ellos, dones que le dan gloria a Dios cuando ellos los usan para tu bien.
En esos momentos donde simplemente parece demasiado difícil ser parte de una iglesia local, y en esos momentos donde descuidar la iglesia parece tan atractivo, estás olvidando lo que aportas y lo que necesitas. Por supuesto, también has descuidado el considerar cuánto necesitas la predicación de la Palabra de Dios y la celebración de la Cena del Señor, y el testimonio de los bautismos, y otros medios de gracia hermosos y ordinarios que Dios dispensa a través de la iglesia congregada. Pero primero has olvidado que eres parte de un cuerpo, un cuerpo que tú necesitas, y un cuerpo que te necesita a ti.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.