[dropcap]M[/dropcap]e alegra haber podido visitar tu iglesia finalmente hace un par de domingos, y adorar con los creyentes de allí. Como sabes, por mucho tiempo había deseado hacerlo. Tal como prometiste, el pastor es un excelente comunicador y un hombre que ama la Palabra de Dios. Su sermón fue profundamente desafiante y ocasionó algunas buenas conversaciones con mis hijos.
Ahora bien, me preguntaste por qué parecía que yo no cantaba. Sé que quizá eso fue un poco extraño, así que pensé enviarte una breve explicación. Fundamentalmente, fue porque…
… no estaba familiarizado con las canciones. Tu iglesia tiene un grupo de músicos enormemente talentosos que los guía, y me dio mucho gusto escucharlos tocar y cantar. ¡Suenan tan bien en vivo como en su álbum! Pero a menos que me haya perdido de algo, aquel domingo todas las canciones provenían de su propia música. No hubo ningún himno en el servicio, ni siquiera alguna canción de adoración conocida. Así que no fue que no quisiera cantar; es solo que no conocía las canciones. Quiero ser justo: cada iglesia tiene algunas canciones propias, y eso no tiene nada de malo. Traté de seguir las canciones lo mejor que pude para poder aprenderme algunas de las suyas, pero aun así…
… las canciones no eran congregacionales. Al parecer la mayoría habían sido escritas pensando más en la banda que en la congregación. Lo que quiero decir es que eran impredecibles y a menudo excedían mi rango y capacidad vocal. Eso las hacía difíciles de aprender y costaba cantarlas. A veces comenzaba a pensar que había captado, pero…
… sus vocalistas improvisaban. Dos veces antes del coro final lo cantaron de una forma, pero luego en el tercero hicieron algo que no vi venir y simplemente no pude seguirlos. ¿Se suponía que debía seguirlos en la escala mientras subían en ese coro final, o debía mantener la melodía original? No quería echarlo a perder, así que decidí que mejor me quedaría callado. Podría haber tenido ayuda ahí, pero…
… no podía escuchar a la congregación cantar. Quería aprender de las personas a mi alrededor, pero no podía escucharlas. Parecía que muchos estaban cantando, pero a un volumen mucho más bajo que el de la banda. No me malentiendas, me gusta la música a alto volumen, y a veces la subo a niveles ridículos cuando estoy en mi casa o en mi auto. (Incluso la tengo a un nivel desagradable mientras escribo estas palabras). Pero según lo que entiendo de Colosenses 3:16, un elemento clave de la adoración congregacional es que se escuche la congregación. El canto está en el ámbito de la ministración de «unos a otros», lo que significa que debemos cantar para los otros que están allí. Pero eso era difícil porque…
… parecía un espectáculo. Estábamos en una sala oscurecida sentados en asientos a modo de teatro. La banda estaba en un escenario totalmente iluminado al frente de la sala, cantando sus propias canciones a todo volumen. Eso hacía que el contexto me diera la impresión de un concierto más que de una iglesia. Realmente disfruté ver la banda y escucharla, pero se sentía como si estuvieran realizando la adoración más bien que facilitándola. Así que finalmente me senté y disfruté la presentación.
Ahora, por favor no pienses que estoy reviviendo las viejas batallas por la adoración. Creo que en la adoración congregacional hay cabida tanto para los himnos tradicionales como para las canciones de adoración modernas. ¡A mí me encantan ambos! Pero la forma en que la música estaba estructurada e implementada en tu iglesia sencillamente no favorecía la adoración congregacional. Era buena, era profesional, pero ahora que lo pienso, no puedo evitar preguntarme si tal vez no era demasiado buena y demasiado profesional. Me pregunto si el deseo de excelencia pudo haberle robado gran parte de su utilidad. Esto merece una consideración: si tu deseo de excelencia deja la música fuera del alcance de la congregación, quizá estamos aspirando a una definición errada de excelencia.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.