Pena deleitosa y gozo triste 

A través de las palabras poéticas de John Newton, Tim Challies nos invita a reflexionar sobre el dolor del pecado que hemos cometido, el cual a su vez es fuente de alegría porque es el pecado lo que nos permite conocer el perdón en Cristo. En esta ocasión, el autor hace un énfasis en aquellas personas que sufren por haber cometido un aborto, a quienes les recuerda que hay perdón y gozo en Cristo.
Foto: Pexels

John Newton pasó de ser un traficante de esclavos a compositor de himnos. Un hombre que experimentó una transformación milagrosa que le hizo dejar atrás una vida de inmoralidad y depravación para dedicarse a la vocación de ministro del evangelio. La sorprendente gracia que había “salvado inesperada, pero permanentemente a un infeliz como yo” fue su gozo y su meditación durante el resto de sus días, el tema de mil sermones, himnos, oraciones y cartas. 

Newton era un pastor con discernimiento y experto en escudriñar el alma humana. Al reflexionar sobre su vida antes de ese encuentro con la gracia salvadora del Señor, escribió un poema o himno titulado In Evil Long I Took Delight [Durante mucho tiempo me deleité en el mal]. En esa canción confiesa: “Durante mucho tiempo me deleité en el mal / sin que la vergüenza o el miedo me intimidaran”. Durante muchos años de su vida había sido alocado y disoluto, viviendo solo para su propio placer, al menos “hasta que un nuevo objeto cautivó mi atención/ Y detuvo mi alocada carrera”. El objeto que atrapó su mirada fue “Uno colgado en un madero/ sufriente y ensangrentado”. Este himno describe todo lo que llegó a ver y aprender sobre el Hijo de Dios: que los propios pecados de Newton lo habían colgado allí, que Cristo estaba sufriendo por los pecados de este miserable pecador. Y entonces, Newton identifica algo que todo cristiano ha experimentado al meditar en la cruz, que en la vida cristiana hay momentos en que experimentamos una “pena deleitosa y un gozo triste”. 

Con una pena deleitosa y un gozo triste, 
Mi espíritu ahora está lleno, 
Que yo destruyera una vida así, 
Y al mismo tiempo viviera por Aquel que maté.

John Newton (1725-1807) fue un capitán de barcos dedicados al comercio de esclavos que más tarde se convirtió en clérigo anglicano, compositor de himnos y un importante abolicionista de la esclavitud. / Foto: Britannica

Allí, con los ojos clavados en Jesucristo, Newton llora con alegría y dolor: dolor porque su pecado ha llevado a este hombre a sufrir un dolor tan grande, y alegría porque este hombre estaba dispuesto a morir para que él, Newton, pudiera vivir. Esta es la maravilla de la cruz, ese lugar donde en un solo acto lloramos y nos alegramos, y nos maravillamos y adoramos. 

Hace varios años tuve el privilegio de asistir a un servicio conmemorativo en el Pregnancy Care Centre [Centro de Atención al Embarazo] de Toronto, una organización que he llegado a conocer y amar, y me encontré reflexionando entre lágrimas sobre la pena deleitosa y el gozo triste de quienes han encontrado la libertad del perdón. Este servicio conmemorativo es un momento para reconocer los pecados pasados y, al confesarlos, proclamar y experimentar el perdón. Es un momento para que las madres y los padres confiesen que intencionalmente han quitado la vida a su propio hijo y, sin embargo, proclamen que la gracia del Señor es suficiente para cubrir incluso este pecado. En obediencia a Santiago 5:16, la vergüenza del pecado privado es traída a un escenario público: “Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados”. 

Cada uno de los participantes tuvo la oportunidad de hablar ante el grupo reunido esa tarde. Algunos identificaron por nombre a su hijo, le leyeron una carta o un poema, pidieron o suplicaron su perdón y proclamaron su confianza en que habían encontrado el perdón a través de la buena noticia del evangelio de Jesucristo. Mientras hablaban, se les entregaba una flor, una rosa, una pequeña y simbólica muestra del amor de Dios por ellos. Hubo algunas que no pudieron decir nada, que solo pudieron permanecer en silencio y llorar por lo que habían hecho y lo que habían perdido. Estas mujeres también recibieron una flor. Muchas de ellas colocaron una carta sellada en una cesta que habían escrito a su hijo, pero que les era imposible leerlas. Esas cartas siguen selladas hoy, una interacción privada entre una mujer, su hijo y el Señor. 

Al contemplar la cruz de Cristo y ser conscientes de nuestro propio pecado, podemos experimentar aquello que John Newton experimento en su conversión: una pena deleitosa y un gozo triste. / Foto: Karolina Grabowska

Sin embargo, incluso entre todas las lágrimas y hasta en las expresiones de tanto dolor y arrepentimiento, seguía habiendo alegría. Era la alegría de la libertad, porque estas mujeres no solo confesaban el pecado, sino que proclamaban y aceptaban el perdón. Las lágrimas de vergüenza se mezclaban a partes iguales con las de alegría porque estas mujeres no lloraban como quienes no tienen esperanza, sino como quienes se han llenado de esperanza, una esperanza nueva que ha llegado a través de una vida nueva. 

El aborto es una promesa de libertad. Ofrece libertad de la vergüenza de un embarazo no planificado, de la responsabilidad de criar a un niño, de la carga de mantener a un bebé. Pero, como todo pecado, promete demasiado y no cumple. Donde promete libertad, produce esclavitud, esclavitud a la vergüenza, al remordimiento y al conocimiento de haber hecho algo malo. El aborto es una mentira, un pecado que solo puede ser engendrado por el padre de la mentira (Jn 8:44). 

Pero toda la vergüenza del aborto, la maldad y el peso del mismo se quiebra ante la cruz. Ante la cruz todos estamos invitados a arrodillarnos, a confiar, a confesar, a llorar con ese dolor grato y ese gozo sufriente, y allí encontrar la libertad del perdón. 

La mayoría de los Centros de Ayuda al Embarazo de Norteamérica ofrecen apoyo después del aborto, casi siempre a través de estudios bíblicos grupales e individuales. Si te resulta útil, puedes visitar OptionLine  para encontrar un centro cerca de ti. 


Este artículo se publicó originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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