He llegado a la conclusión de que Aileen y yo somos unos padres raros. Pero también, he llegado a la conclusión de que todos los padres son raros. Cuando observamos a otros padres, casi siempre hay algunos componentes de la manera en la que crían a sus hijos que nos encantaría imitar, pero hay otros que nos parecen, bueno, un poco extraños. Por eso es difícil, o quizás imposible, encontrar un libro sobre paternidad que queramos seguir al pie de la letra y no solo en parte. Y eso está muy bien; cada familia es diferente, cada matrimonio es único, cada contexto es diferente a los demás. La Biblia nos provee de lineamientos generales sobre la crianza de los hijos, mientras nos deja a nosotros completar los detalles de la manera que consideramos más fiel.
John y Cindy Raquet llevan a cabo su paternidad de manera tan extraña como cualquiera de nosotros, pero sus rarezas tienen algo en común con las mías, y por eso he disfrutado tanto leer su libro Purposeful and Persistent Parenting [Paternidad con propósito y persistente]. Un libro con treinta y un capítulos breves que ofrecen una útil combinación de teoría y práctica.
Los Raquets comienzan en el lugar adecuado: considerando a la paternidad con una mirada llena de gracia. A lo que se refieren es a un tipo de paternidad en la que los padres reconocen que ellos mismos son receptores de la gracia de Dios y están, en consecuencia, deseosos de mostrar esa misma gracia a sus hijos. “Como padres que han recibido gracia, nuestra relación con nuestros hijos no se basa en su desempeño. Los amamos ya sea que nos obedezcan o no. Actuamos buscando su mayor bien, ya sea que nos obedezcan o no. Ellos son nuestros hijos o hijas, ya sea que nos obedezcan o no. Nuestra relación con ellos y nuestra actitud hacia ellos no depende de cómo ellos respondan a nuestra guía”.
El libro comienza, también, con algunos capítulos cruciales que refutan las actitudes del mundo contemporáneo al recordar a los lectores que Dios considera a los hijos como una bendición más que una carga; y que el llamado de Dios a los padres no se trata de, en primer lugar, impresionar o hacerse amigos de sus hijos, sino simplemente criarlos. “Si Dios te ha dado hijos, puedes estar seguro de que es la voluntad de Dios que los críes. Es imperativo que como padres entendamos que nuestro papel principal es ser padres de nuestros hijos. Cuando sentimos que tenemos que ser más que eso, perdemos la confianza y podemos empezar a cuestionarnos a nosotros mismos, hasta el punto de buscar que el niño tome decisiones en cuestiones que nos corresponde a nosotros decidir”.
Los capítulos siguientes tratan sobre cómo tener una paternidad consistente, cómo ayudar a los niños a comprender que no son el centro de la familia (ni del universo), cómo desarrollar la formación espiritual, cómo orientarlos para considerar a los demás antes que a uno mismo y cómo ayudarlos con la disciplina física. Los autores dedican otros breves capítulos para hablar sobre la hora de comer, aprender a estarse quietos, los berrinches, la lectura juntos, hacer las tareas domésticas, establecer horarios familiares, y más. Concluyen con un fuerte llamado a los padres para que su enfoque sea más hacia la fidelidad que hacia los resultados. “Sin duda, Dios ha dispuesto las cosas de tal manera que existe una fuerte conexión entre lo que hacemos como padres y cómo responden nuestros hijos. Pero es una actitud errónea, o incluso arrogante, pensar que nuestra crianza va a determinar completamente cómo piensan y se comportan nuestros hijos”.
Cabe mencionar que los Raquets admiten que su nivel de intencionalidad es inusualmente alto. Esto se nota en algunas de sus sugerencias prácticas, como un horario familiar que organiza la semana entera en períodos de 15 minutos y algo llamado “cintas de horario del juguete”, que debe de ser la práctica más obsesiva que he encontrado en algún libro de paternidad. Dicho esto, uno de los puntos fuertes del libro es que los Raquets dejan en claro que, aunque todos debemos seguir los mandamientos evidentes de la Biblia, el resto de lo que ellos ofrecen son sus propios consejos, que los lectores pueden seguir o ignorar. “No queremos que te sientas agobiado por nada de lo que hemos escrito si has sido bendecido con una personalidad más relajada. Ha habido momentos en los que habría sido una bendición haber tenido personalidades más relajadas. Estamos agradecidos de que Dios haya hecho a la iglesia, su familia local, que tiene muchas partes del cuerpo diferentes, con funciones y dones únicos, de acuerdo con sus planes bondadosos para un cuerpo equilibrado y funcional”. Por lo tanto, si no te gusta su sugerencia de usar cintas azules en el hogar para marcar límites, puedes extraer los principios que subyacen a la práctica, y luego encontrar tu propia manera de implementarlos.
Si el libro tiene un punto débil, puede ser el enfoque relativamente superficial en la iglesia local. Aunque los Raquets escriben sobre los niños y la iglesia, lo hacen principalmente en el contexto de enseñarles a quedarse quietos o portarse bien durante una reunión. Incluso en el capítulo sobre cómo determinar si los niños son salvos o no —un capítulo que, por lo demás, es excelente— no mencionan la importancia de que los pastores participen en ese proceso. Sin embargo, los niños necesitan a los pastores tanto como sus padres; por eso, habría sido muy útil enfocarse en cómo enseñarles a los niños a relacionarse con los pastores y cuándo acudir a ellos en busca de oración, consejo y ayuda.
Y luego está la cuestión de la adaptación cultural. Todo libro está escrito en un contexto cultural determinado y está envuelto en ciertas presuposiciones. En este caso, el libro parece presuponer que las familias contarán con la presencia de ambos progenitores, y que las familias tendrán acceso a un cierto nivel de recursos y a los privilegios que suelen conllevar. Por ejemplo, los Raquets expresan enérgicamente su opinión de que es muy importante que los padres protejan a sus hijos de cosmovisiones no cristianas en sus primeros años, aunque hay muchas personas para las que esto es casi imposible. Pensemos, por ejemplo, en una madre soltera que tiene que trabajar para mantener a su familia, por lo que la escuela pública es su única opción educativa, o en familias que viven en lugares donde la educación en casa está prohibida y la educación cristiana no está disponible. Del mismo modo, en los capítulos que tratan sobre la disciplina física, no hay ninguna disposición para los entornos en los que, aunque dicha disciplina puede estar permitida, el uso de un instrumento no lo está (lo que significa que los padres tienen que tomar una decisión cuidadosa y reflexiva sobre cómo van a llevar a cabo la disciplina física), o entornos en los que la disciplina está totalmente prohibida (lo que significa que los padres tienen que tomar una decisión cuidadosa y reflexiva para determinar si van a llevar a cabo esta práctica). En estos casos, los autores podrían haber hecho una distinción aún mayor entre qué es un principio y qué es una práctica. Dicho esto, se trata de cuestiones relativamente menores y, desde luego, no le restan un valor sustancial a los puntos fuertes del libro.
A menudo he pensado que una de las claves para mejorar la crianza de los hijos es encontrar a alguien que comparta algunas de tus filosofías, preferencias e incluso excentricidades como padre y aprender deliberadamente de él. Y eso es exactamente lo que ofrece Purposeful and Persistent Parenting. Y aunque mis días como padre de niños pequeños ya han pasado, este libro me ha gustado mucho y he aprendido de él. Es raro encontrar libros sobre paternidad como este, con gusto se lo daría a padres jóvenes y les diría: “Si sigues en general las enseñanzas de este libro y te aferras a estos principios, prácticas y preferencias, te irá muy bien”. Pero, también les diría que se saltaran la parte sobre las cintas de horarios en los juguetes…
Este artículo se publicó originalmente en Challies.