Nunca te desanimes y nunca seas un desalentador 

Con brevedad, pero acertadamente, Tim Challies nos hace meditar en algunas formas como nos desanimamos a nosotros mismos, y a otros; y al hacerlo, nos invita a luchar contra el desánimo y proponernos no desanimar a otros, siempre sobre el conocimiento de quien es Dios.
Foto: Envato Elements

“Te ofrezco dos piezas de sabiduría”, me dijo, “dos compromisos que puedes asumir: Nunca te desanimes y nunca seas un desanimador”. He reflexionado profundamente sobre este consejo y he decidido que es bueno, muy bueno. 

Digo “bueno en su mayor parte” porque hay momentos en los que no podemos evitar el desánimo, momentos en los que nos desinflamos y desmoralizamos, cuando perdemos la confianza o el entusiasmo. Al fin y al cabo, este mundo está desordenado y está vida es difícil. Tenemos amigos que nos hacen daño, cuerpos que nos fallan, mentes que nos traicionan. Libramos la guerra contra enemigos feroces y persistentes y soportamos las circunstancias más duras. Así que hay momentos en los que el desánimo es inevitable y no es ni pecaminoso ni malo. 

Del mismo modo, hay momentos en los que no podemos evitar ser desalentadores, momentos en donde necesitamos quitar el viento de las velas de otra persona hablando con firmeza o advirtiendo con sobriedad. Puede que tengamos que dar noticias difíciles o anunciar consecuencias justas. Hay ocasiones en las que, por un fin superior, nos corresponde expresar desaprobación y, de ese modo, provocar en otra persona abatimiento o desánimo. Así que, hay ocasiones en las que ser un desalentador es inevitable y no es pecado ni está mal. 

Sin embargo, parece que desanimarse es, con más frecuencia, una elección que hacemos al responder a las dificultades de la vida, y desanimar es, con mucha frecuencia una elección que hacemos al actuar pecaminosamente en lugar de puramente. Con mucha más frecuencia ambas cosas son más una decisión que una necesidad absoluta y más una cuestión de pecaminosidad que de santidad. 

Hay momentos en los que no podemos evitar el desánimo y momentos en los que no podemos evitar ser desalentadores. / Foto: Claudia Wolff

A menudo desanimamos a los demás cuando nos convertimos en fuente de noticias negativas en lugar de aliento positivo cuando difundimos información que es rotundamente falsa o quizá innecesaria. A veces en nuestras interacciones con los demás nos centramos en lo falso, vil y bajo, en lugar de en lo que es verdadero, hermoso y digno de alabanza. Y entonces podemos permitir que florezca el mal carácter en lugar del fruto del Espíritu y que salgan de nuestros labios malas palabras en lugar de las que edifican. Entonces, nuestra pecaminosidad se desborda de nuestros corazones y se manifiesta en palabras y hechos que hieren o estorban a quienes estamos llamados a amar. De todas estas maneras, el desánimo es una elección que hacemos. Nos haría bien determinar: “Nunca seas un desalentador”. 

A menudo nos desanimamos cuando permitimos que el pecado eche raíces profundas en nuestros corazones en lugar de comprometernos a resultar un buen terreno para la obra del Espíritu. A menudo nos desanimamos cuando interpretamos a Dios a través de nuestras circunstancias negativas en lugar de interpretar nuestras circunstancias difíciles a la luz de nuestro glorioso Dios. A menudo nos desanimamos cuando no recordamos que Dios hace todas las cosas para bien y cuando no meditamos en el hecho de que esta aflicción leve y momentánea nos está preparando para una gloria mucho más allá de nuestra capacidad de comprensión. A menudo experimentamos desánimo cuando sencillamente dejamos de animarnos por las verdades de Dios, el amor de Dios y las promesas de Dios. Nos haría bien determinar: “Nunca te desanimes”. 

“Nunca te desanimes y nunca seas un desalentador”, me dijo. Y me encuentro de acuerdo con su consejo, en la medida en que depende de mí, comprometiéndome a ello. 


Este artículo se publicó originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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