No preocuparse no significa que no nos importe

[dropcap]A[/dropcap]quellas noches cuando te quedas despierto, inquieto, moviéndote y dando vueltas en la cama, con la mente agitada por un futuro incierto y desconocido. Aquellos días cuando tu corazón está abrumado y tu espíritu afligido, mientras imaginas qué va a ser de ti o de esa persona a la que amas. No existe ser humano que no conozca la agonía de la preocupación. No existe ser humano que no haya permitido que una inquietud legítima se convierta en una ilegítima ansiedad. Pero el solo hecho de que la preocupación sea universal no significa que sea correcta o buena. Al contrario, Dios nos advierte sobre ella: «Nos se inquieten por nada», dice él, y «no se preocupen por el mañana, porque el mañana se preocupará de sí mismo», Pero en el momento mismo no es fácil, ¿verdad? Si Dios prohíbe la preocupación, ¿por qué aún ocupamos tanto tiempo en ella?  Si Dios nos advierte sobre la ansiedad, ¿por qué aún nos atormenta el temor cuando consideramos lo que hemos hecho, estamos haciendo y haremos? ¿Por qué desperdiciamos días y malgastamos noches en la triste cautividad de la preocupación? Pensamos que preocuparse significa que nos importa. Asociamos el problema o inquietud con la ansiedad que sentimos por ella. De hecho, podemos ir tan lejos como para santificar nuestra ansiedad, elevarla al nivel de la virtud. «Me preocupo mucho porque me importa mucho». Y quizá confrontamos a las personas que no sienten lo mismo: «Tú no te preocupas porque no te importa». Pero preocuparse no significa que a uno le importe. O, a la inversa, no preocuparse no significa que a uno no le importe. Nuestra disposición a inquietarnos por algo no necesariamente es una señal de que nos importa profundamente. Nuestra negativa a inquietarnos por algo no necesariamente es una señal de que somos indiferentes. En los momentos cuando sentimos miedo o incertidumbre, podemos tratar de convencernos de que nuestra preocupación muestra lo mucho que nos importa algo, lo mucho que nuestro corazón se involucra. Pero esa es una falsa conexión. El hecho es que algo puede importarnos profundamente sin que sintamos el dolor de la preocupación. Pensamos que la preocupación es efectiva. «Efectiva» significa que «produce o puede producir un efecto deseado». Queremos que nuestro problema se solucione, y nos convencemos de que la preocupación va a ayudar. Pensamos que nuestra preocupación va a conseguir algo. Especialmente, pensamos que nuestra preocupación puede convencer a Dios de lo mucho que nos importa el asunto y hará que responda nuestras súplicas. Pero la preocupación no es efectiva. No consigue nada, o al menos nada bueno. La preocupación no es el medio por el cual Dios quiere que le expresemos nuestra desesperación. La preocupación no es el medio por el cual Dios nos escucha o responde nuestras peticiones. La preocupación no es un atajo hacia el oído de Dios ni la llave para acceder a su atención. Más bien puede ser todo lo contrario. Nuestra preocupación puede hacer que Dios permita que nuestra prueba continúe hasta que nuestro corazón se haya calmado y lo sometamos a sus buenos propósitos. Dios no espera que nos preocupemos, sino que oremos. Él no espera que soportemos nuestra propia carga mediante la ansiedad, sino que se la entreguemos a él mediante la oración. No es la voluntad de Dios que nos inquietemos, que sintamos una profunda ansiedad, que pasemos días y noches repasando todas las terribles posibilidades en nuestra mente. Más bien debemos humillarnos «bajo la poderosa mano de Dios, para que él nos exalte a su debido tiempo. Depositemos en él toda ansiedad, porque él cuida de nosotros» (1 Pedro 5:6-7). Su cuidado, no nuestra ansiedad, es nuestro refugio. Cuando se lo entregamos todo, realmente podemos no estar ansiosos por nada. Puede importarnos un asunto sin preocuparnos ni por un instante.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

Artículos por categoría

Artículos relacionados

Artículos por autor

Artículos del mismo autor

Artículos recientes

Te recomendamos estos artículos

Siempre en contacto

Recursos en tu correo electrónico

¿Quieres recibir todo el contenido de Volvamos al evangelio en tu correo electrónico y enterarte de los proyectos en los que estamos trabajando?

.