Hay una realidad en la que el cristiano debe ser consciente para su crecimiento y constancia: él depende de Dios siempre, cada uno de sus días. Él tiene necesidad de no ser amoldado por el pensamiento del mundo que lo rodea (Ro. 12:1-2), tiene necesidad de presentar sus peticiones delante de Dios para no afanarse y tener paz (Fil. 4:6), tiene que buscar la santidad a través de la verdad de Dios (Jn. 17:17), y saciar su sed de Dios como el ciervo que brama por las aguas (Sal. 42:1). Un episodio que nos ejemplifica bien esta necesidad diaria, es la providencia de alimento a Israel en el desierto (Éx. 16). Ellos habían salido de Egipto y estaban caminando hacia el monte Sinaí, y Dios les provee un alimento sobrenatural: el maná. ¿Cómo funcionaba esto? Bien, cada día los israelitas recogían el maná que Dios les daba como un rocío en la mañana. Ese maná era el alimento diario, de cada día. Y tenía una peculiaridad, el maná de ayer no servía para hoy (salvo que fuera sábado). Israel debía confiar que Dios le proveería para su sustento un alimento diario. Nosotros como cristianos, debemos ir a buscar el alimento de nuestras almas que Dios nos provee cada día a través de Su Palabra y la oración. ¿Estás alimentándote sanamente? No me contestes, sigamos. Entonces, la diferencia fundamental es que las verdades que ayer hemos estado leyendo, meditando y orando… ¡Hoy son verdades también! Y es que la Palabra de Dios permanece para siempre (1 Pedro 1:25), y hoy tiene el mismo filo que ayer para penetrar en nuestros corazones (Hebreos 4:12). Una tendencia que a veces tenemos, es la de querer avanzar en nuestros planes de lectura y en nuestros libros devocionales de tal manera que es desestimado muchas veces el devocional de ayer, por el de hoy. ¡Pero todavía hay alimento allí, nunca se acaba! Sigue con tu plan y con tu libro, pero ten en tu corazón y recuerda, repasa, las verdades de ayer. Ellas no tienen fecha de vencimiento. Una palabra que me marcó este último tiempo es: asimilación. El diccionario la define como: «Comprender lo que se aprende, incorporarlo a los conocimientos previos». Y es que yo mismo me di cuenta que muchas veces paso tan rápido por mis lecturas que no termino de comprender, aprender, e incorporar lo que ayer vi, y hoy ya estoy con algo nuevo. Si ayer medité en el salmo 130:5 que dice: «Espero en el Señor, en Él espera mi alma y en Su Palabra tengo mi esperanza», y medité en que debo aprender cada día a poner mi esperanza en el Señor, eso sigue siendo verdad hoy cuando leo otra verdad de la Escritura. Entonces puedo orar: «Señor, así como hoy me enseñas que debo poner mi confianza en Tí, porque Tú no abandonas a los que te buscan (salmo 9:10), debo seguir recordando que debo poner mi esperanza en Tí y aprender a esperar Tu salvación, no importa cuál sea mi circunstancia». Entonces mi ánimo es este: no desperdicies tu devocional de ayer. Toma esas verdades que has aprendido y recuérdalas, repásalas, apréndelas, sigue orando por ellas, incorpóralas a tu corazón junto con las verdades de hoy. Y que cada día vayamos a buscar nuestro alimento ante el Señor.

Enrique Oriolo

Enrique es co-fundador de Soldados de Jesucristo, actualmente sirve como misionero y pastor ordenado en la Iglesia Bíblica de City Bell, en Argentina. Está casado con Tamara y es padre de dos hijas, Luz y Paz.

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