Jesús mostró el mismo respeto hacia hombres y mujeres en Su vida terrenal. Este mismo Jesús, como cabeza de la iglesia, hace lo mismo. Dios envió a Su Hijo a restaurar a hombres y mujeres para que tengan una relación con Él y entre ellos. La imagen completa de esa restauración se ve en la iglesia, a medida que hombres y mujeres se vuelven uno en Cristo. Esta es la restauración que durará por siempre. Como creyentes, podemos vivir en ella ahora mismo. Viviendo en ella ¿Cómo, entonces, pueden las mujeres cumplir con el rol que Dios les ha dado en el cuerpo de Cristo, la iglesia? Con frecuencia empezamos dejando claro lo que estas epístolas no permiten que las mujeres hagan, y luego reconocemos brevemente lo que las mujeres sí pueden hacer. Empecemos con lo que vemos que las mujeres hacen. En el proceso, veremos no solo los límites y cómo tienen sentido; veremos el panorama completo y lo hermoso que es. El panorama de la iglesia es hermoso porque incluye una diversidad de seres humanos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, formando juntos el cuerpo de Cristo. Incluso mientras nos enfocamos en las palabras que se relacionan directamente con las mujeres, es importante seguir recordando que el Nuevo Testamento está lleno de enseñanzas y exhortaciones que aplican tanto a hombres como a mujeres. Es bueno pensar en toda la iglesia reunida recibiendo mandamientos como el de Pablo, cuando dice que “habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón” (Col 3:16). Orar y profetizar Vamos a 1 Corintios 11, donde Pablo comenzó mostrándonos un orden entre la mujer y el hombre que refleja el orden entre Cristo y el Padre. Ese es el principio central de esta sección, en la que Pablo está hablando acerca de las prácticas de adoración, una de sus áreas de instrucción para la iglesia en Corinto. El punto central de Pablo es que las distinciones en la creación del hombre y la mujer deben ser respetadas y afirmadas en la adoración. Él aplica su punto a los corintios con referencia a cubrirse la cabeza y la longitud del cabello, lo cual tenía un significado específico para los hombres y las mujeres de esa sociedad. Se esperaba que una mujer casada, por ejemplo, se cubriera la cabeza, para mostrar que estaba casada. La cabeza cubierta era una señal de identidad y respeto para su esposo, quien era su cabeza. Pero en el proceso de notar el orden y la distinción entre los hombres y las mujeres, no debemos pasar por alto lo que están haciendo los hombres y las mujeres: Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta deshonra al que es su cabeza. En cambio, toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra al que es su cabeza; es como si estuviera rasurada. (…) Juzguen ustedes mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? (1Co 11:4-5, 13). Aquí se asume claramente que tanto hombres como mujeres participarán en la adoración pública orando y profetizando. Sabemos cómo definir la oración: comunión directa con Dios en adoración y petición, hecha posible por el Señor Jesús, cuya sangre nos limpia y da acceso a Su Padre en Su nombre. La imagen aquí es una de hombres y mujeres adorando juntos como hombres y mujeres. Es una imagen que muestra el cumplimiento del propósito original de Dios al crear al hombre y a la mujer a Su imagen: en oración, los miembros de Su iglesia están reflejando al Dios trino juntos como un solo cuerpo, en una relación inquebrantable con Él y entre ellos. Pero ¿qué hay de la profecía? Vimos a Débora profetizar en el Antiguo Testamento. ¿Está Pablo hablando aquí de la misma actividad? Probablemente no. En los tiempos del Antiguo Testamento, los profetas entregaban la Palabra inspirada de Dios, escribiéndola según la guía del Espíritu Santo (2P 1:21). En los tiempos del Nuevo Testamento, los apóstoles entregaban la Palabra inspirada de Dios, escribiéndola según la guía del Espíritu Santo y completando así la revelación escrita de Dios. (También existen falsos profetas en todas las épocas; ellos entregan palabras que no son de parte de Dios.) En la iglesia establecida sobre la base de las Escrituras ya completadas, las palabras de profecía no equivalen a la Palabra inspirada de Dios; según las enseñanzas de Pablo, ahora las profecías podrían ser palabras impulsadas por el Espíritu Santo y entregadas a la iglesia, pero sujetas a la evaluación y corrección con las Escrituras, bajo la supervisión de ancianos que juzgan de acuerdo al testimonio bíblico o apostólico. Pablo explica cuidadosamente que las profecías deben ofrecerse de manera ordenada cuando la iglesia está reunida, una por una, para que todos puedan ser edificados (1Co 14:26-40). Las mujeres estaban plenamente involucradas en el ofrecimiento de la profecía, y estaban entre aquellos que traían “un himno, una enseñanza, una revelación, un mensaje en lenguas o una interpretación” (1Co 14:26). Imagina la variedad de voces participando en los momentos de adoración. Esto es importante y hermoso. En un servicio dominical al que asistí hace poco, una mujer dio un testimonio conmovedor acerca de la adopción. Incluyó un poco de su historia personal y algunas exhortaciones bíblicas partiendo del hecho de que Dios nos adoptó en Su familia. Fue un buen mensaje —y un ejemplo de lo que yo llamaría “profecía” neotestamentaria. Pablo continúa hablando acerca del juicio de las profecías (1Co 14:29-33), y es en este contexto que él da su controversial instrucción de que las mujeres deben permanecer en silencio: Como es costumbre en las congregaciones de los creyentes, guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar. Que estén sumisas, como lo establece la ley. Si quieren saber algo, que se lo pregunten en casa a sus esposos; porque no está bien visto que una mujer hable en la iglesia (1Co 14: 34-35). Acabamos de ver a las mujeres orando y profetizando, así que obviamente este no es un llamado al silencio total. Sin embargo, durante la evaluación de las profecías, las mujeres debían permanecer en silencio. Pablo se enfoca en las esposas que, en lugar de hablar durante este proceso de juicio, pueden honrar a sus esposos esperando y discutiendo más tarde con ellos en casa. Pablo también explica por qué el orden es importante. La frase “como lo establece la ley” (1Co 14:34) probablemente se refiere una vez más a Génesis y al orden creacional del hombre y la mujer que se encuentra en los libros de Moisés —llamados “la Ley”. La razón fundamental está en la naturaleza de Dios: “Dios no es un Dios de desorden, sino de paz” (1Co 14:33). La Trinidad existe en una relación perfecta y ordenada, y el hombre y la mujer reflejan ese orden (1Co 11:3). Claramente, ese orden debe resplandecer en la iglesia, incluso cuando los hombres y mujeres participan juntos en la oración y la profecía. Mujeres & Dios Páginas 143-146 Link con UTM: https://poiema.co/products/mujeres-dios?utm_source=WEB&utm_medium=extracto&utm_id=SDJ&utm_term=SDJ