«Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho El, y no lo hará? ¿Ha hablado, y no lo cumplirá?»
Números 23:19
El rey de Edom, Balac, estaba empecinado en destruir a Israel. Este pueblo estaba creciendo cada vez más y Dios le estaba dando la victoria sobre sus enemigos. Para ello, busca al profeta Balaam y le promete recompenzas para que maldiga al pueblo de Israel y este caiga en la desdicha. Balaam acepta y en el camino se encuentra con el Ángel del Señor quien le dice: «Ve con los hombres, pero hablarás sólo la palabra que yo te diga» (Nm 22:35). Balaam se encuentra con Balac, y por tres intentos, en diferentes lugares, trata de obedecer a Balac y maldecir a Israel, pero el Espíritu de Dios viene sobre él y lo que hace es dar una bendición sobre el pueblo del Señor. Vez tras vez le dice a Balac, quien está enfurecido, que él solo puede decir las palabras que Dios ponga en su boca, que si Dios ha decidido bendecir a Israel y nadie puede cambiar eso. En ese contexto vienen las palabras: «Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho El, y no lo hará? ¿Ha hablado, y no lo cumplirá?». ¡Qué maravilloso es nuestro Dios! ¡De qué manera tan grande podemos descansar en sus palabras y promesas! Él es soberano por sobre todo lo que existe, y nada hay que se escape de su control o que cambie su voluntad. Balaam intentó maldecir lo que Dios había bendecido y no pudo. Ni el mismo Satanás puede cambiar la perfecta voluntad del Señor. Él hará lo que quiera hacer. Siempre. ¡Qué ánimo nos dan a los creyentes estas verdades! Nosotros hemos depositado nuestra confianza en un Salvador que hizo lo que dijo que haría, morir en una cruz y resucitar al tercer día, y que hará lo que prometió: regresar por Su pueblo. ¿Qué dificultad atraviesas hoy? Confía en Su palabra, Él dijo… ¿Y no hará?