Yo puedo comer casi cualquier cosa. Soy un omnívoro aventurero y a menudo entro a los restaurantes con la esperanza de probar algo nuevo y diferente. Pero hay por lo menos una excepción: simplemente no puedo tolerar los camarones. Odio a esos escarabajos marinos que se alimentan en el fondo del mar y haré todo lo que pueda para evitarlos. A veces la gente trata de convencerme de que pruebe los camarones diciendo: «pero nunca los has probado frito en mantequilla de ajo» o «tienes que probarlos en la sémola de maíz”. Es inútil. Estoy fuera de toda tentación. La tentación es un tema común en la Biblia, pero me pregunto con qué frecuencia piensas en la naturaleza de la tentación. ¿Qué significa ser tentado? Una tentación es cualquier cosa que promete satisfacción al costo de tu obediencia a Dios. La tentación es cuando las circunstancias colaboran para que tengas la posibilidad y tal vez incluso el deseo de hacer algo que Dios prohíbe. Es dinero pero sin trabajar ( entonces robas), popularidad pero sin amabilidad ( entonces chismeas), satisfacción sexual pero sin matrimonio ( entonces cometes adulterio) – es la satisfacción que quieres pero a través de la desobediencia en lugar de la obediencia. Podemos obtener un entendimiento importante sobre la tentación a partir de dos ilustraciones claves en el libro de Santiago.
La ilustración de la pesca
Esto es lo que él dice en Santiago 1:14: «Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión”. Tenemos buenos y malos deseos. A lo que Santiago se refiere aquí son los malos deseos, los anhelos que tenemos por las cosas que Dios ha prohibido. Santiago dice algo como esto: tienes deseos internos que son malvados, un producto de tu naturaleza pecaminosa. La tentación llega cuando una circunstancia provoca uno de esos deseos. Aquí está la fórmula sencilla: deseo + circunstancia = tentación. Tus deseos pecaminosos te provocan hambre, un apetito, por algo prohibido, algo que crees que necesitas, algo sin lo cual crees que no puedes ser satisfecho. Luego llega una circunstancia que actúa como una carnada, como un anzuelo. Esa circunstancia presenta la oportunidad delante de ti, y entonces eres tentado a dar un mordisco. Pero lo que nunca pareces ver es que escondido en esa carnada se encuentra un filoso y peligroso anzuelo. Primero te atrae, y luego si caes en la tentación, te engancha y te arrastra. Lo que Santiago quiere que sepas es que no eres una víctima involuntaria de la tentación. La tentación no es un secuestrador que te arrastra a su auto pataleando y gritando y te lleva a donde no quieres ir. ¡Tú te subes solo en el carro! Eres un participante dispuesto a participar en tu propio secuestro, en tu propia tentación. Como dice John MacArthur, «El problema no es un tentador de fuera, sino el traidor de adentro».
La metáfora del nacimiento y la muerte
Santiago continúa en el siguiente verso: “Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte” (Stg.1:15). Él ilustra la situación a través de una metáfora de nacimiento y muerte y dice algo así: cuando te subes al asiento trasero con el malvado deseo, el deseo inevitablemente concebirá y dará a luz a un niño llamado pecado, y el pecado eventualmente dará a luz a un niño llamado muerte. No puedes juguetear con tu novia y luego actuar sorprendido cuando descubras que está embarazada; no puedes juguetear con el mal deseo y luego actuar sorprendido cuando peques. Nuevamente, tus tentaciones siempre involucran tus deseos. La tentación presenta una circunstancia delante de ti, y porque tienes una naturaleza pecaminosa, te enfrentarás a una lucha sobre si actuar o no según tus perversos deseos internos. Si actúas según ese deseo, te lleva al pecado. Pasas de los deseos internos a las acciones externas de pecado. Esas acciones pecaminosas siempre resultan en la muerte. Ese es el ciclo de la vida de pecado. La tentación envuelve tus deseos, actuar sobre esos deseos te lleva a pecar, y el pecado lleva a la muerte. Puedes preguntar: ¿y qué de satanás? ¿acaso no es él el tentador? ¿no estás advertido sobre el mundo, la carne y el diablo? Sí, por supuesto que sí. Pero ese no es el argumento de Santiago aquí. Él hablará de satanás más adelante, pero por ahora quiere que consideres tu propia disposición interior a pecar. Cuando haces algo que la Biblia prohíbe, o cuando quieres hacer algo que la Biblia prohíbe, tienes que mirar en tu interior y admitir tu amor por el pecado, tu atracción por el pecado. La tentación sólo es atractiva por el perverso deseo que habita dentro de ti.* ¿Cómo se puede detener el ciclo de pecado que lleva a la tentación que lleva a la muerte? Es muy sencillo. Tú haces todo lo posible para evitar las circunstancias que llevan a la tentación, y obras al nivel de los deseos, poniendo esos malos deseos a muerte, de modo que la tentación ya no puede enganchar esa carnada seductora delante de ti. Cuando el deseo está muerto, la tentación ya no es atractiva. Así que puedes presentarme el camarón en frente de mí. No seré tentado. ¿Por qué? Porque los odio. ¡Estoy muerto a los camarones! Simplemente no me atraen. Y esto es exactamente lo que tiene que ser verdad con respecto al pecado también. Mata los malos deseos, y reemplázalos por buenos deseos, y esas tentaciones ya no serán atractivas. * Jesús fue tentado pero no pecó. Fue realmente tentado, pero no tenía deseos malvados, ni apetito por el mal. Esto significa que no había nada a lo que la tentación pudiera engancharse, y por lo tanto Él nunca fue arrastrado por ningún anzuelo.