La sangre de Cristo en la piedad puritana

Los puritanos enseñaron una limpieza triple a través de la sangre de Cristo. En primer lugar, hubo una limpieza objetiva de los creyentes en la muerte y la resurrección de Cristo.
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Miremos a Cristo crucificado, el remedio de todas nuestras miserias. Su cruz ha encontrado una corona, Su pasión ha expiado nuestras transgresiones. Su muerte ha desarmado a la ley, Su sangre ha lavado el alma del creyente. Esta muerte es la destrucción de nuestros enemigos, la fuente de nuestra felicidad y el testimonio eterno del amor divino. — Stephen Charnock Aunque los puritanos no escriben prolíficamente sobre la doctrina de la expiación de Cristo en relación con Su justicia imputada y la manera en la que esa justicia es recibida por los pecadores a través de la fe obrada por el Espíritu para su justificación, tomaron una posición reformada firme en este asunto fundamental. La razón por la que no eran más prolíficos no es difícil de encontrar: Los reformados ya habían cubierto el tema exhaustivamente. En gran parte, los puritanos se enfocaron más en la santificación—es decir, vivir como cristianos con base en la sangre derramada de Cristo en cada esfera de la vida para la gloria de Dios—. Para los puritanos, esto era piedad experimental en su mejor forma. En este artículo, examinaremos la piedad puritana en relación con la sangre de Cristo. En primer lugar, deberíamos definir estos términos dentro del contexto histórico y teológico del puritanismo. Miremos a los dos términos en nuestro título:“la sangre de Cristo” y “piedad”. Para los puritanos, “la sangre de Cristo” podría representar (1) todos los sufrimientos expiatorios que Cristo soportó por los pecadores; (2) toda Su sangre derramada literal, desde la circuncisión hasta la muerte; (3) Su sangre vicaria derramada y los sufrimientos intensos en Getsemaní, Gabata y el Gólgota; (4) Su crucifixión expiatoria—es decir, Su sangre derramada particularmente en Su muerte—y (5) una combinación de todo lo mencionado, con un énfasis en la naturaleza substitutiva de Sus sufrimientos y muerte. Aquí, usaremos la quinta definición: una combinación de las otras cuatro definiciones, con un énfasis en la naturaleza substitutiva de los sufrimientos y la muerte de Cristo. Dentro de su contexto histórico y teológico, los puritanos eran firmes al destruir los errores de los semipelagianos, los católicos romanos, socinianos antitrinitarios y arminianos del libre albedrío. Se oponían a católicos romanos tales como el predicador jesuita y profesor, el Cardenal Robert Bellarmine (1542-1621). Rechazaron el socinianismo, particularmente las perspectivas de Laelius (1525-1562) y Fausto (1539-1604) y el Catecismo Racoviano (1605), lo cual expresaba teología sociniana. (Los socinianos negaban la deidad de Cristo y Su muerte como castigo por el pecado, oponiendo así a la doctrina fundamental de la Reforma de la justificación por la justicia imputada de Cristo). Algunos arminianos rechazaban la perspectiva substitutiva penal de la expiación; este rechazo fue desarrollado por Hugo Grotius (1583- 1645), que veía la muerte de Cristo solo como ilustrativa del castigo que la rebelión pudiera atraer y, por lo tanto, solo como un elemento disuasivo en los intereses de un buen gobierno. Los puritanos también se opusieron a las perspectivas de los amiraldianos y su universalismo hipotético y algunos escribieron contra las perspectivas neonominianas de Richard Baxter (1615-1691), que era un puritano, pero poco sólido en cuanto a la justificación. Al decir “piedad”, nos referimos a un temor a Dios como el de un niño que combina vivir para la gloria De Dios en cada esfera de la vida con un asombro reverente y amor celoso hacia Dios en todos Sus atributos. El verdaderamente piadoso es sensible a Dios y Su gracia. Son como Moisés en la zarza ardiente en Éxodo 3 e Isaías en sus visiones de Dios en el templo en Isaías 6. Conocen por experiencia que la muerte expiatoria de Cristo, la resurrección y la intercesión celestial nos libera del miedo esclavizador a Dios y promueve temor filial. Han experimentado gran asombro, adoración de corazón, confianza como la de un niño, sumisión piadosa y gozo profundo en Cristo. Este temor es a lo que Calvino llamó pietas (“piedad”) y declaró que era el corazón de toda verdadera religión y el propósito más importante por el cual escribió su clásico Institución de la religión cristiana. La limpieza redentora en la encarnación y la muerte de Cristo Para los puritanos, la verdad de que Dios encontró un remedio para el pecado del hombre a través de la encarnación y la muerte de Su Hijo desde la eternidad pasada (antes de que el hombre pecara) era una causa sorprendente para la humildad, el gozo y la adoración. Como escribió Thomas Goodwin (1600-1680): “Antes que viniera la herida [del pecado], [Dios] proveyó el bálsamo y remedio suficiente para vendar todo, lo cual de otro modo sería inalcanzable. Pues nosotros, que nunca hubiéramos podido encontrar un remedio para un dedo cortado (si Dios no hubiera prescrito y designado uno), mucho menos para esta vida”. Los puritanos se gloriaron en el amor divino revelado en la pasión de Cristo. Isaac Ambrose (1604-1664) escribió:“Ven y aprendamos a leer esta carta de amor enviada desde el cielo en letras de sangre (…) Cristo es burlado en todas partes, porque en todas partes, estábamos llenos de heridas, moretones y llagas podridas, Is. 1:6 (…) Oh fue un amor divino, fue el amor de Jesús, un amor que sobrepasa por mucho el amor de los hombres o las mujeres o de los ángeles”. La sangre de Cristo es suficiente para salvar al más grande de los pecadores de sus pecados. La sangre de Cristo, escribió Stephen Charnock (1628-1680). Limpia de todo pecado universalmente. Puesto que la sangre de una persona tan grande como el Hijo de Dios, es poderosa para limpiarnos tanto del más grande como el más pequeño. Si hubiera sido la sangre de una criatura pecadora, hubiera estado tan lejos de ser expiación, que más bien habría sido contaminación. Si hubiera sido la sangre de un ángel, aunque santa (suponiendo que tuvieran alguna que derramar), habría sido la sangre de una criatura y, por lo tanto, incapaz de llegar a un valor infinito; pero, puesto que es la sangre del Hijo de Dios, es la sangre tanto de una persona santa como la de una persona no creada e infinita. Así que ¿no es capaz de exceder todos los pecados finitos e igualar en dignidad la infinitud de la ofensa en cada transgresor? Los puritanos enseñaron una limpieza triple a través de la sangre de Cristo. En primer lugar, hubo una limpieza objetiva de los creyentes en la muerte y la resurrección de Cristo. Consiguientemente, sostuvieron una limpieza subjetiva en el momento en el que el alma pasa de muerte a vida al abrazar los méritos de Cristo en fe. Finalmente, afirmaron que había una limpieza sensible cuando el Espíritu Santo rociaba la sangre de Cristo en el alma para hacer el alma consciente de que está limpia, perdonada de todas sus transgresiones y con derecho a la vida eterna. Esta limpieza sensible a veces era llamada justificación en la corte de la conciencia. En las palabras de Stephen Charnock: La limpieza de la culpa pudiera considerarse como meritoria o aplicativa. Esta purificación fue obtenida meritoriamente, cuando la sangre de Cristo fue ofrecida a Dios; viene cuando una persona suplica por ella; puede sentirse cuando es rociada sobre la conciencia. Lo primero compra la remoción de la culpa, lo segundo la solicita y lo tercero la asegura; la una fue traída en la cruz, la otra se realiza delante de Su trono y la tercera es pronunciada en la conciencia. Páginas 399-402 Link UTM: https://poiema.co/products/una-teologia-puritana?variant=40982025076921&utm_source=WEB&utm_medium=extracto&utm_id=SDJ&utm_term=SDJ

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