La maternidad es un llamado (Y qué lugar ocupan tus hijos)

A donde quiera que vayas, la gente quiere hablar de tus hijos.
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Hace algunos años, cuando tenía sólo cuatro hijos y cuando el mayor todavía tenía tres años, nos fuimos todos a dar un paseo. Después de haber guardado el último vaso para bebes y estábamos listos para salir, mi hija de dos años, se volteó y me dijo: «¡Caray! ¡Estás con las manos llenas!». Ella también pudo haber dicho, «¿Sabes por qué están así?» o «¡¿Todo eso es tuyo?!». A donde quiera que vayas, la gente quiere hablar de tus hijos. Sobre el por qué no deberías haberlos tenido, cómo podrías haberlos evitado y por qué ellos nunca harían lo que tú hiciste. Ellos quieren asegurarse de que sepas que no sonreirás más cuando lleguen a la adolescencia. Y te dicen todo esto mientras esperas en la fila del supermercado, con tus hijos escuchando toda la conversación.

¿El peor trabajo?

Años atrás, antes de que esta generación de madres ni siquiera hubiera nacido, nuestra sociedad decidió qué lugar ocuparían los niños en la lista de cosas importantes. Cuando se legalizó el aborto lo hicimos ley. En esta lista, los hijos están muy por debajo del lugar que ocupa el ir a la universidad, por debajo de viajar por el mundo, por debajo de la vida nocturna, debajo del estar en forma, por debajo de una carrera profesional. De hecho, los hijos están por debajo del deseo que puedas tener de sentarte y mirar el techo, si en ese momento eso es lo que quieres hacer. Debajo de todo. Los hijos son la última cosa en la que deberías usar tu tiempo. Si creciste en esta cultura, es muy difícil tener una perspectiva bíblica sobre la maternidad. ¿Qué tanto escuchamos verdades parciales y medias mentiras? ¿Creemos que queremos hijos porque hay una cierta urgencia biológica o por el fantasma de la «bebe-manía»? ¿Queremos esto por la ropa bonita y las oportunidades de tomarnos fotos? ¿Es la maternidad el peor trabajo para aquellos que no pueden hacer nada más o para aquellos que están satisfechos con trabajos inferiores? Si es así, ¿en qué estamos pensando?

No es un pasatiempo

La maternidad no es un pasatiempo es un llamado. No tienes hijos porque te parezcan más lindos que las estampillas postales. No crías hijos porque te sobra tiempo para ello. La maternidad es la razón por la que Dios te dio tiempo. Las madres cristianas dirigen a sus hijos en un territorio hostil. Cuando estás con ellos en público estás apoyando y defendiendo lo que la cultura rechaza. Tú estás testificando públicamente que valoras lo que Dios valora (defender a los desprotegidos y a los necesitados) y que te niegas a valorar lo que el mundo valora. Tú representas todo lo que nuestra cultura odia porque representas el sacrificar tu vida por otro – y sacrificar tu vida por otro representa el evangelio. Nuestra cultura le tiene miedo a la muerte. Sacrificar tu propia vida, en cualquier manera, es aterrador. Curiosamente, es ese miedo lo que impulsa la industria del aborto: temor a que tus sueños van a morir, que tu futuro va a morir y que tu libertad morirá. El aborto trata de escapar de esa muerte, corriendo hacia los brazos de la muerte.

Corre a la cruz

Pero los cristianos deberían tener un paradigma diferente. Nosotros debemos correr a la cruz, a la muerte. Así que, renuncia a tus esperanzas, renuncia a tu futuro, renuncia a tus pequeñas molestias, renuncia al deseo de ser reconocida, renuncia a la irritabilidad con tus hijos, renuncia a tu casa perfectamente limpia, renuncia a tus quejas de la vida que estás viviendo, renuncia a la vida imaginaria que podrías tener tú sola. Renuncia a todo eso. Morir a ti misma no es el fin de la historia. Nosotras, más que cualquiera, deberíamos saber lo que viene después de la muerte. La vida cristiana es una vida de resurrección, una vida que no puede ser contenida por la muerte, una vida que solo es posible cuando se ha estado en la cruz y resucitado. La Biblia es clara sobre el valor de los hijos. Jesús los ama y ​​nos ordena a amarlos para criarlos en la disciplina del Señor. Hemos de imitar a Dios y disfrutar de nuestros hijos.

La pregunta es cómo

La pregunta aquí no es si estás representando el evangelio, sino cómo lo estás representando. ¿Entregas con resentimiento tu vida a tus hijos? ¿Contabilizas todo lo que haces por tus hijos al igual que un prestamista contabiliza las deudas? ¿O les das tu vida de la misma manera en que Dios nos la da gratuitamente? No es suficiente con fingirlo, aunque es posible que logres engañar a algunas personas. Esa persona en la fila en la tienda podría creerte cuando mostraste una sonrisa falsa, pero tus hijos no. Ellos saben exactamente en qué lugar de tu corazón y prioridades están. Ellos saben las cosas que valoras por encima de ellos. Ellos saben todo lo que te molesta y lo que sientes contra ellos. Ellos saben que fingiste una respuesta alegre a esa señora, solo para luego susurrarles amenazas o gritarles en el carro. Los niños saben la diferencia entre una madre que está poniendo su mejor cara con un extraño y una madre que defiende la vida de sus hijos con su sonrisa, su amor y su lealtad absoluta.

Las manos llenas de cosas buenas

Cuando mi niña me dijo «¡Tus manos están llenas!», estaba agradecida de que ella supiera cuál era mi respuesta. Era la misma respuesta que siempre le doy: «¡Sí, están llenas de cosas buenas!». Vive el evangelio en las cosas que nadie ve. Sacrifícate por tus hijos en lugares que solo ellos sabrán. Coloca el valor de ellos por encima del tuyo. Hazlos crecer en el aire puro de vivir el evangelio. Tu testimonio del evangelio en los pequeños detalles de tu vida es más valioso para ellos de lo que te puedas imaginar. Si les hablas del evangelio pero vives para ti misma nunca lo van a creer. Da la vida por ellos todos los días con alegría. Renuncia a la mezquindad, renuncia a la irritabilidad, renuncia al resentimiento de los platos sucios, de la ropa sucia, del cómo nadie sabe lo duro que trabajas. Deja de aferrarte a ti misma y aférrate a la cruz. Hay más alegría, más vida y más risas del otro lado de la muerte de lo que posiblemente pudieras llevar estando tú sola.  


Este artículo corresponde al primer capítulo del libro «Suficientemente Madre» publicado en español por Desiring God y Soldados de Jesucristo. Puedes adquirirlo en forma física en amazon o en sus versiones digitales gratuitamente aquí.

Rachel Jankovic

Rachel Jankovic (@LizzieJank) es esposa, ama de casa y madre de seis hijos. Ella es autora de dos libros: Loving the Little Years: Motherhood in the Trenches [Amando los pequeños años: la maternidad en las trincheras] (2010) y Fit to Burst: Abundance, Mayhem, and the Joys of Motherhood [A punto de estallar: abundancia, alboroto y las alegrías de la maternidad] (2013). Ella escribe en el blog feminagirls.com.

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