La conversión requiere fe

La fe cristiana es una confianza incondicional de que Dios mantendrá Sus promesas en el evangelio. Los tesalonicenses no firmaron una tarjeta o repitieron una oración.
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Para convertirse en cristiano no sólo debes arrepentirte sino también creer las buenas nuevas sobre Jesús. «Arrepentíos, y creed en el evangelio», dijo Jesús (Mr. 1:15). En el modelo de la conversión considerado anteriormente, Pablo destacó a los tesalonicenses como esperando «a su Hijo del cielo, que resucitó de los muertos, Jesús que nos liberta de la ira venidera» (1 Ts. 1:10). Fíjate que Pablo resume las buenas nuevas del evangelio en este versículo: Jesús, luego de resucitar de la muerte, promete liberarnos de la ira venidera. En respuesta, los tesalonicenses «esperan» a Jesús desde el cielo. Puede que no haya una mejor descripción de lo que significa creer que decir que uno espera a Jesús del cielo. Lo que no es la fe La fe o creer es más que aceptar un conjunto de ideas mentalmente. Sí, incluye la aceptación mental de la verdad del evangelio, pero Santiago nos advierte que los demonios creen la verdad sobre Dios y tiemblan (Stg. 2:19). La fe no consiste en recitar una fórmula verbal mágica. Sí, debes «confesar con tu boca que Jesús es el Señor y creer en tu corazón que Dios lo levantó de la muerte» como dice Pablo (Ro. 10:9). Pero eso no es un conjuro mágico. Ser salvo no es: decir las palabras y «listo». Desafortunadamente, los evangélicos le han pedido a las personas que oren las palabras «Jesucristo, soy un pecador, por favor perdona mis pecados», y luego les aseguran su salvación, como si las palabras tuvieran en alguna manera un poder intrínseco en ellas. Los católicos romanos han enseñado que la persona correcta diciendo las palabras correctas puede convertir el vino en sangre o hacer que el bautismo en agua regenere a un niño. Y los musulmanes te pedirán decir tres veces lo siguiente en árabe ante testigos: «no existe otro Dios más que Alá, y Mohammed es su profeta», y te convertirás en musulmán. Pero ¿cómo es que una fórmula verbal puede transformar un corazón que adora ídolos en uno que adora a Dios? La fe no es ser espiritual o pertenecer a una comunidad de fe o buscar dirección espiritual. Puede involucrar esas cosas, pero muchas personas hoy en día se consideran espirituales o dicen estar en una jornada, sin tener ningún conocimiento de Dios de la manera en que Se revela a sí mismo en Jesucristo. Lo que la fe es La fe cristiana es una confianza incondicional de que Dios mantendrá Sus promesas en el evangelio. Los tesalonicenses no firmaron una tarjeta o repitieron una oración. Ellos comenzaron a esperar a Jesús, y esto se manifestó en sus vidas. Los judíos dejaron de depender de Moisés y la Ley para la justificación. Los griegos dejaron de depender de sus ídolos. Todos ellos dejaron de depender de su prosperidad. En lugar de eso, comenzaron a depender de las promesas de Dios que están en el evangelio. El juicio y la condenación no los esperaba, sino la vida eterna con Dios. Así que comenzaron a vivir de manera diferente. Todo el mundo podía verlo. La fe cambió sus vidas, porque la fe no sólo repite las promesas de Dios a través de una oración, sino que también depende de esas promesas. Recientemente, uno de mis hijos se enfermó. Él sabía con anticipación que la enfermedad lo desorientaría mucho y que lo llevaría a un estado delirante por un tiempo. Por tanto, aunque mi hijo lo sabía, lo miré a los ojos y le dije: «no importa lo que suceda, recuerda dos cosas: te amo, y puedes confiar en mí». Cuando se presentó el estado delirante, mi hijo no era capaz de tener conocimiento de lo que sucedía a su alrededor, pero me miraba y yo le repetía: «Te amo. Puedes confiar en mí». Él sabía que podía depender de esas promesas. Eso es fe. Confiar en Dios, Su carácter y Su amor, y también depender de las promesas del evangelio y de nada más. Por eso es que Santiago dice que la fe sin obras es muerta (Stg. 2:17). La fe verdadera se apoya, depende, sigue y obra. ¿Qué tipo de fe enseñamos? ¿Qué significa este tipo de entendimiento de la fe para la vida de la iglesia? Primero, impacta lo que enseñamos y la manera cómo ofrecemos seguridad. Impacta aquello de lo que dependemos. Enseñar moralismo nos hace depender de nuestras buenas obras. Enseñar sinceridad nos hace depender de nuestras experiencias emocionales y de una cultura de renovación. Enseñar espiritualidad nos hace depender del hecho de una jornada y no de la esperanza del destino. Enseñar «resoluciones» nos hace depender de la oración que hacemos en el campamento de verano de niños o en el retiro para matrimonios. «Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe», dice Pablo (2 Co. 13:5). Pablo no nos dice que examinemos decisiones pasadas o si nos sentimos espirituales. Él instruye a los cristianos para que observen su vida hoy. La fe salvadora depende de Cristo y no lo deja ir. Y al igual que el arrepentimiento, deja evidencia a través de la vida del creyente. Como iglesias, queremos buscar la evidencia real de la gracia de Dios en la vida los demás y señalarnos esa evidencia uno al otro. ¿Qué tipo de fe ofrecemos? Segundo, entender la fe bíblica impacta nuestra evangelización. Si la evangelización sin arrepentimiento produce falsos convertidos, también la evangelización sin un entendimiento correcto de la fe. Tratar la fe como una afirmación mental o un credo verbal da lugar a «profesantes formales», como lo llamaban los puritanos. Estas personas pueden explicar el evangelio. Pueden estar de acuerdo con él. Han hecho la oración. Pueden haber sido movidos emocionalmente cuando la hicieron, pero no conocen a Jesús o dependen de sus promesas según lo que revelan sus vidas, relaciones y carácter. Por ejemplo, como dice Juan, «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Jn. 4:20). A partir del Segundo Gran Avivamiento, los evangélicos han considerado la conversión como una decisión. ¡Levanta tu mano! ¡Ven hacia adelante! ¡Ven al altar! ¿Cuál es el fruto de convertir la conversión en una decisión? Las iglesias llenas de cristianos profesantes cuyas vidas no son diferentes de aquellos que están en el mundo. Tasas de divorcios cristianos considerables. Materialismo desenfrenado. Alto uso de la pornografía. «Miembros» de iglesia que raras veces se congregan, si es que alguna vez lo hacen. El problema no es que tenemos cristianos en nuestras iglesias que aún pecan. Claro que los tenemos. El problema es que tenemos «cristianos» en nuestras iglesias que no son cristianos. Pero les hemos asegurado y dicho que nunca permitan que nadie los cuestione. Para nuestra vergüenza, nos jactamos de estas «decisiones» y contamos nuestra evangelización como un éxito. Sin embargo, ¿dónde está la gran mayoría de estos «convertidos» durante el año? ¿Por qué estamos tan emocionados? Temo que estamos emocionados porque son nuestros convertidos. Uno piensa en la historia de Charles Spurgeon sobre el Pastor Roland Hill. Un hombre borracho abordó un día al Pastor Hill y le dijo, «Oiga, Sr. Hill. Yo soy uno de sus convertidos.» Hill respondió, «tú debes ser uno de los míos. ¡Pero ciertamente no eres uno de los del Señor!». Cuando las oficinas, las escuelas y los campos de juego están llenos de nuestros convertidos, el mundo dice «si eso es lo que significa ser cristiano, ¿por qué molestarse con Jesús?». Podemos cosechar fácilmente, manipular y reunir decisiones. Pero Jesús nos dijo que fuéramos e hiciéramos discípulos. No decisiones, no convertidos, sino discípulos—seguidores de toda la vida que perseveran en las dificultades, toman su cruz y siguen a Jesús. ¿Qué tipo de fe modelamos? Finalmente, entender la fe bíblica impacta la membresía de iglesia. ¿Cómo Jesús llamó a las personas a responder al evangelio? «Arrepiéntete y cree en el evangelio» (Marcos 1:14-15). Y eso es exactamente lo que los discípulos hicieron primero. Ellos dejaron su vida anterior y siguieron a Jesús en arrepentimiento y fe. ¿Cómo es entonces que los apóstoles llaman a las personas hacia el evangelio? En el día de pentecostés, Pedro predicó a las multitudes en Jerusalén, «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch. 2:38). ¿Te fijaste en el cambio del lenguaje? «Arrepiéntete y cree» se convirtió en «arrepiéntete y bautízate». Con esto Pedro no estaba diciendo que el bautismo salva, sino que la manera en que la fe es manifestada es a través del bautismo. Así es como una persona que cree responde de forma pública. Permíteme retroceder un poco. En Mateo 16, Jesús confiere la autoridad de las llaves del reino en las iglesias locales a la afirmación formal de las confesiones verdaderas del evangelio y de los verdaderos confesantes. Luego en Mateo 28, Jesús establece la cena del Señor y el bautismo, que es la manera cómo las iglesias utilizan las llaves y garantizan la seguridad a los confesantes del evangelio. El bautismo es la primera demostración de seguridad pública con la que otras personas hacen acuerdo con tu profesión. Por eso es que una iglesia te bautiza en el «nombre» del Padre, del Hijo y del Espíritu (28:19). «¡Esta es la camiseta del equipo!». Entonces, la cena del Señor ofrece esa seguridad de forma continua. «Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan» (1 Co. 10:17). Participar del mismo pan afirma y revela quién es el cuerpo. Una iglesia también puede remover su afirmación de la profesión de fe de alguien a través de la disciplina de iglesia o excomunión, lo cual remueve a una persona de la mesa del Señor y de la membresía de la iglesia. En otras palabras, Jesús no dejó una multitud de individuos que se auto-justifican o que toman decisiones una sola vez. En lugar de eso, Él dejo una iglesia con la autoridad para bautizar y dar la cena del Señor, lo cual es otra forma de decir, Él dejó atrás algo que llamamos «membresía de iglesia». La membresía de iglesia, en su núcleo bíblico, es nuestra afirmación y control de nuestra profesión de fe y discipulado con Cristo, hecho a través del bautismo y la cena. Por tanto, cuando bautizamos a las personas debe ser la norma que las recibamos en la membresía de nuestra iglesia. Debe ser la norma, en otras palabras, de mantener juntos el bautismo y la santa cena. Uno es la puerta de entrada a la casa, y el otro es la comida familiar en la que seguimos participando. Mantenerlas juntas es la manera como hacemos más que afirmar las decisiones de una sola vez; es como afirmamos vidas transformadas de arrepentimiento continuo. Es como aseguramos que nuestras afirmaciones corporativas tienen integridad, y como luchamos contra los falsos convertidos y el cristianismo nominal. Por supuesto que habrá excepciones. Los visitantes de otras iglesias pueden visitar y unirse a ti en la cena, asumiendo que otra iglesia que afirma el evangelio afirmaría su profesión como miembros. Después de todo, tu iglesia no es la única iglesia en el mundo. Y algunas veces podemos bautizar a alguien y luego decir adiós inmediatamente mientras se van a otra ciudad o país. Pero esas excepciones no deben definir nuestra práctica regular. Una fe que se identifica con la muerte y resurrección de Jesús no puede estar separada de una fe que se identifica con el pueblo de Jesús. Como Gordon Smith lo expresó, «la conversión no es simplemente una conversión a Cristo; es también un acto de iniciación en la comunidad cristiana. La fe cristiana es algo distintamente social». Por tanto, la verdadera fe se une a una iglesia local mientras se une a sí mismo a Dios. Luego de que Pedro les ordenara a las personas que se arrepintieran y se bautizaran, leemos: «Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas» (Hch. 2:41). ¿Se añadieron a qué? A la iglesia en Jerusalén. Este artículo es un extracto del libro de 9Marks titulado Conversión que estará disponible próximamente en español. Este artículo fue publicado primero en la revista 9 Marcas.

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