Instrucciones para escuchar un sermón expositivo: sé un oyente humilde

A menos que seamos humildes y recibamos con pureza la Palabra de Dios, no seremos más que unos fariseos modernos, con mayor información, pero con un corazón rebelde expuestos a la condena.
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“Se nos ha dicho que los hombres no deben predicar sin preparación. Concedido, pero añadimos, ¡los hombres no deben oír sin preparación! ¿Quién, piensa usted que necesita mayor preparación, el sembrador o la tierra? Me parece que hay más preparación necesaria para el suelo que para el sembrador, más para el oyente que para el predicador.” —Charles Spurgeon.

Sumergirse en el océano de la predicación expositiva sana es una de las bendiciones más grandes que puede experimentar un cristiano. Sin embargo, aquel que escucha con un corazón orgulloso o desobediente, está en una condición peligrosa, puesto que la Palabra implantada que podría dar vida, pasa a convertirse en condenación (Juan 3:18). A la luz de Santiago 1:19-26, analicemos las dos marcas que todo buen oyente debe tener al escuchar predicaciones. Estas marcas son:

  1. Ser un oyente humilde, sobre lo que hablaremos en este artículo.
  2. Ser un oyente obediente, sobre lo que hablaremos en otro artículo.

Leamos:

Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas. (Santiago 1:19-21)

La primera marca de un buen oidor expositivo es la humildad.

Pero, ¿cómo podemos mostrar humildad al escuchar predicaciones expositivas?

  1. Reconoce que por la gracia de Dios estás siendo expuesto a una exposición sana y precisa de la Palabra.

Ya sea en tu iglesia local o en algún medio digital, cuando eres expuesto a una predicación que busca exaltar a Cristo y Su evangelio, por medio de una exegesis precisa del texto, debes dar gloria a Dios en humildad. Es por Su gracia que puedes estar a los pies de buenos maestros y alejado de las enseñanzas adulteradas que abundan en el mundo (cp. 2 Timoteo 4:3).

  1. Presta suma atención a la exposición.

No pienses en ninguna predicación como un simple mensaje más. Entiende que el Dios del universo te habla a ti, y que Él merece toda tu solicitud y diligencia al escucharle (Hebreos 2:1). De manera práctica, una buena forma de prestar atención al sermón es tomando notas registrando los puntos más importantes del mensaje y sus aplicaciones prácticas para tu vida.

  1. Sé tardó para hablar.

Sé lento para hablarte a ti mismo. Ten un corazón enseñable dejando que el texto bíblico te instruya y moldee. No permitas que tu “gran conocimiento” de la teología opaque el mensaje que Dios te ofrece. ¡Trata de callar y escucha! Suena fácil, pero es difícil prestar verdadera atención. También se lento para expresar tu entendimiento teológico. Escuchar decenas de sermones en YouTube no te hace un maestro al cual todos deban escuchar. “En las muchas palabras no falta pecado; Mas el que refrena sus labios es prudente” (Proverbios 10:19). Pon freno a tu lengua y recuerda la seria advertencia que nos da Santiago: “no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo” (Santiago 3:1).

  1. Se tardó para airarte.

En este contexto, Santiago hace referencia a la ira o molestia que puede causar una verdad bíblica en tu vida. Muchas personas tienen sus creencias erradas tan arraigadas, que simplemente rechazan de plano una verdad de la Palabra que no encaja con sus concepciones. Esto es orgullo delante de Dios. En esta actitud “no obra la justicia de Dios”. Date tiempo para considerar la exhortación que recibas al escuchar un sermón. No la rechaces solo porque no se amolda a tu “cajita teológica”. Trabaja fuerte, estudia, haz la obra de un bereano (Hechos 17:11), llega a una conclusión acerca de la interpretación del texto, y fortalece tus convicciones o abandona el error que has estado creyendo.

Conclusión

A menos que seamos humildes y recibamos con pureza la Palabra de Dios, no seremos más que unos fariseos modernos, con mayor información, pero con un corazón rebelde expuestos a la condena. Hermanos, seamos humildes al escuchar predicaciones expositivas. En el próximo artículo, conversaremos sobre la otra marca de un buen oyente de la Palabra: la obediencia a lo que Dios ha hablado.

Santiago Armel

Santiago Armel (M.Div.) Colombiano, hijo de Dios y profesional en comunicación. Vive en Los Ángeles, California con su esposa Juliana y su hijo Santiago. Actualmente realiza un Th.M. en The Master’s Seminary y trabaja en la organización de la Conferencia Expositores. Sirve como maestro en Estudios Bíblicos en Grace Community Church. Puedes seguirlo en Twitter.

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