Hoy la casa parece grande. Pocos años después de casarnos, Aileen y yo compramos la única casa que podíamos permitirnos en aquel momento: una pequeña casa adosada en un barrio antiguo. Nunca nos fuimos, nunca nos mudamos, nunca nos cambiamos de casa. Era lo suficientemente grande para nuestras necesidades y aquí criamos felizmente a nuestros hijos. Aunque a menudo nos parecía demasiado pequeña, hoy nos parece demasiado grande. ¿Qué uso le damos a todas estas habitaciones? ¿Para qué nos sirven a nosotros dos solos? Hoy nos parece grande, vacía y un poco triste.
La mesa del comedor parece grande esta noche. Algunos de nuestros mejores recuerdos familiares se crearon aquí. Cada noche nos reuníamos en torno a esta mesa para comer, hablar, reír, leer la Biblia y orar. En muchos sentidos, nuestra vida familiar giraba en torno a esta mesa. Cinco de nosotros nos sentábamos aquí, a menudo seis si uno de los niños del vecindario se unía a nosotros. Siempre estábamos un poco apretados, sentados codo con codo, con los pies chocando y luchando por el espacio debajo. Pero esta noche parece grande con solo dos de nosotros sentados aquí, solo dos de nosotros sentados en un extremo. Parece grande, vacía y un poco triste.
La sala parece grande esta noche. Podría pensarse que eso es imposible cuando nuestra sala es tan pequeña. Nunca pudimos acomodar suficientes sillas para sentarnos todos a la vez. Alguien siempre tenía que sentarse en el regazo o tumbarse en el suelo, o tres que se apretaban en un simple sillón. Aquí leímos muchos libros, libros que nos transportaban a la Tierra Media o a Narnia, a la costa del este canadiense o a las praderas americanas. Tantos libros, tantas historias, tantos recuerdos en un lugar tan pequeño. Pero esta sala de estar parece demasiado grande esta noche: grande, vacía y un poco triste.
Todo parece grande esta noche, grande, vacío y un poco triste. Sin embargo, mi corazón se siente lleno esta noche: lleno, complacido, y plenamente satisfecho, porque cada uno de nuestros hijos está justo donde el Señor quiere que estén. Una está en la universidad, el siguiente paso en su crecimiento, la siguiente etapa de desarrollo en lo que Dios ha hecho de ella. Otra está en casa con su esposo, felizmente instalada en su nuevo lugar, su nueva familia, su nueva vida. Otro está en el cielo, en el mejor y más seguro de todos los lugares, el lugar donde todos deseamos estar. Y esta casita solo estaba destinada a ser temporal para nuestros hijos, solo estaba destinada a ser el lugar en el que los prepararíamos, el lugar desde el que los lanzaríamos al mundo más allá y al mundo aún más allá de este.
Ahora subiré y me sentaré junto a Aileen en aquel pequeño sillón. Miraré la mesa vacía, contemplaré las sillas vacías, escucharé el silencio de una casa vacía y alabaré a Dios por todos los recuerdos, todas las bendiciones, todos los dulces placeres que experimentamos en esta pequeña casa que, al menos hoy, parece tan grande.
Este artículo se publicó originalmente en Challies.
