Sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su Hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2:6-7
En el Evangelio de Lucas, tan pronto como el autor se presenta como un historiador enfocado en los detalles (Lc 1:1-4), somos inmediatamente introducidos en un ambiente lleno de sucesos sobrenaturales (vv. 11-17). La historia del nacimiento de Jesús está llena de ángeles, predicciones y milagros (1:26–2:21), y cuando Lucas relata estos eventos, no los ofrece como historias imaginarias o especulaciones poéticas, sino tal como son: una historia real.
Cuando leemos que María puso a su Hijo primogénito, el mismo Hijo de Dios, en un pesebre, es porque así lo hizo. Cuando leemos que el niño que ella dio a luz fue concebido por obra del Espíritu Santo (Lc 1:31-35), es porque así fue. En lugar de ser datos innecesarios, estos elementos sobrenaturales son una parte integral del relato del Evangelio.
Hay quienes han llegado a la conclusión de que la narración del nacimiento de Jesús parece tan dramáticamente sobrenatural que resulta irreal. Ellos no lo creen, y lo dejan claro en sus enseñanzas. Han decidido que la historia sería más aceptable para todos si simplemente elimináramos lo milagroso.
Pero eso no se puede hacer. La historia del evangelio es sobrenatural en su totalidad, y no solo al principio, porque es la historia del Creador del universo entrando en el tiempo, revelándose como Salvador y Rey. ¡Seguramente sería más extraño si el Dios todopoderoso no entrara y saliera del mundo de maneras completamente sobrenaturales que hacen que los simples mortales se asombren! De hecho, en cada uno de los incidentes sobrenaturales que Lucas registró, hubo personas fieles que habían reflexionado sobre las Escrituras y anticipaban profundamente que Dios entraría en su entorno de una manera que nunca había sucedido y que nunca volvería a suceder. Cuando Dios vino, estas eran las personas que estaban listas para que Dios hiciera lo que solo Él podía hacer, estas fueron las personas que respondieron con fe.
En última instancia, el cristianismo no tiene sentido fuera de la todopoderosa y milagrosa intervención de Dios en el tiempo. Dios ha venido a nuestro encuentro, pero no en lo alto de las torres que hemos construido a partir de nuestras ideas y de la investigación de lo posible. Vino a nuestro encuentro en un establo de animales en Belén. Vino a nuestro encuentro en una cruz romana en el Calvario. Obra de maneras que no podemos explicar ni predecir.
Al reflexionar sobre la Palabra de Dios durante esta temporada de Adviento, considera Su obra divina, que ya se ha cumplido, y las formas en que Él continúa moviéndose hoy. Al hacerlo, tu corazón una vez más será conmovido por la maravilla del amor sobrenatural del Dios trino por ti, y tus ojos estarán preparados para ver formas sorprendentes en las que Dios está obrando en ti y a tu alrededor, formas que no puedes explicar ni predecir, pero que disfrutas y por las cuales alabas a Dios.
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