Este artículo pertenece al libro De vuelta a Cristo: Celebrando los 500 años de la Reforma escrito por pastores hispano hablantes y publicado por Soldados de Jesucristo. Estaremos regalando los archivos digitales de este libro el 31 de octubre de 2018, en celebración del aniversario de la Reforma protestante. Encuentro realmente fascinante esta idea: estar en el interior de un castillo medieval, en una habitación con sus muros de piedra, todo mi alrededor siendo alumbrado por la tenue luz de una vela. Allí, sentado en una mesa, mojando levemente la punta de una pluma sobre un tintero y escribiendo palabra por palabra en un rústico papel. Así, como creo que habrá hecho Martín Lutero al redactar sus pensamientos y verdades bíblicas en el tiempo de la Reforma protestante. Pero seré sincero, no cambio por nada la posibilidad de que, como ahora mismo, pueda escribir en un teclado de computadora casi al mismo tiempo que voy pensando. Entre otras cosas, creo que uno puede tener menos calambres de muñeca, mayor rapidez al escribir y comunicar ideas y una distribución mundial casi instantánea con solo subirlo al internet y las redes sociales. ¡Cómo ha cambiado todo!, ¿verdad? Pero vamos a ser honestos, ya sea que traigas de la cima de un monte humeante unas tablas de piedra con diez mandamientos, o encuentres un polvoriento rollo en un abandonado templo, o en medio de una persecución romana te den una carta para ser leída ante una congregación… una cosa es cierta: lo que marca completamente la diferencia es que por medio de ese canal venga la pura Palabra de Dios. Es solo ésta Palabra la que nos revela quién es Dios y lo que él ha hecho por nosotros. Es la que nos da la sabiduría para la salvación que es en Cristo Jesús, como dijo Pablo a Timoteo (2 Ti. 3:15). ¿Qué puede hacer un hombre por otro si ambos están ciegos? ¡Nada! Pero si el Dios de los cielos, quien nos ha creado, a quien hemos ofendido con nuestro pecado, quien nos juzgará en el día final y ante quien tenemos que rendir cuentas de nuestras acciones, decide mostrarnos un camino de salvación que, por amor y misericordia, él ha hecho para que seamos salvos de la ira venidera, por su gracia, aparte de nuestras obras, ¿no haríamos bien en oír? ¡Claro que sí! Por eso es que queremos la Palabra de Dios y no la de los hombres. ¿Qué es lo más maravilloso de la Reforma? Nuestro gran Dios, soberano y glorioso, lleno de gracia, autor y dador de salvación. Por su gran obra podemos celebrar y estar profundamente agradecidos por la Reforma protestante, porque fue en ese momento de la historia reciente, 500 años atrás, en medio de una gran oscuridad de pecado, cuando el soberano Dios decidió en el cumplimiento de su plan, que la luz de su Palabra resplandeciera de manera inconfundible. Allí, en medio de los sepulcros de la justificación propia, donde yacían los hombres muertos en sus pecados, fue que las palabras de la carta a los Romanos, «El justo por la fe vivirá» (Ro. 1:17), se convirtieron en la primer bocanada de oxígeno que da aquel que ha pasado de la muerte a la vida. Fue a partir de ese maravilloso redescubrimiento de la gracia y la justificación solo por fe, donde el velo del dios de este mundo fue quitado y la luz del evangelio de la gloria de Cristo resplandeció para vida eterna en miles y millones de personas. Hoy somos impactados de la misma manera a través de las redes sociales, los libros, los artículos, los sermones, las conferencias, las imágenes con citas, etc. Y no es otra cosa, que la Palabra de Dios la que nos ilumina nuevamente generación tras generación. Sea el medio que sea, si el mensaje es fiel a la Palabra de Dios producirá lo que Dios ha determinado que produzca: vida eterna y santificación. Nosotros, tú y yo, hoy tenemos el llamado de predicar el evangelio y de hacer discípulos a las naciones, de ser fieles a las Escrituras, de proclamarlas para la gloria de Dios. Escuchemos a Charles Spurgeon y obedezcamos su exhortación: «Prediquen a Jesucristo y a él crucificado. Dejen salir al León, y miren quién se atreve a acercársele».[1] La Reforma protestante fue el retorno a la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra. ¡Gloria a Dios por la Reforma! «Y a aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén» (Ef. 3:20-21). [1] Charles Spurgeon, «Cristo y sus colaboradores», sermón predicado el 10 de junio de 1886 en el Tabernáculo Metropolitano de Londres.