Una historia que apareció hace poco en Wired explica de manera práctica el reciente lote de cambios que Facebook ha realizado a sus algoritmos —los algoritmos que ordenan los millones de artículos, fotografías y videos disponibles para determinar los pocos de ellos que vamos a ver al deslizarnos por las actualizaciones de noticias. Este es su intento más reciente de evitar el flujo interminable de contenido ilegal, abusivo o inapropiado, y de ofrecer contenido seguro, inofensivo y que estén dentro de los límites de sus “normas de comunidad”. Los expertos creen que estos cambios algorítmicos afectarán nuestra experiencia en Facebook de manera sustancial al cambiar el tipo de contenido que veremos allí. De este modo, nos brinda la oportunidad de considerar lo que implica tener la cantidad de información que se nos ofrece en algoritmos, y preguntarnos si en verdad nos sentimos cómodos con la realidad de esta vida en línea. Voy a darles la sugerencia de que es tiempo de comenzar a dar algunos pasos para liberarnos de esto. Antes de seguir avanzando, necesitamos considerar el hecho de que lo que vemos en Facebook —y en Twitter, Instagram, Google News, Apple News y… — está determinado por algoritmos, fórmulas cuidadosamente codificadas para difundir algunos contenidos y suprimir otros. Ya es muy raro tener acceso a bases de datos completas. En cambio, lo que tenemos son los algoritmos previamente clasificados. Esto es necesario debido a la enorme cantidad de contenido que se produce en la actualidad y también debido a la pésima calidad de mucho de ese contenido.
La vida guiada por algoritmos
Funciona de esta manera. Cada día, millones de individuos y organizaciones crean decenas de millones de elementos de contenido. Desde los gigantes de las noticias como el New York Times que generan cientos de artículos diariamente, hasta los fotógrafos aficionados que comparten fotografías ocasionales, los blogueros que escriben sus “listicles” (1), los desconocidos que crean todos esos memes —todos esos creadores de contenido publican su material en unos pocos distribuidores. Estos son los sitios o las aplicaciones donde la gente va a descubrir o a consumir la mayoría de su contenido: Facebook, YouTube, Twitter, Apple News, etcétera. La tarea de un algoritmo es filtrar la cantidad de información que podría presentarnos para que veamos muy poco de ella. Toman esta determinación al considerar lo que sabe de nosotros y luego lo compara con los numerosos artículos, videos y fotografías que la gente ha publicado. Lo que nos presenta al abrir ese contenido es una cantidad relativamente escasa de información que considera que nos resultará más atractiva. Pero antes de que algo de esto pueda suceder, los algoritmos necesitan determinar si dicho contenido debe estar visible en primer lugar. YouTube, al fin de cuentas, no quiere servir contenido pedofílico a los pedófilos, y Twitter no quiere publicar contenido extremista a los extremistas. Por eso, toda la información enviada a esos distribuidores de contenido es inspeccionada por algoritmos para determinar, incluso, si debe estar disponible en sus plataformas o si se han de difundir en ellas. En teoría, estos algoritmos pueden distinguir entre un pezón masculino (permitido) y un pezón femenino (no permitido). En teoría, pueden distinguir entre una incitación al odio (no permitido) y la libre expresión (permitido). Lo que pasa por este primer conjunto de algoritmos se coloca en la categoría de contenido disponible que nos presentará el segundo conjunto de algoritmos. Hablaré más sobre esto en breve. La verdad es que mucha, y hasta quizás la mayoría de la información y el entretenimiento con que nos encontramos actualmente en línea está filtrado de esta manera. Cuando visitamos YouTube, cada uno de nosotros vemos la larga lista personalizada de videos que sus algoritmos han decidido que nos pueden llegar a ser atractivos. Abrimos la aplicación de Apple News y se nos presentan listas de artículos que sus algoritmos han determinado que nos pueden llegar a resultar lo suficientemente interesantes como para abrirlos y leer. Estas listas difieren de aquellas que ven nuestros esposos o esposas, padres o hijos o incluso nuestros hermanos gemelos. Sea en YouTube o en otro sitio, ya rara vez vemos colecciones de contenido completas y sin filtrar. Solamente vemos lo que los numerosos algoritmos nos presentan.
Los beneficios y los peligros
Es verdad que todas las tecnologías, invariablemente, vienen con sus beneficios y desventajas. Los algoritmos no son la excepción y se nos presentan con sus fortalezas y debilidades. Sus fortalezas son obvias. Por ejemplo, pueden clasificar las grandes cantidades de contenido hasta reducirlas en algo que sea más fácil de manejar, pueden distinguir entre lo que te puede interesar a ti y en lo que me puede interesar a mí, pueden detectar la desnudez y bloquearla para aquellos que no desean verla. Sin embargo, las debilidades pueden ser más difíciles de detectar. Permíteme enumerar algunos puntos.
- Son partidistas. Los algoritmos no son imparciales. Más bien, son creados por seres humanos que de manera inconsciente (o a veces, muy conscientemente) incorporan sus propias ideologías a sus fórmulas. Si la información y las perspectivas conservadoras se suprimen de forma algorítmica en la actualidad, como algunos han acusado, es probable que sea debido a que los no conservadores constituyen la gran mayoría de los empleados dentro de las compañías informáticas, y ellos han incorporado sus ideologías correspondientes. Si los cristianos conservadores codificaran los algoritmos, también serían partidistas, aunque obviamente de maneras diferentes.
- Son morales. Así como hay prejuicios dentro de los algoritmos, también hay moralidad. Los que codifican los algoritmos tienen que determinar lo que es bueno y malo, lo que es seguro para consumir públicamente y lo que es peligroso, lo que merece ser difundido y lo que merece ser eliminado, lo que constituye una incitación al odio y lo que es la libre expresión legítima. Esta es la razón por la que los que defienden la moralidad sexual moderna tienen más probabilidades de que su contenido sea diseminado de manera algorítmica, mientras que los que defienden la moralidad sexual tradicional tienen más probabilidades de que su contenido sea eliminado. Esta moralidad está codificada en los algoritmos por sus creadores.
- No pueden determinar la verdad ni la precisión. Los algoritmos son apropiados para presentar contenido que es atractivo, que llama nuestra atención, que nos insta a verlo, hacer clic en él y compartirlo. Pero no son adecuados para determinar lo que es verdad y lo que es útil, o lo que sea digno de dedicarle nuestro tiempo y atención. En otras palabras, son mejores para complacernos que para instruirnos, y son mejores para ofrecernos lo que es popular que para mostrarnos lo que es verdadero.
He hecho una lista de algunos de los tantos motivos de preocupación, pero confío en que éstos son suficientes para que nos pongamos a pensar en el lugar y la prominencia de los algoritmos en la vida moderna. Y al ponerlos todos juntos, podremos ver, por ejemplo, que la gente que está detrás del algoritmo de Facebook le han incorporado necesariamente sus propios prejuicios y moralidad. Han determinado lo que representa la verdad y el error, lo que constituye el odio y el amor, lo que se debe viralizar y lo que se debe eliminar inmediatamente. No es ningún secreto que la gran mayoría de la gente que trabaja para las grandes compañías de informática no son conservadores ni amistosos con ellos en cuanto a la religión, la política o los asuntos de moralidad. Esta gente tiene un poder inmenso —un poder que nosotros les hemos dado al aceptar sin reservas su producto y el poder que seguimos otorgándoles al seguir usando ese producto. Ahora, ellos son los guardianes de la gran cantidad de información con que nos encontramos día tras día.
La solución: la autoconservación
Por todas las razones anteriores, estoy convencido de que hay un valor y una necesidad crecientes en la autoconservación. Es hora de escapar de los algoritmos, por lo menos en esas áreas de mayor importancia para la buena vida y la fe cristiana. Seguramente, podemos dejar que los algoritmos hagan su trabajo mágico mientras hojeamos los libros en Amazon o buscamos entretenimiento en YouTube. Pero a la hora de capacitarnos, edificarnos e informarnos, necesitamos asumir la responsabilidad. Con este propósito, quiero ofrecer dos sugerencias generales con algunas especificaciones para cada una. En primer lugar, sé tu propio curador. Descubre fuentes confiables de noticias, artículos y otro tipo de información y organízalos por tu cuenta. No te apoyes en Facebook para determinar, por ejemplo, cuándo debes leer un artículo de WORLD, Desiring God o Modern Reformation. En cambio, visita estos sitios regularmente por tu cuenta pues así podrás determinar cuándo tienen algo que será de beneficio para ti. Recuerda que de no ser así, algunos de sus artículos más atractivos e importantes jamás llegarán a ti, debido a que el algoritmo puede denegarlos o eliminarlos. Específicamente:
- Usa Feedly o un servicio similar. Por medio de la magia de una tecnología oculta llamada RSS, Feedly te permite suscribirte a los sitios y luego, ver todo su nuevo contenido. El uso de algoritmos no es necesario, así que tendrás que ser tu propio curador. Aprenderás rápidamente cómo hacer caso omiso de los encabezados para encontrar el material que te resultará beneficioso. Deja pasar algunos, así podrás leer unos pocos en profundidad.
- Regístrate para recibir los boletines por correo electrónico de las fuentes confiables de información y noticias.
- Suscríbete a los canales de YouTube. Cuando haces clic en el botón “subscribirse”, los nuevos videos de ese canal siempre aparecerán en tu barra lateral. Esto significa que no necesitarás apoyarte en el algoritmo de YouTube para encontrar y recomendar esos videos. Al fin de cuentas, pueden ser el tipo de contenido que YouTube permitirá formalmente, pero que eliminará de manera algorítmica. (Pero recuerda, es posible que YouTube ya haya denegado o eliminado de manera algorítmica los videos que considera inapropiados).
- Desactiva el algoritmo en Twitter para que puedas ver todas las actualizaciones de manera cronológica y no algunas de forma algorítmica. Como alternativa, usa una aplicación de terceros que te ofrezca esta función. (Pero recuerda, es posible que Twitter ya haya denegado o eliminado de manera algorítmica tuits que considera inapropiados).
- Marca ciertos sitios como “aparecer primero” en Facebook. (Pero recuerda, es posible que Facebook ya haya denegado o eliminado de manera algorítmica publicaciones, imágenes o videos que considera inapropiados).
En resumen, reduce tu apoyo en los sitios con algoritmos cuando se trata del contenido importante y significativo. Segundo, busca otros curadores confiables. Busca curadores que sean de tu confianza —personas en quienes confías cuya teología, política u otros intereses sean afines—y deja que te sirvan como filtro. Luego, busca una manera de seguirlos fuera de los algoritmos (es decir, fuera de Facebook, Twitter o Apple News).
- Suscríbete a sus boletines por correo electrónico.
- Síguelos utilizando Feedly u otro servicio RSS (ver más arriba).
- Hazte el hábito de visitar sus sitios periódicamente.
No temas seguir a los creadores o curadores cuyas perspectivas difieren de las tuyas; cuídate del “efecto cámara de resonancia” de Internet.
Seamos libres
Cada vez me queda más claro que no nos hemos detenido a pensar seriamente en lo que hacen estos algoritmos. Hemos estado pasivos y en ignorancia mientras ellos invadían nuestras vidas en gran manera y moldeaban mucho de lo que vemos y vivimos en línea. Es hora de considerar todo lo que sabemos de Mark Zuckerberg (Facebook), Jack Dorsey (Twitter), Tim Cook (Apple) y de todos los demás, y preguntarnos: ¿en verdad queremos darles esta clase de autoridad? Permitirles juzgar lo que nos resulta interesante e informativo es cederles la autoridad de decirnos lo que ellos determinan que es inapropiado u ofensivo.
Es tiempo de enfrentarnos a lo mucho que toleramos perder al vivir una vida guiada por algoritmos. Es hora de ser libres. (1): Listicles: Tipo de textos que debe su nombre a la combinación de dos palabras en inglés: list (listas) y article (artículos); es decir que un listicle es un artículo presentado como una lista.