Todos estamos algo familiarizados con esa profunda y persistente ansiedad en la boca del estómago, esa obstinada preocupación que rehúsa calmarse. La causa y el efecto puede variar un poco para cada uno, pero todos tenemos un momento y un lugar y conjunto de circunstancias que nos causan ansiedad. En su libro Running Scared, Edward Welch hace 4 fascinantes observaciones acerca de los preocupados y su estilo de plantear visiones. Los preocupados viven en el futuro Los preocupados viven en el futuro. Todos somos personas del pasado, presente y futuro, y la preocupación encuentra la forma de abarcar las tres zonas temporales. El temor suele ser gatillado por sucesos del pasado, luego reacciona con una crisis presente, y anticipa sus consecuencias en el futuro. No obstante, la preferencia del temor es señalar el futuro, y para ello se apoya en el poder de la imaginación. Tendemos a pensar que la imaginación es el ámbito de los niños, pero igualmente es el ámbito del preocupado. Tenemos imaginación para que podamos considerar las cosas que todavía no existen. Admiramos a las personas con imaginación expansiva como visionarios, personas capaces de mirar al futuro y anticipar la trayectoria de la nación, de la iglesia, de los negocios, o del individuo. El preocupado también es un visionario, en cuanto ve, o piensa que ve, el futuro y lo que este depara. Vive en el futuro. Crea una visión del futuro, se traslada hasta allí en su mente, y siente todas las emociones que esto conlleva. Los preocupados ven el futuro en detalles ínfimos y cruentos Los preocupados viven en el futuro, y ven ese futuro en detalles ínfimos y cruentos. No puedo decirlo mejor que Welch: «Los preocupados son visionarios sin el optimismo». Eso lastima. Mientras que un visionario tiene una mirada optimista del futuro basada en su capacidad para ver patrones actuales y predecir mejores alternativas, un preocupado ve el futuro con gran detalle, pero siempre con detalles cruentos. Cuando ella anticipa la cita médica de mañana, ya está viviendo en un futuro donde su hijo lucha con el cáncer y sucumbe a él. Cuando ve a su hijo sacar el auto, tiene una visión de metales retorcidos y cuerpos lastimados. Ella ve el futuro, pero lo ve sombrío y desalentador. Los preocupados son falsos profetas Los preocupados siempre están mirando al futuro, un futuro trágico y brutal. El preocupado asume una especie de rol profético y permite que sus ocasionales éxitos en predecir acertadamente ese terrible futuro establezca su reputación como alguien que entiende lo que los demás ignoran. Cree que sabe lo que depara el futuro y se sorprenderá, quizá incluso se enojará, porque otros no ven lo que él ve. El preocuparse por aquellos que no lo hacen se convierte en su trabajo. No obstante, cuando el preocupado mira al futuro, siempre está equivocado, al menos en parte de lo que ve. Aun en aquellos casos en los que está en lo correcto en la escena general (si un hombre se pasa la vida preocupado de que las personas que ama sufran un infortunio médico, tarde o temprano esa predicción será correcta), sigue estando equivocado en muchos detalles. El grado de éxito es patético. En el Antiguo Testamento, las personas que hablaban del futuro y predecían juicio eran conocidos como profetas. La única forma en que un profeta podía conservar su credibilidad era ser infalible, que cada predicción fuera correcta en todos sus detalles. Quizá los preocupados harían bien en dejar de excusarse diciendo «solo soy un preocupado» y más bien declarasen: «Soy un profeta». Los preocupados son inmunes a la razón Finalmente, los preocupados son inmunes a la razón. En tanto que se añade preocupación a la preocupación, a medida que la ansiedad empeora y conduce a una conducta irracional, los seres queridos tratan de ayudar. Ellos explican que la preocupación nunca ha logrado nada ni ha mejorado una situación; ellos muestran que la preocupación es más parecida a la astrología que a la profecía. Cuando nada más ayuda, puede que intenten arreglar el problema asegurando el entorno: comprando un perro o instalando una alarma, o comiendo más saludable. Pero este tipo de seguridad no puede hacer más que mantener brevemente la preocupación a raya. Tarde o temprano va a volver, porque la preocupación es irracional, resistente a la razón. Es imposible razonar con una persona en una postura irracional. La respuesta Entonces, ¿qué podemos hacer por el preocupado? ¿Qué hacemos si nosotros somos los preocupados? Welch dice: Cuando resuena la preocupación, mírate firmemente a ti mismo más bien que a las circunstancias. Pregúntate en qué estás confiando. Considera tu escaso registro de predicciones; no obstante, reconoce que todos estos pasos, aunque pueden dar cierta esperanza, todavía no hacen retroceder los límites del temor y la preocupación. La sola razón no puede hacerlo. Enfrenta la realidad de que tenemos que salir de nosotros para hallar una respuesta y buscar al Dios que tiene el control.