Dulces promesas de bendición, terribles amenazas de juicio

¿Quieres ser bendecido? ¿Quieres experimentar el favor de Dios? Entonces, honra a tus padres.

La semana pasada les expliqué la razón por la que creo que el quinto mandamiento —honra a tu padre y a tu madre—, es el mandamiento que hemos olvidado. La respuesta fue abrumadora y me demuestra lo que sospechaba: mucha gente tiene serias dudas y preocupaciones sobre este mandamiento. Nos sentimos cómodos con sus implicaciones para los niños, pero perplejos cuando se trata de las implicaciones para los adultos. ¿Cómo mostramos nosotros, como adultos, la honra a nuestros padres? ¿Cuáles son las obligaciones que permanecen vigentes para nosotros? ¿Qué pasa con los padres difíciles, ausentes, abusivos o aun aquellos que han muerto? ¿Cuáles son las limitaciones de este mandamiento? Estas son excelentes preguntas y, a medida que avancemos, intentaremos llegar a conclusiones satisfactorias. Hoy queremos explorar los beneficios que Dios promete a los que obedecen Su mandamiento. Sin embargo, esto significa que también debemos analizar las horribles consecuencias que promete a los que desobedecen. Cuando se trata de la relación de los hijos con sus padres, la Biblia ofrece dulces promesas de bendición, pero también terribles amenazas de juicio.

Un mandamiento con promesa

Los Diez Mandamientos desempeñan un papel crucial en nuestro mundo: Enseñan a los seres humanos a vivir como Dios quiere que vivamos. El Dios que nos creó, nos revela Su ley para dirigirnos hacia una vida más plena y satisfactoria. Estos mandamientos indican a las personas rebeldes y desordenadas cómo vivir en sumisión y orden. El quinto mandamiento, pues, se dirige a las personas propensas a rebelarse contra la autoridad —es decir, a todos nosotros— y dice: «Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da» (Deut. 5:16). ¿Notaste que Dios conecta bendiciones con este mandamiento? El apóstol Pablo, escribiendo siglos más tarde, se asegura de señalarlas cuando se dirige a los hijos pequeños de la congregación de Éfeso. Dice: «Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo.  Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra» (Efesios 6:1-3). En estas dos frases hay tres razones por las que los hijos deben honrar a sus padres, así como dos grandes promesas para quienes lo hacen. ¿Por qué los hijos deben honrar a sus padres?

  • Primero, porque la naturaleza lo exige. Pablo dice simplemente: «esto es justo». Esta es la forma en que Dios ha creado a la humanidad, para que los hijos honren a sus padres. Todos los humanos de todos los tiempos tienen este conocimiento y esta expectativa.
  • Segundo, porque la ley de Dios lo exige. Pablo cita el quinto mandamiento para mostrar que Dios exige la honra como parte importante de Su voluntad revelada para la humanidad.
  • Tercero, porque el evangelio lo exige. Pablo dice que los hijos deben obedecer a sus padres «en el Señor». Los que han puesto su fe en el Señor están llamados a seguirle en todo. El evangelio asegura a los hijos que pueden honrar gozosamente a sus padres y el evangelio les da la motivación para poder hacerlo.

¿Qué ocurre con los que hacen caso a la naturaleza, la ley y el evangelio para honrar a sus padres? Dios los bendice: «… para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra». La bendición de Dios para los que obedecen el quinto mandamiento se manifiesta de dos maneras: una larga vida y una buena vida. Estas bendiciones son tanto un motivo para obedecer como una consecuencia natural de dicha obediencia.

Una vida larga, una vida buena

Los Diez Mandamientos fueron dados por Dios a un pueblo particular en un contexto único. En aquella época, vivir mucho tiempo y vivir en la Tierra Prometida eran las pruebas definitivas de la bendición divina. Eran señales de que el pueblo gozaba del favor de Dios, de que estaba experimentando la buena vida prometida que viene con la fidelidad a sus obligaciones del pacto. Por otro lado, una vida acortada o una vida vivida en el exilio eran las pruebas definitivas del desagrado divino, de que estaban experimentando las maldiciones que vienen con el incumplimiento de sus obligaciones del pacto. Debemos entender, al igual que los israelitas, que estas promesas no eran garantías. La intención de Dios no era comunicar «honra a tus padres y te garantizo que vivirás hasta cumplir al menos ochenta años». Tampoco quiso comunicar: «Si tienes una vida corta es prueba de que has deshonrado a tus padres». Más bien quiso señalar la verdad de que los que honran a sus padres generalmente experimentan una vida mejor que los que no lo hacen. ¿Por qué? Porque aquellos que honran a sus padres están haciendo las cosas a la manera de Dios, viviendo de la manera que Dios diseñó para que los hombres vivieran. ¿Qué es lo que encierra, pues, la promesa de esta buena y larga vida? Dennis Rainey lo plantea en forma de preguntas seguidas de una respuesta. «¿Quieres vivir con el favor de Dios sobre ti? ¿Quieres sentir la bendición y la buena mano de Dios sobre tu vida? Entonces obedece Sus mandatos». También señala un beneficio que no es tan evidente: honrar a nuestros padres ayuda a completar nuestra transición a la edad adulta. Cuando buscamos deliberadamente formas de honrar a nuestros padres, empezamos a corresponder al amor que nos han dado desde el momento del nacimiento. Completamos la relación tendiéndoles la mano con amor, tal y como ellos nos la han tendido siempre. El amor, el cuidado y la honra es ahora mutuo, tal y como Dios quiere. Hemos crecido.

Una vida corta, una vida miserable

Aunque el quinto mandamiento establece las condiciones de la bendición por la obediencia, implica las consecuencias de la desobediencia. Estas consecuencias se explican con más detalle en otras partes de la Biblia; primero, en la ley civil y luego, en la literatura sapiencial del Antiguo Testamento. Cuando Dios reveló la ley que regiría a la nación de Israel, incluyó un castigo para aquellos que violaran el quinto mandamiento de forma flagrante y sin arrepentirse. Puede sorprendernos darnos cuenta de que este era el mismo castigo para el asesinato y otros crímenes horrendos:

  • «El que hiera a su padre o a su madre, ciertamente morirá». «El que maldiga a su padre o a su madre, ciertamente morirá» (Éx. 21:15, 17).
  • «Todo aquel que maldiga a su padre o a su madre, ciertamente se le dará muerte; ha maldecido a su padre o a su madre, su culpa de sangre sea sobre él» (Lev. 20:9).
  • «Si un hombre tiene un hijo terco y rebelde que no obedece a su padre ni a su madre, y cuando lo castigan, ni aun así les hace caso, el padre y la madre lo tomarán y lo llevarán fuera a los ancianos de su ciudad, a la puerta de su ciudad natal , y dirán a los ancianos de la ciudad: “Este hijo nuestro es terco y rebelde, no nos obedece, es glotón y borracho”. Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá esto y temerá» (Deut. 21:18-21)

¡Y pensar que hoy vemos como algo normal la rebeldía de nuestros niños y adolescentes! ¡Y pensar que hoy en día tomamos con tanta ligereza este tipo de desafío! La ley de Dios muestra la seriedad con la que Dios toma el quinto mandamiento. ¿Cómo es, entonces, que lo tratamos con tanta ligereza? El libro de los Proverbios muestra además el horror y las consecuencias de deshonrar a los padres:

  • «El que asalta a su padre y echa fuera a su madre es un hijo que trae vergüenza y desgracia» (Prov. 19:26).
  • «Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara en medio de las tinieblas» (Prov. 20:20).
  • «Al ojo que se mofa del padre, y escarnece a la madre, lo sacarán los cuervos del valle, y lo comerán los aguiluchos» (Prov. 30:17).

Aunque se presenta en un lenguaje poético, la imagen es clara: hay las más dulces bendiciones almacenadas para aquellos que obedecen el quinto mandamiento y hay los más terribles juicios almacenados para aquellos que no lo hacen. Dios espera y exige que los hijos honren a sus padres.

El deber de honrar

Nosotros no vivimos en el antiguo Israel. Ya no estamos bajo las leyes civiles de la nación de Dios. Sin embargo, las bendiciones de Dios todavía se extienden a nosotros. Después de todo, Pablo aseguró libremente a los hijos de Éfeso que Dios los bendeciría si honraban a sus padres. Ellos reconocerían, como nosotros, que la promesa de la tierra ya no es válida. (¿Notaste que en Efesios 6 Pablo cita el Antiguo Testamento, pero omite la parte de la tierra que el Señor tu Dios te da?). Pero la regla general permanece: Si vivimos en los caminos de Dios, recibimos el favor de Dios; si desafiamos los caminos de Dios, perdemos el favor de Dios. Le debemos a nuestros padres el deber de la honra y esto funciona así: Honra a Dios honrando a tus padres y espera que te vaya bien; deshonra a Dios deshonrando a tus padres y espera que no te vaya bien. Es la forma en que Dios ha estructurado Su mundo.

Una pregunta

Dios extiende Su bendición a aquellos que honran a sus padres. La Biblia no pone ninguna limitación al respecto. No hay ninguna indicación de que el deber de honrar caduque cuando nos hacemos mayores, o nos casamos, o somos económicamente independientes. No hay ninguna indicación de que se anule cuando nuestros padres son injustos, o poco amables, o incluso imposibles, o totalmente abusivos. Hablaremos más de esto en un futuro próximo, después de que hayamos pasado a la complicada cuestión de la obediencia. Pero por ahora, permíteme dejarte con esto: ¿Quieres ser bendecido? ¿Quieres experimentar el favor de Dios? Entonces, honra a tus padres. Hasta donde puedo ver, es así de simple, así de sencillo. Dios acumula bendiciones para dispensar a los que obedecen este mandamiento. Este artículo se publicó originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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