Oramos para que Dios nos libre de nuestras pruebas, pero a veces no lo hace. Oramos para que nos libere de nuestras cargas, pero a veces siguen presionando con fuerza nuestros hombros. ¿Por qué? J. R. Miller ofrece una respuesta útil en esta breve cita.
Algunos piensan que cada vez que tienen un pequeño problema, un camino difícil que recorrer, una carga que llevar, una pena que enfrentar, una prueba de cualquier tipo, todo lo que tienen que hacer es invocar a Dios y Él quitará esa dificultad, o evitará lo que impide liberarlos por completo.
Pero esta no es la manera habitual de Dios. Su propósito con respecto a nosotros no es facilitarnos las cosas, sino hacer algo de nosotros.
Así que cuando le pedimos que nos libre de nuestras cargas, que nos quite la dificultad de nuestra vida, que haga que el camino sea fácil para nuestros pies, que nos alivie el peso, Él simplemente no lo hace. Realmente sería muy antipático y carente de amor por Su parte hacerlo. Sería darnos un camino más fácil hoy, en lugar de una visión de la montaña mañana.
Por lo tanto, las oraciones de este tipo quedan sin respuesta. Debemos llevar la carga nosotros mismos. Debemos subir el camino empinado para estar en la cima radiante. Dios quiere que aprendamos las lecciones de la vida, y para ello hay que dejar que resolvamos los problemas por nosotros mismos.
“Debemos dejar que nosotros mismos resolvamos los problemas”, dice. No sin el cuidado, la asistencia y la guía de Dios, por supuesto. Pero sin su alivio inmediato. A veces nos exige que levantemos, llevemos e incluso mantengamos una pesada carga durante mucho tiempo. Porque Su preocupación no es facilitarnos las cosas, sino hacer algo de nosotros.
Este artículo se publicó originalmente en Challies.