Devocional de navidad: Una misión definida

Satanás sabe que Jesús tiene una misión definida, y quiere entorpecer y frustrar los planes de Dios.

La imagen de un bebé en el pesebre puede ser tierna, pero es necesario que recordemos que ese bebé vino a este mundo con una misión: morir en nuestro lugar. María sabe que Jesús vino a este mundo con esa misión. Jesús sabe que vino a este mundo con esa misión. Satanás sabe que Jesús vino a este mundo con esa misión. Satanás y sus torpes intentos El niño que nació en un pesebre tiene escaso tiempo en este mundo cuando ya Satanás, que no desconoce la misión de Jesús, intenta presentar oposición y deshacer los planes de Dios. En su afán de terminar con la amenaza que Jesús supone usa a Herodes como un instrumento para intentar darle muerte. Herodes decide matar a Jesús, y para no fallar en sus propósitos, da muerte a todos los niños menores a dos años en Belén y sus alrededores. Una terrible matanza. Belén y los alrededores se llenan del llanto y la angustia de las madres de esos niños. Y a pesar de todo el dolor que causa, Satanás no puede lograr su objetivo. José ha sido advertido en sueños y se ha marchado, justo a tiempo, rumbo a Egipto (lo cual ya estaba profetizado).  Satanás considera que tiene la oportunidad de frustrar los planes de Dios, que puede sorprenderlo, que puede obligarlo a desviarse de Sus caminos y propósitos. Imposible, eso no puede pasar. Cuando observamos la historia de la redención, los planes de Dios no son sinuosos o improvisados. Hay una línea recta hacia el cumplimiento del plan perfecto del Señor, cuyo inicio es incluso anterior al Edén. Satanás, o cualquier ser humano que actúe bajo su influjo, no pueden, ni en lo más mínimo, entorpecer los designios soberanos de Dios. Cuando observamos este episodio de la matanza de los inocentes, debemos recordar que la oposición del enemigo será cruenta, pero podemos descansar en la absoluta confianza de saber que todo está bajo el control del Señor. La serenidad de ver la promesa cumplida Cuando Jesús tenía apenas unos días, Sus papás cumplieron con el mandamiento de presentarlo en el templo (Lc 2:21-38). Allí se encontraron con dos personas de avanzada edad, Simeón, primero, y luego Ana. Ambos esperaban la salvación prometida por el Señor. Simeón había recibido la revelación de que no moriría antes de ver con sus propios ojos al Salvador. Las palabras de Simeón fueron: «Han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2:30–32, RV60). Me gustaría que al observar esta escena nos enfoquemos en el hecho de que tanto Ana como Simeón agradecen a Dios el haber podido ser testigos del cumplimiento de Su promesa. Ellos no sabían cuándo el Señor habría de cumplirla, pero sí tenían la certeza de que Él la cumpliría. Y ahora, su precioso privilegio es ver la salvación de Dios con sus propios ojos, en el rostro de ese niño. Ana y Simeón ven un niño, pero celebran con gozo porque saben y conocen la misión que ese niño ha venido a cumplir. Los negocios de mi padre Es poco lo que sabemos de la infancia del Señor, pero Lucas nos cuenta (seguramente es María la que le cuenta esto) un evento que tuvo lugar cuando el Señor tenía 12 años. La familia completa desciende a Jerusalén para celebrar la Pascua, como cada año, pero al emprender el regreso se dan cuenta de que Jesús no está con ellos (Lc 2:41-52). La angustia de los padres se calma cuando finalmente lo encuentran, aún en Jerusalén, dialogando en el Templo con los maestros de la Ley y dejándolos maravillados. Quiero llamarte la atención a la respuesta de Jesús a Sus padres cuando estos le llaman la atención por la angustia que les ha hecho pasar. «¿Acaso no sabían que me era necesario estar en la casa de Mi Padre?» (Lc 2:49). Este niño de doce años, sabe muy bien quién es, sabe muy bien que le es necesario estar en la casa del Padre. La traducción RV60 usa la frase «negocios de mi Padre». Jesús sabe que tiene una misión que cumplir, la misión con la que el Padre lo ha enviado. Satanás sabe que Jesús tiene una misión definida, y quiere entorpecer y frustrar los planes de Dios. Pero no puede. Ana y Simeón saben que Jesús, al que el Señor les otorga el privilegio de contemplar, es el encargado de cumplir con la misión de salvarnos de nuestros pecados. Y celebran con gratitud. Jesús sabe que está en este mundo para cumplir una misión, y mientras crece en edad, crece también en sabiduría y gracia. Oración Señor, permítenos recordar cada día la misión con la que enviaste a Jesús a nosotros. Permítenos recordar que Jesús vino a morir por nosotros, que Él sabía que era necesario y que Él quiso hacerlo ¿Quién podría amarnos más? Permítenos tener la actitud de Simeón y Ana, que al contemplar la salvación que has preparado para nosotros, nuestros corazones estallen en gratitud y alabanza. Amén.

Sebastián Winkler

Sebastián Winkler

Adrián Sebastián Winkler, argentino, sirve en la Iglesia Bautista de Lincoln, Buenos Aires, Argentina. También escribe el devocional «Gracia y Sabiduría» junto a su familia, y es el director de traducciones en «Volvamos al Evangelio». Además, es profesor de Literatura y está cursando un diplomado en Biblia y Teología en el Instituto de Expositores de Argentina (IDEAR). Adrián disfruta mucho la música, leer, pasar tiempo al aire libre, hacer cosas con sus manos y, sobre todo, compartir lo que el Señor le enseña a través de su Palabra. Contribuyó como escritor en El orgullo, Dominio propio y La sabiduría, está casado con Karina y tienen dos hijas: Julia y Emilia.

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