Tenemos una tendencia natural a intentar comprender lo que no sabemos extrapolando lo que sí sabemos. Esto funciona bien en gran parte de la vida, pero no tanto cuando se trata de teología dado que Dios es anterior a las comparaciones y además, las supera a todas. Cuando se trata de Cristo, es más diferente que parecido a lo que conocemos. Esta cita del viejo predicador Thomas De Witt Talmage celebra cómo Cristo era “el Gran Incomparable”.
Todos los hombres de bien han intentado durante siglos decir a quién se parecía este Sustituto, pero todas las comparaciones, inspiradas y no inspiradas, evangelísticas, proféticas, apostólicas y humanas se quedan cortas porque Cristo era el Gran Incomparable.
- Adán: un tipo de Cristo porque vino directamente de Dios.
- Noé: un tipo de Cristo porque libró a su propia familia del diluvio.
- Melquisedec: un tipo de Cristo porque no tuvo predecesor ni sucesor.
- José: un tipo de Cristo porque fue expulsado por sus hermanos.
- Moisés: un tipo de Cristo porque fue un libertador de la esclavitud.
- Josué: un tipo de Cristo porque fue un conquistador.
- Sansón: un tipo de Cristo por su fuerza para matar a los leones y llevarse las puertas de hierro de la imposibilidad.
- Salomón: un tipo de Cristo en la opulencia de su dominio.
- Jonás: un tipo de Cristo por el mar tempestuoso en el que se arrojó para rescatar a otros.
Sin embargo, juntemos a Adán, Noé, Melquisedec, José, Moisés, Josué, Sansón, Salomón y Jonás y no harían un fragmento de Cristo, un cuarto de Cristo, la mitad de Cristo o la millonésima parte de Cristo.
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Cristo abandonó un trono y se sentó en el estrado de Sus pies. Pasó de la cima de la gloria al fondo de la humillación y cambió una circunferencia seráfica por una circunferencia diabólica. Antes esperado por ángeles y ahora abucheado por bandidos.
Descendió desde lejos y desde lo alto, más veloz que los meteoros, más lustroso que los tronos estrellados, más allá de los grandes mundos a mundos más pequeños abajo de los firmamentos y de nube en nube, y a través de las copas de los árboles y en el establo del camello para meter Su hombro bajo nuestras cargas y recibir las lanzas del dolor y envolverse en todas las agonías que merecemos por nuestras malas acciones. Se paró en las cubiertas de un barco que se hundía en medio del oleaje del mar y pasó las noches en las montañas en medio de bestias salvajes. Se paró en el punto donde todas las hostilidades terrenales e infernales cargaron contra Él con sus afilados sables: ¡nuestro Sustituto!
Este artículo se publicó originalmente en Challies.