Nos gusta encubrir a nuestros héroes del pasado. Cuando miramos a los grandes hombres y mujeres de fe que vivieron y murieron antes que nosotros, nos enfrentamos a la tentación de regocijarnos en sus fortalezas e ignorar sus debilidades. Lo mismo ocurre con nuestros héroes contemporáneos. Aunque es bueno y correcto tener héroes humanos, pronto nos damos cuenta de que todos tienen defectos. Ninguno de ellos ha vivido y muerto sin pecado. Es probable que un estudio completo de cualquier persona, viva o muerta, finalmente descubra algún pecado que lo acosa, alguna hipocresía, algún descuido, alguna transgresión impropia de un creyente. Mientras contamos sus historias, tendemos a pasar por alto sus defectos, aplicando una capa de cal sobre sus manchas y cubriéndolas. Esta no es una buena solución. Durante las dos últimas décadas, he visto a un puñado de amigos, conocidos y personas que admiro desde lejos, naufragar en su ministerio. Por diferentes motivos renunciaron o se vieron obligados a hacerlo en medio del escándalo. Esto causa un terrible dolor y trastorno en el momento, y estropea su legado como líderes cristianos. La dura realidad es que mientras vivan, no pueden ni serán conocidos aparte de su grave transgresión. (Esto es así, aunque se hayan arrepentido y hayan sido perdonados por ello). El líder cristiano que comete adulterio solo puede ser conocido, entendido y recordado a la luz de ese adulterio. Incluso cuando hablamos de todo el bien que pudo haber logrado, los excelentes libros que pudo haber escrito y los grandes sermones que alguna vez predicó, ese asterisco siempre se encuentra junto a su nombre. Y con razón. Dios llama a sus líderes a vivir de manera irreprochable (1Ti 3:2) y algunos pecan de una forma tan grave que su reputación queda manchada permanentemente. Estaba meditando en esto cuando salí a caminar la otra mañana para pasar un tiempo en oración. Uno de los elementos más significativos que he agregado a mis devocionales personales en los últimos meses es la larga lista de recomendaciones para alabar (en ingles) a Dios proporcionada por Lianna Davis. El mensaje de ese día parecía especialmente apropiado. «Incluso después de cada fracaso en esta tierra, en la eternidad, simplemente nos darás la bienvenida para disfrutar (1Ts 5: 9), y nos das la bienvenida ahora (Lc 7:48)». Mientras oraba por esto, inmediatamente pensé en un hombre al que admiraba mucho, cuyo ministerio recientemente se disolvió en un escándalo y cuyo legado, justamente, ahora tiene ese asterisco adjunto. Ya no está en el ministerio y confío que nunca más lo estará ya que el pecado representado por ese asterisco lo descalifica permanentemente. Sin embargo, me encontré regocijándome de que en la eternidad ya no estará allí. ¡Dios lo quitará para siempre! Hoy, si vemos su nombre en la lista de una conferencia o en la portada de un libro, nos preguntamos si debemos escucharlo o leer su material porque fue expuesto en una gran hipocresía. Pero en ese gran día, toda esa historia quedará envuelta en la gran historia de la redención de Cristo. El adúltero ya no será adúltero, el ladrón ya no será ladrón, el necio ya no será necio. Incluso después de cada fracaso en esta tierra, Dios nos recibirá simplemente para disfrutar de nosotros. ¡Qué gran día será! Este artículo se publicó originalmente en Challies.
