Considera la brevedad de la vida

Este artículo continúa nuestra serie: "8 reglas para crecer en piedad". Hemos visto que si deseamos crecer en piedad, debemos confiar en los medios de gracia, guardarnos de la mundanalidad, tener pensamientos santos y vigilar diligentemente la tentación.

La Biblia utiliza varias metáforas para describir la vida cristiana y entre las más destacadas está la de los corredores en una carrera (por ejemplo, 1 Corintios 9:24, Hebreos 12:1). La «carrera» es una imagen vívida que intenta recordarnos que los cristianos se enfrentan a una competencia, que necesitan resistencia y requieren diligencia. La vida no es un paseo tranquilo, sino una carrera agotadora. De esta metáfora también aprendemos que, al igual que cada paso acerca a los corredores al final de su carrera, cada momento acerca a los cristianos al final de su vida. La vida es frágil y fugaz. Somos personas mortales que habitan en cuerpos débiles y que se enfrentan a un peligroso viaje a través del tiempo. Para algunos, este viaje durará sólo unos años. Para otros, durará muchas décadas. Pero algún día llegará a su fin para todos. Así como los corredores eventualmente cruzan la línea de llegada a la meta, los cristianos eventualmente cierran sus ojos en la muerte. Mientras tanto, su gran deseo es crecer en conformidad con Cristo. Lo hacen mientras corren contra el reloj y mantienen la conciencia de su propia mortalidad. Anhelan crecer en conformidad con Cristo al mayor grado posible, en el corto tiempo disponible para ellos. Este artículo continúa nuestra serie: «8 reglas para crecer en piedad». Hemos visto que si deseamos crecer en piedad, debemos confiar en los medios de gracia, guardarnos de la mundanalidad, tener pensamientos santos y vigilar diligentemente la tentación. La quinta regla es ésta: Considera la brevedad de la vida. Aquí puedes leer las regla 1, regla 2, regla 3 y regla 4. Considera lo corta que es la vida Incluso la vida más larga es demasiado corta, porque fuimos creados para vivir para siempre. Dios prometió que el pecado traería la muerte y Dios siempre cumple Su palabra (Génesis 2:17). Efectivamente, el día en que Adán y Eva comieron el fruto prohibido, la muerte entró en el mundo. Nunca se ha ido. Nuestros primeros padres murieron, al igual que cada uno de sus descendientes. Así también lo haremos nosotros. Al igual que el sol sale y se pone, la vida que comienza también debe terminar. Y la muerte siempre llega demasiado pronto. Conscientes de la inevitabilidad de la muerte, debemos disciplinarnos para reflexionar sobre lo corta que será nuestra vida. Aunque nuestros corazones estén puestos en la inmortalidad, nos dirigimos hacia una mortalidad segura (Eclesiastés 3:11, Hebreos 9:27). Moisés dice: «Los días de nuestra vida llegan a setenta años; y en caso de mayor vigor, a ochenta años. Con todo, su orgullo es solo trabajo y pesar, porque pronto pasa, y volamos» (Salmo 90:10). David se lamenta de la condición humana cuando ora «Como una sombra son nuestros días sobre la tierra, y no hay esperanza» (1 Crónicas 29:15). Una sombra no tiene sustancia, es fugaz y efímera, y no se puede asir antes de que se desvanezca. La vida también es pasajera y pronto se desvanecerá hasta morir. Job comparó el tiempo con un corredor, un esquife y un águila: «Mis días son más ligeros que un corredor; huyen, no ven el bien. Se deslizan como barcos de juncos, como águila que se arroja sobre su presa» (Job 9:25-26). Como el hombre corre por la tierra, como el esquife se desliza por el agua y como el águila se abalanza en el aire, así corre el tiempo. Sin embargo, el tiempo es diferente en un aspecto esencial. El corredor puede volver sobre sus pasos y regresar a la línea de salida, el bote puede girar y avanzar contra la corriente y el águila puede elevarse de nuevo. Pero el tiempo sólo avanza, nunca retrocede. Considera el poco tiempo que te queda No sólo debemos considerar la brevedad de la vida, sino también cuánto de nuestra corta vida ya ha transcurrido. Job dice: «Mis días pasan más veloces que la lanzadera, y llegan a su fin sin esperanza» (Job 7:6). Nuestros días pasan a toda velocidad, cada uno parece ir más rápido que el anterior. Los largos y tranquilos días de verano de la juventud son pronto un recuerdo lejano. Los años de universidad se desvanecen en la distancia detrás de nosotros. Nuestros bebés pronto se convierten en adultos y tienen sus propios hijos. El vigor juvenil es sustituido por el miedo y la debilidad de la vejez. Aprendemos, para nuestra sorpresa, que es poco lo que separa el día del nacimiento del día de la muerte. Hacemos bien en reflexionar sobre lo que hemos hecho con el tiempo que se nos ha concedido, así como con los talentos, dones y oportunidades que se nos han otorgado. ¿Hemos redimido el tiempo utilizando nuestros talentos, bendiciendo a otros con nuestros dones, aprovechando al máximo cada oportunidad? Esta reflexión debe provocar tristeza y confesión por el tiempo malgastado, el talento desperdiciado, los dones descuidados y las oportunidades desperdiciadas. Esta confesión no debe conducir a la desesperación, sino al arrepentimiento y al nuevo compromiso. Dios nos perdona sin reservas y nos pone de nuevo en el camino, diciéndonos que hagamos de nuestros últimos días los más significativos. Considera tu final incierto Por último, hacemos bien en considerar que no sabemos cuánto tiempo nos queda. «Enséñanos a contar de tal modo nuestros días», dice Moisés (Salmo 90:12). La vida es corta y ya hemos vivido mucho de ella. Sólo Dios sabe si nos quedan décadas o solo unos meros momentos. «Sin embargo, no sabéis cómo será vuestra vida mañana. Sólo sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece» (Santiago 4:14). Con estos pensamientos bien grabados en nuestra mente, no debemos permitirnos desperdiciar ni un solo momento, ni permitirnos un solo pecado. ¿Y si Cristo vuelve y no estamos preparados? «Estad siempre preparados y mantened las lámparas encendidas», dice Jesús, «y sed semejantes a hombres que esperan a su señor que regresa de las bodas, para abrirle tan pronto como llegue y llame» (Lucas 12:35-36). ¿Y si la muerte llega antes de que estemos preparados? Pablo dice: «golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado» (1 Corintios 9:27). ¿Qué pasa si el final llega de repente mientras estamos atrapados en hábitos y patrones de pecado? «Porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos alerta y seamos sobrios» (1 Tesalonicenses 5:5-6). Tales consideraciones están destinadas a impulsarnos a un rápido arrepentimiento y a motivar un profundo anhelo de piedad. «Vosotros también estad preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no esperáis» (Lucas 12:40). ¿Estamos preparados? Conclusión Esta vida es una carrera, una carrera contra el tiempo, una carrera para llegar a ser como Cristo mientras corremos hacia Cristo. Incluso los mejores creyentes todavía estarán agobiados por el pecado cuando crucen la meta y reciban su corona. Los santos más santos seguirán manchados de pecado, atraídos por el mal. Es sólo en la presencia de Cristo donde experimentarán la liberación final del poder del pecado y la transformación final a la santidad completa. Sin embargo, hay mucho que podemos y debemos hacer mientras tanto, y nuestra utilidad para los propósitos de Cristo depende de nuestra santidad. Dicha santidad exige que reflexionemos sobre el corto tiempo que se nos ha dado, que consideremos lo que hemos hecho con él, que nos comprometamos a aprovechar al máximo lo que nos queda. Para crecer en piedad, debemos reflexionar diligentemente sobre la brevedad de la vida. Las «8 reglas para crecer en piedad» han sido extraídas de la obra de Thomas Watson. Estas son las palabras que inspiraron este artículo: «Piensa en tu corta estancia en el mundo, 1 Crónicas 29:15. ‘Como una sombra son nuestros días sobre la tierra, y no hay esperanza’. No hay más que un lapso entre la cuna y la tumba: Salomón dice: ‘Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir’, Ecl. 3:2, pero no menciona el tiempo de vida, como si fuera tan corto que no valiera la pena nombrarlo; y el tiempo, una vez que se ha ido, no se puede recuperar; la Escritura compara el tiempo con un águila que vuela, Job 9:26, sin embargo, en esto el tiempo difiere del águila, el águila vuela hacia adelante y luego regresa, pero el tiempo sólo tiene alas para huir hacia adelante, nunca regresa. Pensar seriamente sobre nuestra corta estancia aquí sería un gran medio para promover la piedad; ¿qué pasa si la muerte llega antes de que estemos preparados? ¿Qué pasa si nuestra vida se apaga antes de que el Espíritu de Dios haya entrado? Aquel que considera cuán golpeada y fugaz es su vida, apresurará su arrepentimiento; cuando Dios está por hacer una obra corta, no hará una obra larga».

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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