¿Qué es lo que más deseas para tu hijo o hija en esta vida? Tal vez en tu lista de prioridades están: un buen matrimonio, una buena educación, una vida sin vicios y sin mucho alboroto, un buen empleo o una buena familia.
Estoy seguro que todo padre y madre normal quieren lo mejor para sus hijos. Sin embargo, esta pregunta tiene que ver con las cosas de primera importancia. No existe nada en este mundo más importante para tus hijos e hijas que la salvación: arrepentirse de sus pecados y conocer al Dios vivo y verdadero por medio de Jesucristo. Lamentablemente, muchos padres tienen otras prioridades con sus vidas y las de sus hijos.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el diseño de Dios para la familia es que los padres y madres transmitan su fe a sus hijos e hijas (ver Dt. 6:4-7; Sal. 78:1-7; 2 Ti. 1:3-5; 3:14-15). El pastor Voddie Baucham afirma que “Existen muchas metas dignas de alcanzar en este mundo, pero pocas llegan a ser tan importantes como entrenar a nuestros hijos a seguir al Señor Jesucristo y guardar sus mandamientos”.[1] Nuestro hogar, es el primer campo misionero en el cual nos levantamos cada día y el cual Dios nos ha encomendado directamente.
¿Cómo guiar a nuestros hijos e hijas para que conozcan a Cristo?
1. Usa la ley de Dios para mostrarles su pecado
Nuestros hijos son preciosos y los amamos con todo el corazón, pero no podemos engañarnos, ellos son pecadores tal como nosotros y merecen la condenación eterna por su maldad. Ese nene precioso o esa nena preciosa tienen todo el potencial en su corazón para llegar a ser el próximo Hitler o la próxima María I de Inglaterra.
El apóstol Pablo describe a todo ser humano sin Cristo (incluyendo a nuestros hijos sin Cristo) en Romanos 3:10-18:[2] “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.
Ray Confort escribe: “No dejes que el amor ciego te impida ver lo feos que somos todos, incluidos tus hijos. Han nacido con la semilla de Adán en su interior, y si se deja que continúen su camino sin anunciarles el evangelio, esa semilla crecerá hasta convertirse en un gran árbol del mal”.[3]
Es aquí donde nos ayuda la ley en nuestra labor como padres. La ley de Dios en el Antiguo Testamento cumple varios propósitos. Los reformadores reconocieron por lo menos tres:
- En primer lugar, un propósito civil o político (para regir la conducta del pueblo de Israel).
- En segundo lugar, un propósito pedagógico (para mostrarnos nuestra maldad y nuestra necesidad de un Salvador).
- En tercer lugar, un propósito didáctico (para enseñarnos la voluntad de Dios y su carácter).
La ley no se dio para salvar al hombre. Nadie es salvo por cumplir la ley. El hombre y la mujer se miran en el espejo de la ley de Dios y pueden reconocer su necesidad de un Salvador al ver su pecado. En Gálatas 3:24 leemos: “De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe”.
Muestra a tus hijos e hijas la ley de Dios. Como un buen punto de partida, toma los 10 Mandamientos uno por uno y medita en ellos buscando maneras de explicarlos a tus hijos con palabras adecuadas para su edad. Si ellos no entienden que son pecadores y que han quebrantado la ley de Dios no verán su necesidad de Cristo y no creerán en él. Si ellos no creen en él no tendrán vida eterna, sino que la ira de Dios estará sobre ellos (Jn. 3:36).
2. Habla a tus hijos de su necesidad de arrepentirse de su pecado y de creer en Cristo Jesús (no te canses de hacerlo)
No es suficiente con hablar de la ley de Dios. Tienes que llevar a los oídos de tus hijos las buenas nuevas de salvación a través de Jesús. El escritor Dennis Gurdensen nos hace reflexionar a todos los padres con las siguientes palabras:
La mayoría de los padres tienen ciertos temas que les emocionan, de los cuales se expresan a menudo… tú conoces cuáles son esos temas para ti. ¿Están tus hijos recibiendo una gran dosis de tu perspectiva política o de tu afición por el deporte o de asuntos morales como el aborto o asuntos bíblicos como el creacionismo – pero no están escuchando de ti un énfasis claro y firme del evangelio?[4]
Si es así, estás fallando en lo que es esencial. El tema de conversación más frecuente con tus hijos e hijas ha de ser Cristo y la salvación en él. Los padres creyentes somos embajadores de Dios en nuestro hogar y estamos llamados a rogar a nuestros hijos que se reconcilien con Dios por medio de Jesús (2 Co. 5:20). Gurdensen afirma:
Exhortemos a nuestros hijos con todo nuestro corazón y nuestra alma que vengan a Cristo, que vengan a Jesús hoy mismo, que le busquen temprano en la vida. No puedo enfatizar suficientemente lo crucial que es que los padres llamen urgentemente a sus hijos a que pueden –y deben– tener fe en Cristo, hoy mismo.[5]
Habla a tus hijos de la vida perfecta de Jesús y nuestra vida imperfecta, la obediencia perfecta de Jesús y nuestra desobediencia, el poder de Jesús para sanar enfermos, resucitar muertos, calmar la tempestad, alimentar a miles de personas y también háblales del poder de Jesús para perdonar los pecados. Lee uno de los evangelios con tus hijos. En resumen, no te canses de hablar de Jesús.
Una vez que ellos profesen a Cristo como Salvador, nunca desprecies su profesión de fe, no la tomes a la ligera ni la mires con sospecha – exactamente como lo harías con un adulto. Medita en lo que Mack Stiles llama: “¡Aleluya! y ya veremos”:
Decimos “¡Aleluya!” porque la mejor cosa que le puede suceder a alguien es convertirse verdaderamente al evangelio. Decimos “Ya veremos” porque sabemos que existen falsas conversiones, aun cuando no son intencionales. Una conversión verdadera puede verificarse con las siguientes evidencias: un buen entendimiento del evangelio, una vida transformada y un caminar con Cristo a largo plazo.[6]
Tal vez te preguntes: “¿Qué evidencias de arrepentimiento de pecados y fe en Cristo busco en mis hijos?”. Buscamos una sólida profesión de fe en el Señor Jesús (Ro. 10:9-10), amor cariñoso por Cristo (1 Co. 16:22), determinación de seguir obedientemente a Cristo (1 Tes. 1:9) y rechazo decisivo del reino del pecado (Mt. 7:16-20).[7]
3. Ora por tus hijos e hijas y descansa en la gracia y soberanía de Dios
Dios es quien salva a los pecadores. Nosotros solamente somos sus embajadores que rogamos a nuestros hijos e hijas en nombre de Dios que se reconcilien con él.
Si tienes hijos o hijas rebeldes que están lejos de Dios, recuerda que el Padre perfecto, Dios mismo, crió hijos que se rebelaron contra él (Is. 1:2). Así que en esta labor de guiar a nuestros hijos a Cristo Jesús y a la salvación dependemos totalmente de la gracia de Dios.
Oremos por nuestros hijos e hijas sin cansarnos jamás. De manera específica oremos por su salvación, que Dios obre en ellos y ellas para que se arrepientan de su pecado y crean en Jesús como su único Salvador y Señor.
En una ocasión, Charles Spurgeon predicó sobre la influencia que recibió de su madre y dijo:
No podría decirles cuánto debo a las solemnes palabras de mi buena madre. Cuando éramos todavía unos niños, nos sentábamos en torno a la mesa y leíamos versículo por versículo la Biblia, y ella nos explicaba la Escritura. A continuación venía el momento de las súplicas. Posteriormente venía la oración de nuestra madre. Recuerdo en una ocasión su oración fue así: “Ahora, Señor, si mis hijos continúan en sus pecados, no será por ignorancia que perezcan. Y mi alma ha de ser un testigo dispuesto contra ellos en el día del juicio si no se aferran a Cristo”. Esa idea de una madre sirviendo de testigo voluntario en contra mía traspasó mi conciencia y sacudió mi corazón. Esta intercesión por ellos ante Dios, y por Dios ante ellos es el verdadero camino de llevar a los hijos a Cristo.[8]
Conclusión
Esta es una labor que vale la pena porque hablamos de la eternidad de nuestros hijos e hijas. No permitas que el tiempo pase (o que más tiempo pase) sin que tus hijos escuchen de tus labios las mejores noticias: hay salvación en Jesús.
[1]Voddie Baucham, Family Driven Faith (Wheaton, Illinois: Crossway Books, 2007), 29.
[2] Me refiero aquí a nuestros hijos e hijas que ya están conscientes de obediencia o desobediencia, pecado o maldad – no me refiero a los niños o a las personas que todavía no tienen consciencia de pecado y que todavía no han entrado a la edad de responsabilidad moral (asunto que dejo para ser discutido en otra ocasión).
[3] Ray Comfort, How to Bring Your Children to Christ…& Keep Them There: Avoiding the Tragedy of False Conversion (Bartlesville, OK: Genesis Publishing Group, 2005), 47 en Kindle.
[4] Dennis Gundersen, Your Child’s Profession of Faith (Sand Springs, Oklahoma: Grace and Truth Books, 2011), pos. 236 en Kindle.
[5] Gundersen, pos. 217 en Kindle.
[6] Mack Stiles, Evangelism: How The Whole Church Speaks of Jesus, (Wheaton, Illinois: Crossway Books, 2014), 58.
[7] Gundersen, pos. 994 en Kindle.
[8] Esta cita se encuentra en varios sitios en internet.