Con cada bienaventuranza en el sermón del monte de Jesús en Mateo 5, se hace más y más claro que una persona no puede ser un cristiano genuino sin tener sus actitudes y acciones completa y radicalmente transformadas de adentro hacia afuera.   Sin importar del alcance de su gimnasia exegética, en Mateo 5 es claro que no hay posibilidad de desarrollar una teología de salvación por obras de las enseñanzas de Jesús. De hecho, es todo lo opuesto. Las bienaventuranzas son recordatorios brillantes que cuando una persona es salva por gracia a través de la fe, su vida comenzará a manifestar actitudes de una genuina humildad, mansedumbre, justicia, misericordia, pureza, y pacificación.  En Mateo 5:9, Jesús dice, “Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios”. Jesús no está enfatizando cómo uno puede convertirse en “hijo de Dios”, está enfatizando la semejanza de los “hijos de Dios” que tienen para con su padre celestial. Porque Dios es “Dios de paz” (Rom. 16:20; 1 Tes. 5:23; Heb. 13:20). Desde el momento en que el hombre fue exiliado del jardín en Génesis 3 a causa del pecado hasta el fin que fue la muerte y resurrección de Jesucristo, el plan de Dios ha sido traer eterna paz entre Él y el hombre, y luego entre los hombres. Pablo describe a Dios como un pacificador en 2 Corintios 5:19, “A saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación”. Por lo tanto, dado que esto es una característica del Padre celestial, la pacificación debe ser también una característica de los “hijos de Dios”. 

La prioridad de la pacificación 

La palabra “pacificadores” puede ser traducida al mundo como “fabricante de todo”. El concepto de “paz”, a través de la escritura, es una situación de bienestar integral. En inglés, la palabra “paz” usualmente se refiere también a la tranquilidad interna (paz mental) en un estado externo o ausencia de conflicto. Pero bíblicamente Shalom, la paz bíblica, transmite una ilustración de un círculo y significa bienestar comunitario en cada dirección y en cada relación.   El individuo en el centro del círculo se relaciona justamente con cada punto en la circunferencia del círculo. Mientras que en inglés la palabra muchas veces denota una línea recta de paz entre una persona y otra, la palabra hebrea retrata un círculo abarcando una comunidad relacional completa. En las escrituras, traer paz es traer comunidad. El apóstol Pablo suplicó a los creyentes de Corinto “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos os pongáis de acuerdo, y que no haya divisiones entre vosotros, sino que estéis enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer” (1 Cor. 1:10).   Para manifestar paz dentro de un cuerpo de creyentes no significa más cenas, o más actividades, o más comunión, sino que llevar una comunidad autentica a la pacificación bíblica. El tema de la pacificación podría, en esencia, ser el tema de Mateo 5. Un comentarista está convencido de que la pacificación entre nosotros mismos y nuestros enemigos que Jesús habla aquí quiere decir, incluir los círculos de nuestras vidas diarias: hogar, familia, comunidad, congregación.   Otro comentarista considera que el horizonte que Jesús da es más grande que la paz dentro del hogar o la iglesia y que abarca a todo el mundo. Los seis mandamientos que Jesús da en Mateo 5:21-48 describe formas de establecer la paz (desde control del enojo a través de la fidelidad en el matrimonio hasta amar a nuestros enemigos). Usando la analogía hebrea, puede ser de utilidad ver la pacificación como círculos concéntricos que se mueven hacia afuera, que vienen de un corazón puro. La pacificación deberá tocar cada parte de la vida de un cristiano (hogar, familia, comunidad, y congregación). 

¿Cómo se supone que los cristianos demuestren autentica pacificación bíblica? 

Primero, debemos entender que la pacificación y la realización de la paz son dos cosas completamente diferentes. Un verdadero pacificador anhela la paz, ora por la paz, trabaja por la paz, y se sacrifica por la paz, pero la realización de la paz nunca puede llegar. Romanos 12:18 es muy importante en este punto, Pablo dice, “Si es posible en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres. En otras palabras, no dejes que la ruptura en la relación sea tu culpa y si nunca se logra la paz eterna que nunca es consumada en dicha relación, no permitas que eso te desvíe de ser un pacificador.  Segundo, es vital comprender que la realización de la paz no siempre es posible cuando defiendes la verdad de la Palabra de Dios. Pablo admite que habrá tiempos en los que tu posición por la verdad inevitablemente hará de la paz una realidad imposible. Por ejemplo, él establece en 1 Corintios 11:18-19, “Pues, en primer lugar, oigo que cuando os reunís como iglesia hay divisiones entre vosotros; y en parte lo creo. Porque es necesario que entre vosotros haya bandos, a fin de que se manifiesten entre vosotros los que son aprobados”.   Pablo es muy claro que los cristianos genuinos nunca deben comprometer la verdad con el fin de evitar divisiones a toda costa. De hecho, esto es precisamente porque por algunos que fueron pacificadores genuinos existieron divisiones dentro de la iglesia de Corinto. Jesús dijo en Mateo 10:34, “No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada. Porque vine a PONER AL HOMBRE CONTRA SU PADRE, A LA HIJA CONTRA SU MADRE, Y A LA NUERA CONTRA LA SUEGRA; Y LOS ENEMIGOS DEL HOMBRE serán LOS DE SU MISMA CASA”. En otras palabras, debes trabajar por la paz, orar por la paz, y amar la paz, pero nunca debes abandonar tu lealtad a Jesús y su Palabra, sin importar la aflicción y el ánimo; tal posición puede caer sobre tu cabeza. 

La posición de los pacificadores  

Cuando Jesús declara que los pacificadores serán “llamados hijos de Dios”, Él no nos está describiendo cómo convertirnos en “hijo de Dios,” sino que simplemente está diciendo a todos los que ya son hijos que también son pacificadores. La escritura está repleta con pasajes que señalan como convertirnos en “hijos de Dios”. Por ejemplo, podríamos ir a Juan 1:12, “Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre”. O podríamos examinar las palabras de Pablo en Romanos 10:9-10, “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Nos convertimos en hijos de Dios al confiar en la obra terminada y completa de Cristo en la cruz, a través de la fe.  Además de explicar cómo nos convertimos en hijos de Dios, la escritura abunda con versos identificando a los “hijos de Dios”. Por ejemplo, los hijos de Dios tienen el Espíritu que habita en ellos, “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios” (Rom. 8:14). Los hijos de Dios se les promete una resurrección para vida eterna, “porque tampoco pueden ya morir, pues son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección” (Lc. 20:36). Los hijos de Dios tienen acceso inmediato a Dios en oración, “Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!” (Gál. 4:6).  Jesús es claro que la prioridad de cada cristiano debe ser la pacificación, y cuando tal prioridad está presente pueden estar seguros de que son sus hijos e hijas. Los oyentes de Jesús son los marginados y los ignorantes de la sociedad y los distingue aquí al darles el nombre de “pacificador,” lo cual era reservado para el emperador romano. Estas pequeñas personas, estos pacificadores, son dignificados aquí por Jesús con membresía en la misma familia de Dios. 

Dustin Benge

Dustin Benge (Ph.D., Seminario Teológico Bautista del Sur) es profesor visitante en el Munster Bible College, Cork, Irlanda y profesor del Centro Andrew Fuller para Estudios Bautistas.

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