Desde sus primeros días, la iglesia ha estado plagada de falsos maestros y doctrinas mortales. Nunca ha habido un período de descanso, un momento en el que los cristianos pudieran bajar la guardia. Satanás ha estado oponiéndose a la iglesia desde el día de su fundación y continuará haciéndolo hasta el día en que sea destruido.
Por lo tanto, Pablo estaba profundamente preocupado por los falsos maestros y las doctrinas mortales, advirtiendo sobre ellos en casi todas sus cartas. Al final de su carta a los Romanos, recuerda a la iglesia que deben estar alerta, ya que los falsos maestros son expertos en utilizar halagos y palabras atractivas para engañar incluso a los creyentes. Pablo ama a esta iglesia y quiere que estén conscientes de los desafíos que enfrentarán por parte de maestros depredadores. Pero su solución puede parecer sorprendente: les dice a estos cristianos que sean “sabios para lo bueno e inocentes para lo malo” (Ro 16:19b).
Parece que Pablo está haciendo eco de las palabras de Jesús aquí. En el libro de Mateo, leemos cómo Jesús envía a Sus discípulos y les advierte sobre la persecución inminente de los enemigos del evangelio. Les indica cómo comportarse en medio de tales pruebas: “Miren, Yo los envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sean astutos como las serpientes e inocentes como las palomas” (Mt 10:16). Tanto Jesús como Pablo hacen un llamado a la sabiduría y a la inocencia. Veamos cómo estos dos pasajes nos instruyen sobre cómo protegernos a nosotros mismos y a nuestras iglesias de los falsos maestros y sus doctrinas mortales.

Serpientes y palomas
Jesús había enseñado y guiado a Sus discípulos, y ahora estaba listo para enviarlos en una misión a corto plazo. Irían a sus compatriotas judíos para hablarles del Mesías. Eran como ovejas enviadas en medio de una manada de lobos peligrosos. Los lobos son despiadados y las ovejas son indefensas. Los lobos son astutos y las ovejas son ingenuas. ¿Cómo podrían sobrevivir estas ovejas? Tendrían que aprender de dos criaturas más: las serpientes y las palomas.
Las serpientes son animales astutos, capaces de hacer juicios acertados. Son capaces de evaluar las circunstancias y actuar de manera adecuada. Cuando ven peligro, se deslizan fuera de la vista sin dudarlo. Las palomas, por otro lado, son animales inocentes. Son criaturas simples y puras que no causan problemas. Sin embargo, su simplicidad puede llevarlas al peligro, ya que pueden no alzar el vuelo cuando un depredador se acerca. Su pureza está asociada con su ingenuidad.
Donde los cristianos tienden a ser tan inocentes como las serpientes y tan astutos como las palomas, Dios nos llama a algo mucho más noble y efectivo. Douglas Sean O’Donnell lo expresa así: “Debemos ser piadosos pero no ingenuos, astutos como serpientes, pero no engañosos como ellas. Nuestro carácter apunta a Cristo; nuestra piedad proclama el evangelio”. Debemos comportarnos de una manera que dirija la atención al evangelio, no a nosotros mismos. Debemos asegurarnos de que cualquier ofensa que causemos sea la del evangelio, no la de nuestra propia depravación. Debemos predicar el evangelio con sabiduría, evaluando las situaciones para descubrir la forma más adecuada de hablar con claridad la verdad. La sabiduría y la inocencia sirven mejor a la causa del evangelio.

Sabios e inocentes
Pablo toma las palabras de Jesús y las aplica a un contexto diferente. Si Jesús llama a un testimonio puro, el llamado de Pablo se inclina hacia una mente pura. Pablo no nos deja un símil para desentrañar e interpretar. Sabiendo que los falsos maestros y sus doctrinas mortales están cerca, los cristianos deben ser “sabios para lo bueno e inocentes para lo malo” (Ro 16:19b). J. B. Phillips lo parafrasea así: “Quiero verlos como expertos en el bien y ni siquiera principiantes en el mal”.
Pablo era consciente de la tentación de preocuparse tanto por el mal que terminemos obsesionándonos con él. Podríamos asumir que la mejor manera de proteger nuestra fe es convertirnos en expertos en doctrinas falsas, estudiando los detalles de los errores para que la verdad resalte. Pero este enfoque presenta al menos dos problemas graves. Primero, somos demasiado débiles y el mal es demasiado fuerte como para sumergirnos en él y salir intactos. Nuestro conocimiento del mal puede convertirse rápidamente en atracción hacia él. Segundo, defender la verdad estudiando el error es una tarea inútil. La verdad de Dios es provechosa, pero el mal es una falsificación inútil, una perversión de la verdad. La verdad de Dios es fija e inmutable, pero el mal siempre está cambiando, adaptándose a las tendencias de la época. Convertirse en experto en la verdad estudiando el error es un enfoque peligroso y desperdiciado; un método retrógrado y arriesgado.

Pablo ofrece una solución mucho más segura y efectiva. Debemos enfocar lo mejor de nuestra atención en lo bueno, puro y hermoso (Fil 4:8). Debemos hacer de la verdad, y no del error, el centro de nuestros estudios y el deleite de nuestros corazones. Debemos confiar en que la manera infalible de identificar doctrinas falsas es convertirnos en expertos en la verdadera doctrina. Como dice John MacArthur: “No estudies doctrinas falsas, no estudies el pecado, no estudies el error. Quédate con la verdad y la obediencia piadosa”.
Nuestra prioridad siempre debe ser la verdad. Defendemos mejor la fe cristiana cuando nuestro conocimiento de la sana doctrina es tanto profundo como amplio. El creyente con gran conocimiento de la verdad está equipado para defenderse de todo error.
La postura del cristiano
Cuando se trata de enseñanzas falsas, la postura adecuada es familiaridad sin obsesión. Nos conviene conocer la existencia del error y su estrategia para infiltrarse en la iglesia. El cristiano astuto estará familiarizado con los desafíos principales de su época, los errores más prominentes, y los principales promotores de herejías. Sin embargo, permanecerá inocente equipándose con la verdad, en lugar de obsesionarse con el error. A medida que surjan herejías, responderá aumentando su familiaridad con la Palabra de Dios, confiando en que la luz de la Palabra de Dios expondrá la oscuridad de cada error.
Concedo, por supuesto, que habrá momentos en los que sea prudente familiarizarse más con errores prominentes y perniciosos, el tipo de errores que amenazan con engañar “los corazones de los ingenuos” (Ro 16:18). Algunos creyentes están especialmente capacitados para estudiar doctrinas falsas y refutarlas con la Palabra de Dios. Muchos de nosotros hemos sido beneficiados por el trabajo de tales hombres y mujeres. Sin embargo, como dice tan acertadamente Robert Mounce: “Dios nunca tuvo la intención de que Sus hijos se volvieran íntimos con el mal para comunicar el evangelio a aquellos que están bajo su influencia”. Nunca debemos permitir que el estudio del error obstaculice nuestra búsqueda de la verdad.
Publicado originalmente en Challies.