Aprender de los escándalos más cercanos a nosotros

La lección es que nunca podemos descansar, nunca podemos relajar nuestra vigilancia contra el pecado hasta que hayamos aterrizado a salvos en el cielo. 

Aunque nunca desearíamos que se produjera un escándalo y saliera en las noticias, y aunque siempre deberíamos lamentar las circunstancias que lo provocan, un escándalo ofrece una buena oportunidad para la introspección personal. Un hombre sabio prestará atención a las lecciones que puede aprender, ya que inevitablemente los escándalos proporcionan un buen contexto para considerar si el pecado nos está sorprendiendo como a otra persona, para poner en práctica la amonestación bíblica: “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga” (1Co 10:12).  En los últimos meses, las noticias en esta parte del mundo se han hecho eco de una serie de escándalos muy resonantes, algunos de los cuales implican a cristianos profesantes y otros no. Y aunque ninguno de ellos coincide de manera significativa con mi vida o mis círculos sociales, me he encontrado a mí mismo reflexionando sobre estos hechos públicos para considerar qué lecciones puedo extraer de ellos.  La lección que más resuena en mi mente es que nunca eres demasiado viejo para destruir tu legado, es decir, nunca se está más allá de la tentación de pecar. Algunas de estas personas habían disfrutado de muchos años de servicio público y se habían ganado una reputación intachable. Y luego, en un abrir y cerrar de ojos, tuvieron que renunciar de forma deshonrosa. Algunos expresaron que tenían la esperanza de que, como habían hecho tanto bien durante tanto tiempo, su legado no se vería del todo socavado. Sin embargo, aunque hayan hecho mucho bien, nunca escaparán del momento en el que sus carreras se detuvieron tan repentinamente. La lección es que nunca podemos descansar, nunca podemos relajar nuestra vigilancia contra el pecado hasta que hayamos aterrizado a salvos en el cielo.  Luego de esa lección se encuentra la siguiente: el pecado suele causar dolor y daño principalmente a los que más amamos (o a los que se supone que más amamos). Es casi insoportable considerar el costo de la vergüenza para una esposa cuando la noticia de la aventura de su marido recorre el mundo (y, por supuesto, para el marido de una mujer si es ella la que ha cometido la transgresión). Todas estas historias terminan hablando de un matrimonio que ahora debe estar en peligro debido a la falta de consideración de uno de los cónyuges, a las transgresiones de una persona. Ese esposo pudo haber disfrutado su pecado mientras ocurría, pero su esposa y su familia solo conocerán el dolor, la vergüenza y la confusión. Ese pastor pudo haber disfrutado mientras cometía sus actos pecaminosos, pero ahora ha renunciado y su iglesia ha quedado sacudida y dolida. Muy a menudo, el costo de nuestro pecado es desproporcionadamente pagado por las mismas personas que estamos encargados de amar, proteger y cuidar.  He aquí otra lección: algunas personas permanecen en su puesto demasiado tiempo. Se acostumbran tanto a estar en la mirada pública que no pueden tolerar la idea de permanecer ocultos, de ser un expolítico, un exatleta o incluso un expastor. Sin embargo, llega un momento en el que permanecer en la mirada pública (o en el púlpito o en el circuito de conferencias, etc.) puede reflejar idolatría más que necesidad o servicio. Esa prominencia pública puede haberse convertido en una cuestión de identidad, de modo tal que el individuo no sabe quién sería sin la posición y la aclamación que vienen con ella. Y hay un grave peligro que acecha a quienes están en la mirada pública para labrar su propia identidad en lugar de servir a los demás. A veces, lo mejor para una persona, su familia y la gente a la que ha servido es dar un paso al costado, abandonar mientras se está en la cima. (¡Probablemente, las personas que más necesitan renunciar son las que no soportan la idea de renunciar!).  Y luego, consideremos esta lección: somos particularmente vulnerables a la tentación en el área en la que construimos nuestra “marca”. Uno de los individuos envueltos en un escándalo reciente logró catalogarse a sí mismo como el hombre de familia consumado que amaba y valoraba a su esposa y a su familia. Sin embargo, ahora deja la mirada pública con la esperanza de poder recuperar la confianza de su familia y salvar algo de su relación con ellos. Otro era un defensor de la justicia del cual se descubrió que había cometido actos de mucha injusticia. El ámbito en el que estas dos personas querían presentarse como especialmente fuertes era precisamente el ámbito en el que eran especialmente vulnerables a ser tentados (o incluso, tenían deseos de caer en esa tentación). Y esto me hace pensar en cuántos cristianos “expertos” en áreas como el matrimonio y la familia han sido desenmascarados eventualmente como hipócritas de la misma manera y cuántos defensores de los vulnerables han pisoteado en realidad a quienes decían defender. Engañamos fácilmente a los demás y a nosotros mismos.  También veo en todo esto cómo Satanás puede enviar consejeros para tratar de persuadir a los que han pecado de que no deben permitir que ese pecado los aleje de la mirada pública: les dice que son tan buenos en lo que hacen o tan cruciales para su iglesia u organización que deben luchar por mantener su posición. A veces, una persona caída en desgracia seguirá inicialmente su conciencia e intentará hacer lo correcto, pero luego hará caso a un mal consejo y dará marcha atrás a la renuncia que había firmado. Justo cuando una persona parece dispuesta a darle mucha importancia a su pecado, puede ser animada a considerarlo poco importante. A menudo, la maldad del pecado parece ir seguida de un mal consejo.   También merece la pena reflexionar sobre el hecho de que un hombre puede ser halagado y engañado con facilidad. En varias situaciones, la persona en cuestión se vio envuelta en un escándalo sexual con alguien bastante más joven, a veces en un contexto abusivo y a veces en un contexto consentido. Creo que muchos hombres mayores podrían atestiguar que la atención de una mujer más joven puede tener algo de reconfortante, algo alentador al pensar que todavía ese hombre tiene lo que hay que tener para atraer y cortejar a alguien que es mucho más joven que él. No cabe duda que envejecer puede ser humillante y desalentador, por lo que un hombre sabio se planteará cómo afrontarlo y perseverar con gracia, y sin buscar halagos ni sucumbir ante ellos.  La última lección es que tu pecado te descubrirá. Un viejo puritano advirtió que a Satanás le gusta mostrar el cebo mientras esconde el anzuelo. El mayor truco de Satanás es hacernos creer que podemos disfrutar de los placeres del pecado sin pagar el costo. Y aunque a menudo nos salimos con la nuestra por un tiempo, eventualmente el anzuelo se agarra y nuestro pecado queda expuesto. Y aunque vemos que esto sucede una y otra vez, rara vez aprendemos la lección. Cuando enfrentamos la oportunidad de pecar, necesitamos considerar el costo para nosotros mismos, nuestra familia, nuestra iglesia, nuestro testimonio y nuestro Salvador. Necesitamos asumir que Satanás no solo desea que pequemos, sino que eventualmente quiere que ese pecado sea tan público como el de esas personas que vemos en los titulares.  Concluiré con las desafiantes y aleccionadoras palabras de J.I. Packer, escritas cuando ya era viejo y se enfrentaba a los retos de la vejez: “Los corredores siempre intentan reservar algo para el tramo final… Mi opinión es que, en la medida en que nuestra salud física nos lo permita, deberíamos aspirar a correr la última vuelta de nuestra vida cristiana, como diríamos nosotros, a toda velocidad. El tramo final, insisto, debería correrse a toda velocidad como se corren los tan llamados sprints”. Aquellos que están en la recta final deben hacer un sprint de verdad, un sprint en el que su carácter piadoso les lleve seguros y victoriosos a la línea de meta. Mientras tanto, aquellos de nosotros que todavía nos estamos acercando a ese tramo final ya debemos estar despojándonos de “todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve” para que podamos “correr con paciencia la carrera que tenemos por delante”, y correr hasta el final sin tropezar, sin caer, sin traer deshonra a nuestro nombre o reproche al nombre de Cristo.  Este artículo se publicó en inglés en Challies. 

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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