Algunos consejos “anticuados” para el noviazgo

Puede que el Antiguo Testamento no sea específico en cuanto al noviazgo en sí, pero sí contiene principios que nos son provechosos. Aquí te comparto los cinco que encontré en la historia de Isaac y Rebeca.
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En la Biblia, lo primero que pudiera asemejarse remotamente al noviazgo actual es el matrimonio entre Isaac y Rebeca. Muchos se casaron antes que ellos, pero no se nos relata la historia de algún otro matrimonio. En Génesis 24, Abraham, el padre de Isaac, envía a un siervo al pueblo natal de Abraham para que le busque una esposa a su hijo. Rebeca le da de beber a los camellos del siervo, él le entrega unos brazaletes, su familia da su aprobación, ella conoce a Isaac por primera vez en su tienda —y están casados. Olvídate del amor a primera vista. Su historia es un pacto de por vida a primera vista. Si has deseado estar casado y aún no lo estás, puede que leas Génesis 24 con algo de curiosidad y hasta con anhelo —parece tan simple y puro. Ese fue mi caso después de catorce años saliendo con diferentes chicas. Pero después de un rato, quizá su historia solo te parezca anticuada e irrelevante para los cristianos del siglo XXI. Puede que el Antiguo Testamento no sea específico en cuanto al noviazgo en sí, pero sí contiene principios que nos son provechosos. Aquí te comparto los cinco que encontré en la historia de Isaac y Rebeca.

  1. Confía en Dios y no en ti mismo.

Cuando Abraham envió a su siervo para que le buscara esposa a Isaac, el siervo se preocupó porque quizá la mujer no querría un matrimonio arreglado con un hombre que viviera en una tierra lejana. Abraham respondió: “El Señor… que bajo juramento me prometió dar esta tierra a mis descendientes, enviará Su ángel delante de ti para que puedas traer de allá una mujer para mi hijo” (Gn 24:7). Mientras más años tengas siendo soltero y deseando casarte, mayor será la tentación de pensar que el problema eres tú, que debes cambiar o intentar algo nuevo. Es posible que Dios te esté mostrando precisamente eso, o quizá solo quiere que esperes mientras Él obra. Y es que el negocio de las bodas realmente tiene un solo agente. El siervo salió a buscar una mujer en Mesopotamia, pero Dios había ido delante de él y había hecho la verdadera obra que Isaac y Rebeca necesitaban. Moisés escribe: “Mientras tanto, el criado de Abraham la observaba [a Rebeca] en silencio, para ver si el Señor había coronado su viaje con el éxito” (Gn 24:21). Dios no solo une a un esposo con su esposa (Mt 19:6), sino que también los reúne. Si estás buscando casarte por tus propios medios, tu confianza está en el lugar equivocado.

  1. Espera en el Señor sin aferrarte a esa persona.

Antes de que Abraham dejara que el siervo saliera a su misión, le dio claras instrucciones y terminó diciendo: “Si la mujer no está dispuesta a venir contigo, quedarás libre de este juramento” (Gn 24:8). Abraham creía que Dios proveería una esposa para su hijo, pero estaba dispuesto a aceptar cualquiera que fuera Su voluntad: “Si Dios quiere”, mi hijo tendrá una esposa y mi siervo la encontrará en este viaje (ver Stg 4:15). A menos que hayas pronunciado tus votos en el altar, debes saber que Dios puede escribir una historia diferente a la que escribirías para ti mismo.

  1. Ora y ora y ora.

Antes del siervo ver a cualquier mujer soltera, oró: “Señor, Dios de mi amo Abraham, te ruego que hoy me vaya bien, y que demuestres el amor que le tienes a mi amo” (Gn 24:12). ¿Cuándo comenzaste a orar por un cónyuge? ¿Cuándo dejaste de hacerlo? Nos encanta que nuestras oraciones sean contestadas en menos de veinticuatro horas. ¿Y si Dios nos retiene lo que deseamos por un año? ¿Por diez? Dios no quiere que demos nada por hecho en esta vida, y eso incluye a nuestro cónyuge. Al darnos lo que es mejor para nosotros, cuando sea que nos lo dé, Él quiere toda la gloria. No procures un noviazgo sin haber orado, y no dejes de orar mientras esperas.

  1. Busca la confirmación de los que te aman.

Permite que las personas que te rodean confirmen si esa persona es la indicada. El siervo de Abraham le explicó al padre (Betuel) y al hermano (Labán) de Rebeca todo lo que había sucedido y por qué creía que ella podía ser la indicada para casarse con Isaac. Entonces… Labán y Betuel respondieron: “Sin duda todo esto proviene del Señor, y nosotros no podemos decir ni que sí ni que no. Aquí está Rebeca; tómela usted y llévesela para que sea la esposa del hijo de su amo, tal como el Señor lo ha dispuesto” (Gn 24:50-51). Si Dios está detrás de tu noviazgo, se lo mostrará claramente a otros creyentes en tu vida. Si las personas que te aman y siguen a Jesús tienen dudas serias en cuanto a la relación, tú también deberías tenerlas. No confíes solo en tus instintos (o en los instintos de tu pareja) para determinar si esa persona es la indicada. Confía en Dios lo suficiente como para escuchar a los creyentes que te rodean.

  1. Piensa más allá del matrimonio.

Finalmente, si eres soltero y quieres casarte, el matrimonio puede comenzar a sentirse como la meta de tu vida, tu anhelada tierra prometida. Dicho de otra forma, somos propensos a idolatrar el matrimonio, depositando nuestra esperanza y felicidad en nuestro cónyuge, en lugar de en Dios. ¿Cómo reaccionó el siervo de Abraham cuando Dios le trajo a la mujer indicada? Entonces el criado de Abraham se arrodilló y adoró al Señor con estas palabras: “Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abraham, que no ha dejado de manifestarle Su amor y fidelidad, y que a mí me ha guiado a la casa de sus parientes” (Gn 24:26-27; ver también v 48). El siervo vio a Dios en todo ello y le adoró. La adoración es la meta del noviazgo cristiano, porque la adoración es la meta de la vida cristiana. Dios no nos creó para que nos casáramos, sino para que le exaltáramos. El fin del matrimonio es conocer a Dios, adorar a Dios, depender de Dios, reflejar a Dios y ser conformado a la imagen de Dios. Si nuestros noviazgos nos llevan al matrimonio y no a la adoración, serán vanos e insatisfactorios. Tienes que pensar más allá del matrimonio. Al final de Génesis 24, puedes escuchar las campanas de una boda: “Luego Isaac llevó a Rebeca a la carpa de Sara, su madre, y la tomó por esposa. Isaac amó a Rebeca” (Gn 24:67). El nombre de Dios no aparece en este versículo, pero a estas alturas deberías escucharlo de todas formas: Dios hizo esto. Dios le entregó esta mujer a este hombre, y este hombre a esta mujer. Desde el inicio hasta el final, Dios estaba obrando y recompensó a quienes esperaron en Él (Is 64:4). Todo sucedió tan rápido en Génesis 24, que aquellos que han estado esperando por años para casarse lo pueden ver como algo prácticamente imposible. Sin embargo, la historia de Isaac y Rebeca no es sobre lo rápido que llegó la respuesta, sino que nos muestra que el matrimonio provino de Dios. En cada paso de tu búsqueda del matrimonio, mira a Dios. Solo en Él hay esperanza de encontrar la verdadera felicidad. Él es el autor de toda historia de amor entre dos creyentes. Piensa en lo que dice Dios La Biblia es más aplicable a nuestras vidas de lo que nos percatamos. Leer y aplicar la Biblia al noviazgo no será fácil, pero valdrá la pena. Dios mismo promete leer con nosotros. Pero debemos estar dispuestos a invertir tiempo y esperar a que Él nos hable. Pablo dijo: “Reflexiona en lo que te digo, y el Señor te dará una mayor comprensión de todo esto” (2Ti 2:7). Al detenernos a pensar en lo que Dios ha dicho, Él nos revelará más y más de su significado para nosotros. ¿Eso hace que quieras volver a leer tu Biblia? ¿Te hace preguntarte cuánto te has perdido al no leerla? Espero que sí. Si te dedicas a leer ese libro, serás recompensado con mucho más de lo que inviertas. _________________________ Este artículo fue adaptado de una porción del libro Soltero por ahora publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace. _________________________ Páginas 137 a la 142

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