Algunas de nuestras oportunidades evangelísticas más obvias es con personas que son miembros de nuestras iglesias. Ya tienes una relación con ellas. Ya tienes la ventaja de hablarles de manera consistente sobre el evangelio. También tienes algunas oportunidades establecidas por Dios para personalmente dirigirlos hacia Cristo. Pablo advirtió a los ancianos de la iglesia de Éfeso de que lobos rapaces se acercarían a ellos y buscarían hacer un gran daño al rebaño (Hch. 20:29). Cristo advirtió a varias de las iglesias de Apocalipsis (Ap. 2-3) que tenían no creyentes entre ellos. Si estas iglesias tenían no creyentes entre ellos, probablemente hay algunos entre nosotros también. Pero, ¿cómo los alcanzamos?
Cómo alcanzar a los miembros que no son convertidos
Estoy asumiendo que fielmente predicas el evangelio y diriges a tu gente hacia Cristo. El efecto de la predicación fiel es como el napalm: tiene una manera de eliminar todo lo demás. Pero, para poder conquistar, aún necesitas tropas terrenales. Así que, mientras estás predicando gozosamente a Cristo, busca también dar estos pasos.
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Ora por las conversiones los miembros de tu iglesia
Primero, ora por la conversión de los miembros de tu iglesia. Ora para que Dios separe los hipócritas de los genuinos. Yo asumiría que la mayoría de los pastores oran públicamente al inicio y conclusión de su predicación. Estas son oportunidades maravillosas para orar sobre este asunto crítico—para que las personas no dependan de su membresía como algo otorgado a ellos para establecer un estatus ante Dios, sino para que se arrepientan de verdad y confíen en Cristo.
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Predica sobre la conversión de los miembros de tu iglesia
Segundo, predica sobre la conversión de los miembros de tu iglesia. Si estás predicando de manera expositiva, no puedes predicar muchos sermones sin llegar al asunto de las conversiones falsas. En tu predicación, presenta el punto con historias de tu propia iglesia. Cuando alguien se bautiza, le damos la oportunidad de explicar el evangelio y cómo llegaron a su fe en Cristo. El mes pasado, David le dijo a nuestra iglesia cómo había fingido por años ser un creyente. Su historia es un gran ejemplo que menciono frecuentemente.
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Ten esto presente en la consejería
Tercero, ten esto presente en la consejería. Devin (no es su nombre verdadero) y su esposa se reunieron conmigo para consejería matrimonial. Devin no estaba muy interesado en ese momento, pero según manifestó eventualmente, él pensó que había encontrado otra persona. Un domingo, lo detuve luego del servicio y le dije que si seguía por ese camino, necesitaba saber que no podía decir con confianza que era un seguidor de Cristo. De hecho, su determinación a seguir con esa relación adúltera puede ser un indicador de que nunca se había convertido en un seguidor genuino de Cristo. Devin no se arrepintió, pero Greg (no es su nombre verdadero) sí lo hizo. Greg conoció una joven en un viaje de negocios y estaba buscando dejar a su esposa e hijos por ella. Me senté en la mesa de su cocina una noche y le pregunté que prefería, a Cristo o a la joven, porque no podría tenerlos a ambos. Aunque Greg profesaba la fe y se había unido a la iglesia años atrás, su vida había demostrado muy poco fruto del evangelio. Greg dobló las rodillas de su corazón a Cristo y por la gracia de Dios, no sólo fue redimido, sino que su matrimonio fue restaurado.
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Ten esto presente en las visitas a hospitales y otras visitas, y en situaciones de muerte
Cuarto, ten esto presente en las visitas a hospitales y otras visitas, y en situaciones de muerte. Chuck (su nombre verdadero) estaba en el hospital. El doctor le había dicho que no había nada más que hacer por su corazón. Él ya había sobrepasado las expectativas, pero el final estaba cerca de morir. Chuck era un hombre de negocios exitoso y había estado involucrado en muchas organizaciones cristianas. En iglesias anteriores, él había servido en juntas y enseñado clases. Ahora estaba muriendo y estaba aterrorizado. Chuck tenía un secreto que muy pocas personas conocían. Durante la segunda guerra mundial él lanzó bombas sobre Japón, tirando miles sobre ese país. Él sabía que había matado cientos y hasta miles de personas. En su misión #24, su avión fue alcanzado y afectado de muy mala manera, pero él pudo llegar de vuelta a la base. Sin embargo, su copiloto murió. Chuck fue elegido para volver a casa luego de su misión #25, pero estaba tan molesto sobre la muerte de su copiloto que se inscribió para otras 25 misiones y luego otras 25 misiones, para así matar más japoneses. Y lo hizo. Luego de 76 misiones, finalmente volvió a casa. Durante su viaje de vuelta hacia Michigan, él estaba en una base en California donde conoció algunos prisioneros de guerra japoneses. Algunos de ellos eran muy amables y le dijeron que ellos no querían la guerra. Ellos sólo querían volver a casa. Ellos le mostraron fotos de esposas e hijos. La ira de Chuck se convirtió en temor. Él asumió que había matado algunas de sus esposas e hijos. Él comenzó a darse cuenta de que no solo había matado ciudadanos, sino que había pedido hacerlo. Ahora, sesenta años más tarde, la realidad de encontrarse con Dios reveló su temor más profundo. Él moriría y sería condenado al infierno. Chuck terminó su historia, puso sus rodillas entre sus brazos, se apartó de mí y miró fijamente la pared. Su cuerpo frágil hacía que aún la cama de hospital se viera grande. Chuck me había escuchado predicar el evangelio por años, pero ese día era obvio que mientras pensaba si era verdad, simplemente no era verdad para él. Su caso era diferente. Me senté silenciosamente y traté de imaginar el peso de su culpa, luego le dije «Chuck, tu eres un gran pecador, pero Jesús es un mayor Salvador». Chuck respondió como si hubiera sido tocado por un rayo de luz. Él me miró como si fuera la primera vez que escuchaba esto. Sus ojos se abrieron grandes, su cara estaba animada, y dijo, «¡Eso es, ¿no es así? Jesús es un mayor Salvador de lo que yo soy pecador». Chuck murió dos semanas más tarde. El gozo de su vida en aquellas dos semanas hizo evidente para todos los que lo visitaban que sus cadenas habían sido rotas. Su corazón fue libre. Tus miembros te permitirán entrar en sus pensamientos más privados. Puede que descubras que lo que necesitan es creer en Cristo—por primera vez. Este artículo fue publicado primero en la revista 9 Marcas.