Cualquier persona que labore en un empleo «secular» se verá tentado a pensar que dicho trabajo es menos significativo, o que honra menos a Dios comparado con el su trabajo diario, preguntándose si es necesario entregarse al trabajo pastoral o al ministerio cristiano para realmente «hacer la voluntad de Dios».  Hecho correctamente y en el temor de Dios, el ministerio es una excelente vocación que honra a Dios, pero el ministerio no es la única obra en la que se puede honrar a Dios. Muy a menudo los hombres de negocios como yo, piensan de esta manera porque fallamos en apropiarnos realmente de la doctrina de la vocación. Para simplificarlo, la vocación es el trabajo específico que Dios nos ha llamado a cada uno de nosotros a hacer. Y la vocación no se limita a aquellos que sirven en el ministerio cristiano.  De hecho, Dios llama a la gran mayoría de los cristianos a esferas «comunes» de trabajo, como los negocios, o la academia, o la carpintería, o la ley, o la atención médica o el hogar. Cuando nos entregamos fielmente a ese llamado, somos agentes de Dios para amar a los demás, e incluso para cumplir su voluntad en la tierra.  Asumiendo que su trabajo es honorable y honesto, asumiendo que es un medio para satisfacer las necesidades de los demás, ese trabajo es ministerial en su naturaleza. En ese sentido, su trabajo no es diferente al de un pastor o misionero.  Aquí hay tres razones por las que nuestro trabajo es ministerial. 

El trabajo es ministerio porque es adoración, no gloria personal

En resumen, nuestro trabajo realmente no se trata de nosotros. Pablo explica esto en Efesios 1:11–12:  [En Él] también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.  Para el cristiano, la vida y el trabajo no tienen que ver principalmente con uno mismo, “la autorrealización”, el “auto reconocimiento”, o incluso la “auto riqueza” o un excedente de recompensas monetarias. La labor de un cristiano es primordialmente trabajar de una manera que exprese la fe en Dios y la adoración a Él. Es en la forma en que conducimos nuestro trabajo y la calidad con que lo hacemos lo que nos proporciona los medios para proclamar sus excelencias.  Entonces, ¿cómo se ve esto?  Se verá diferente para cada uno de nosotros. Para uno, trabajar para la gloria de Dios podría significar celebrar la bondad de Dios en el resultado de un proyecto exitoso. Para otro, puede implicar confiar en Dios en medio de la dificultad e incluso en el fracaso. En mi carrera, he experimentado ambos (pero el último es más desafiante). Sin embargo, es confiar en Dios durante esas circunstancias desafiantes lo que habla de manera más audible de la rica suficiencia de conocer a Cristo. 

Nuestro trabajo es ministerio porque sirve a otros y no a nosotros mismos

Las personas hechas a Su imagen le importan más que las ganancias. Nuestra comisión para llevar a casa no es tan importante como la comisión de Cristo de amar a nuestro prójimo en el lugar de trabajo. Y eso significa que debemos interesarnos en nuestros compañeros de trabajo, nuestros clientes y nuestros socios comerciales.  Para mí, esta es una simple, pero tan fácilmente olvidada verdad. En la urgencia de mi día, con frecuencia me olvido de las personas que me rodean, al ver mi día como nada más que una serie de tareas por cumplir. Cuando adopto esa mentalidad orientada a la tarea, fácilmente paso por alto a las personas que Dios ha puesto en mi camino. En mi desconsideración, las personas en mi lugar de trabajo se convierten rápidamente en algo incidental a mi día, o son mal utilizadas como recursos para mi beneficio personal u obstáculos para mi productividad personal.  Como cristiano, estoy llamado a amar a mi prójimo, y Dios me ha dado un lugar de trabajo donde pretende que esto suceda. Entonces, en este contexto, tomarse el tiempo para alentar a un compañero de trabajo es ministerial. Recorrer la milla extra para ayudar a un cliente es ministerial. Servir a tu gerente al proporcionar un informe de actualización es ministerial. Cuando cumplimos tareas, incluso las tareas más mundanas, con el corazón de servir y amar a nuestros compañeros en el trabajo, somos instrumentos de la bondad de Dios para ellos. 

El trabajo es ministerio porque damos Gloria a Cristo en lo que sea que hagamos

Amamos mejor a nuestro prójimo cuando le traemos las buenas nuevas. Como Pablo, debemos vernos a nosotros mismos como embajadores, llevando el mensaje de reconciliación a un mundo incrédulo (2 Corintios 5:20).  Por muchos años, vi mi carrera en la industria del software como incompatible con el «ministerio cristiano». Durante esos años, fallé en apreciar el privilegio de representar a Jesús ante mis compañeros de trabajo y mis clientes. Deseché mi vocación y pasé por alto el hecho de que Dios me ha llamado para que lo represente en el ámbito de los negocios.  No estás en tu carrera actual por accidente. Puede sentirse como que hayas aterrizado allí debido a circunstancias aleatorias, pero Dios ha estado guiándote soberanamente. Tu línea de trabajo no es casual. Tu lugar de trabajo no es un accidente. Tu vocación ha sido direccionada hasta donde está ahora porque Dios te ha estado guiando. Te ha colocado donde estás porque te necesita, o como lo dijo Lutero, tu vecino te necesita. Que podamos perseguir con gozo y fidelidad este alto llamamiento de Dios. 

Andre Yee

Andre Yee es esposo y padre de 3 niños. Es un experimentado ejecutivo en tecnología y vive en el area de Washington D.C.

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