“Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente; que en realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema. Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguno os anuncia un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema. Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo”. (Gálatas 1:6-10)
El pastor ha de cuidar y velar por el rebaño que ha sido puesto a su cargo. El pueblo de Dios siempre ha estado bajo la amenaza de engañadores, de instrumentos de Satanás que buscan a toda costa extraviar nuestros sentidos de la sincera fidelidad a Cristo (2 Corintios 11:3). En el Antiguo Testamento el Señor advirtió sobre esa triste realidad:
“Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrieron; no les hablé, mas ellos profetizaron. Pero si ellos hubieran estado en mi consejo, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras. ¿Soy yo un Dios de cerca —declara el Señor— y no un Dios de lejos? ¿Podrá alguno esconderse en escondites de modo que yo no lo vea? —declara el Señor. ¿No lleno yo los cielos y la tierra? —declara el Señor. He oído lo que dicen los profetas que profetizan mentira en mi nombre, diciendo: “¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!” ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira, de los profetas que proclaman el engaño de su corazón?” (Jeremías 23:21-26)
En el Nuevo Testamento Jesucristo advirtió a sus discípulos de guardarse de los lobos rapaces con apariencia de piedad (Mateo 7:15). El apóstol Pablo en su mensaje de despedida a los de Mileto les exhortó diciendo “yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces” (Hechos 20:27,28). Vivimos en tiempos donde se demanda del pastor ser dotado de la verdad de Dios ya que el error prolifera en nuestro ambiente religioso. El pensamiento de lo que Josh McDowell le llama la “nueva tolerancia” ha traído consigo que los engañadores y pregoneros del error entren con suma facilidad en las congregaciones. Esa nueva tolerancia que no es otra cosa que la permisividad de toda enseñanza en las iglesias en aras de que tenemos que exhibir amor y no podemos juzgar a nadie puesto que eso le toca a Dios. Sin embargo, esto mismo ocurrió en el contexto de la epístola a los gálatas. La Biblia registra que unos individuos se habían infiltrado dentro de la congregación y aprovechando la ausencia de Pablo comenzaron a enseñar otro evangelio. Un “evangelio” donde la justificación por la fe en Jesucristo no era suficiente sino que también tenían que guardar las obras de la ley. Este mensaje era sumamente peligroso puesto que implicaba que el sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario no fue perfecto y era un menosprecio a la Gracia de Dios:
“Sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley; puesto que por las obras de la ley nadie será justificado. Pero si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros hemos sido hallados pecadores, ¿es Cristo, entonces, ministro de pecado? ¡De ningún modo! Porque si yo reedifico lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor. Pues mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano”. (Gálatas 2:16-21)
De la manera en que el apóstol Pablo reaccionó a la situación de Galacia podemos identificar las cualidades que exhibe el pastor que defiende la verdad de Dios y por ende al rebaño:
Posee una gran convicción de la verdad de Dios.
Alguien en una ocasión dijo que “una idea es algo que tú sostienes, una convicción es algo que te sostiene a ti”. El pastor responsable y eficiente es aquel en el cual la verdad de Dios reside en lo más profundo de su corazón. Para él no es simplemente “doctrina” lo que se discute; es la veracidad de la Palabra de Dios y el carácter de nuestro Señor Jesucristo lo que está en juego. Por lo tanto, todo lo que atente contra esto no puede pasar desapercibido. Desde la perspectiva de la nueva tolerancia la situación de Galacia hubiera sido tratada de la siguiente manera: Lo importante es que se crea en Cristo si alguno le añade obras es una cuestión de opinión por lo tanto no lo juzgues. Sin embargo, para Pablo no era cuestión de opinión sino una herejía que destruía los fundamentos de la salvación por la gracia de Dios y que los llevaba a una vida de esclavitud. Tal como él dijo:
“Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud. Mirad, yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, Cristo de nada os aprovechará.Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley.De Cristo os habéis separado, vosotros que procuráis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído”. (Gálatas 5:1-4)
Busca el agrado y la aprobación de Dios
El apóstol Pablo dijo que no buscaba el favor de los hombres (Gálatas 1:10). Muchos pastores existen solo para agradar a los hombres, no predican la verdad de Dios. Si eso ofende a ciertas personas, no defienden la verdad porque sencillamente quieren estar “políticamente correctos” aún cuando reconocen que ante sus narices se está enseñando el error. Como dijo W. Phillip Keller en su libro Lobos con piel de oveja: “Desde sus púlpitos, los líderes alimentan a la congregación con leche adulterada, para que los que escuchan no se sientan incómodos. Por temor a ser atacados no se atreven a tomar una posición firme por Cristo. Permanecen en silencio aún cuando se pisotea la verdad y se repudia la justicia. No se atreven a ser diferentes”.
Se atreve a confrontar y corregir el error
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque era de condenar. Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando vinieron, empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión. Y el resto de los judíos se le unió en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos? Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles; sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley; puesto que por las obras de la ley nadie será justificado. (Gálatas 2:11-16)
Se confronta no por orgullo o soberbia, tampoco para ganar una discusión. Se confronta porque es necesario ya que la salud espiritual de la iglesia es la que está en riego. Pedro con su tímida actitud ante el error estaba arrastrando a otros y de no haber sido confrontado a tiempo su actitud podía convertirse en una epidemia perjudicial para el cuerpo de Cristo. Oremos al Dios del cielo Padre de nuestro Señor Jesucristo que continúe levantando hombres que solo le teman a Él.