[dropcap]L[/dropcap]a historia de la iglesia de Cristo es inseparable de la historia de los intentos de Satanás por destruirla. Si bien han surgido difíciles desafíos desde fuera de la iglesia, los más peligrosos siempre han surgido desde dentro. Porque dentro de ella se levantan los falsos maestros, los vendedores del error que se disfrazan de maestros de la verdad. Los falsos maestros asumen muchas formas, adaptadas a los tiempos, culturas, y contextos. Aquí hay siete de ellos que uno encuentra hoy llevando a cabo su trabajo engañoso y destructivo en la iglesia. Por favor, nótese que si bien he seguido los textos bíblicos que los describen en términos masculinos, cada uno de estos falsos maestros también puede fácilmente ser mujer.
El Hereje
El Hereje es el más prominente y quizá el más peligroso de los falsos maestros. Pedro advirtió sobre ellos en su segunda carta: «En el pueblo judío hubo falsos profetas, y también entre ustedes habrá falsos maestros que encubiertamente introducirán herejías destructivas, al extremo de negar al mismo Señor que los rescató. Esto les traerá una pronta destrucción» (2 Pedro 2:1). El Hereje es la persona que enseña lo que contradice abiertamente una enseñanza esencial de la fe cristiana. Es una figura sociable, un líder innato que enseña una verdad suficiente como para enmascarar su error mortal. Pero al negar la fe y celebrar la falsedad, conduce a sus seguidores desde la seguridad de la ortodoxia a los peligros de la herejía.
Desde los primeros días de la iglesia, ella ha sido afligida por el Hereje en sus diversas formas. Él continúa con su obra maligna hoy en día, bien contradiciendo la verdad, o bien añadiéndole. Puede reformular la doctrina de la Trinidad, como hizo Arrio en el siglo III, y como hacen hoy los pentecostales unitarios. Al igual que Marcus Borg y otros estudiosos destacados, puede negar el nacimiento virginal o la resurrección de Jesucristo. Como los Testigos de Jehová, puede alterar la Palabra consumada de Dios, o como los mormones, puede añadirle. Siempre corrompe osadamente «la fe encomendada una vez por todas a los santos» (Judas 1:3).
El Charlatán
El Charlatán es la persona que usa el cristianismo como medio de enriquecimiento personal. Pablo le encargó a Timoteo que se cuidara de él. «Si alguien enseña falsas doctrinas, apartándose de la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y de la doctrina que se ciñe a la verdadera religión, es un obstinado que nada entiende. Ese tal padece del afán enfermizo de provocar discusiones inútiles que generan envidias, discordias, insultos, suspicacias y altercados entre personas de mente depravada, carentes de la verdad. Este es de los que piensan que la religión es un medio de obtener ganancias» (1 Timoteo 6:3-5). Al Charlatán solo le interesa la fe cristiana en la medida que esta pueda llenar su billetera. Utiliza su posición de liderazgo para beneficiarse de la riqueza de los demás.
Simón el Mago estaba motivado por el amor al dinero cuando trató de comprar el poder del Espíritu Santo (Hechos 8:9-24). Desde él, el Charlatán ha aparecido en muchas formas, siempre buscando prominencia en la iglesia para poder vivir en la opulencia. Cuando el Papa León X encargó a Tetzel la famosa misión de vender indulgencias, las ganancias no solo financiaron la reconstrucción de la Basílica de San Pedro, sino además su lujoso estilo de vida. En la década de 1990, el televangelista Robert Tilton recaudó decenas de millones de dólares cada año explotando a los vulnerables e ingenuos. Hoy en día, Benny Hinn, Creflo Dollar, y muchos otros venden el evangelio de la prosperidad para enriquecerse con las donaciones de sus seguidores.
El Profeta
El Profeta pretende haber sido dotado por Dios para hablar nueva revelación aparte de la Escritura: palabras nuevas y con autoridad que contienen predicción, enseñanza, reprensión o aliento. Sin embargo, en realidad ha sido comisionado y potenciado por Satanás con el propósito de desorientar y trastornar la iglesia cristiana. Juan ofreció una urgente advertencia respecto a ellos: «Amados, no crean a todo espíritu, sino pongan a prueba los espíritus, para ver si son de Dios. Porque muchos falsos profetas han salido por el mundo» (1 Juan 4:1, RVC). Los cristianos deben «poner a prueba los espíritus» para determinar si se originan en el Espíritu Santo o en un espíritu demoníaco. Más tarde, Juan declaró que Dios ha hablado plena y definitivamente en la Escritura e hizo la advertencia más solemne contra cualquiera que pretendiera tener una revelación igual o contraria a la Escritura: «A todo el que escuche las palabras del mensaje profético de este libro le advierto esto: Si alguno le añade algo, Dios le añadirá a él las plagas descritas en este libro. Y, si alguno quita palabras de este libro de profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritos en este libro» (Apocalipsis 22:18-19).
El Profeta aparece a través de toda la historia de la iglesia. Ya en el siglo II, Montano y sus discípulos pretendían hablar en nombre del Espíritu Santo. En el siglo XIX, Joseph Smith afirmaba haber recibido El libro de Mormón del ángel Moroni. Hoy los medios de comunicación están atiborrados de personas que pretenden hablar en nombre de Dios por el poder del Espíritu. Las profecías personales están a solo una llamada telefónica. Sarah Young, autora del máximo éxito de ventas cristiano de la década, afirma audazmente que su libro contiene las mismísimas palabras de Jesús. El Profeta sigue hablando, para extraviar a la gente.
El Abusador
El Abusador utiliza su posición de liderazgo para aprovecharse de otras personas. Normalmente se aprovecha de ellas para alimentar su deseo sexual, aunque también puede desear poder. Tanto Pedro como Judas estaban conscientes de la lujuria del Abusador: «Muchos los seguirán en sus prácticas vergonzosas, y por causa de ellos se difamará el camino de la verdad» (2 Pedro 2:2). «Se han infiltrado entre ustedes ciertos individuos que desde hace mucho tiempo han estado señalados para condenación. Son impíos que cambian en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor» (Judas 4). El Abusador asegura que está atendiendo las almas, pero su verdadero interés es ultrajar cuerpos. Se las arregla para llegar a la vida, la confianza, el hogar y la cama de las mujeres. Cuando no está buscando placer sexual ilícito, puede estar oprimiendo a la gente para obtener poder, y abusa de ello en su camino a la prominencia. Lo hace en el nombre del ministerio, pretendiendo tener la unción de Dios. Usa y abusa de los demás sin remordimientos para alimentar sus malos deseos.
Trágicamente, la historia de la fe cristiana incluye a innumerables Abusadores. Incluso en los primeros días de la iglesia, hubo cultos sexuales y otras perversiones depravadas de la fe. Durante siglos, el papado fue poco más que una corrupta lucha de poder. Hoy pareciera que cada semana nos enteramos de otro líder que sido hallado culpable de pecado sexual con hombres, mujeres, o incluso niños. Mientras tanto, escuchamos tristes historias de sobrevivientes que han sido abusados y desechados por un líder ansioso de poder. El Abusador sigue trabajando.
El Cismático
El Cismático usa la falsa doctrina para trastornar o destruir una iglesia. Con gusto divide a un hermano de otro, y a una hermana de otra. Judas advirtió acerca de él: «“En los últimos tiempos habrá burladores que vivirán según sus propias pasiones impías”. Estos son los que causan divisiones y se dejan llevar por sus propios instintos, pues no tienen el Espíritu. Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna» (Judas 18-21). El Cismático carece del Espíritu Santo, cuyo primer fruto es el amor y cuya obra especial es unir a los creyentes en el vínculo de la paz (Gálatas 5:22; Efesios 4:3). Este falso maestro trae conflicto, no amor. Genera, facciones, no unidad. Desea discordia, no armonía.
Congregaciones y denominaciones a menudo han sido divididas por el Cismático en tanto que este difunde sus mentiras. A veces convierte una doctrina menor en la marca de la madurez cristiana, y así origina facciones al interior del cuerpo. Puede introducir astutamente doctrinas antibíblicas, o puede debilitar al liderazgo ordenado. Todo esto lo hace para la perversa satisfacción que le produce la destrucción.
El Estimulador
El Estimulador es un falso maestro al que nada le importa lo que Dios quiere, pero le importa todo lo que los hombres quieren. Es el que desea agradar a los hombres y no a Dios. Pablo pensó en él como el que estimula los oídos: «Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que aun teniendo comezón de oír se amontonarán maestros conforme a sus propios malos deseos, y apartarán de la verdad sus oídos y se volverán a las fábulas» (2 Timoteo 4:3-4, RVC). El Estimulador ansía popularidad y aplauso del mundo. Para mantener el respeto de sus seguidores, solo predica las partes de la Biblia que estos consideran aceptables. Por lo tanto, habla mucho de felicidad pero poco del pecado, mucho del cielo pero nada del infierno. Solo les da lo que quieren oír. Predica un evangelio parcial que no es evangelio en absoluto.
El Estimulador es tan antiguo como la iglesia misma. En el siglo XIX era Henry Ward Beecher, y en el siglo XX eran Norman Vincent Peale y Robert Schuller. Hoy es Joel Osteen, pastor de la iglesia más grande de Estados Unidos, quien es igualmente conocido por su amplia sonrisa y su hueco contenido. Él predica un evangelio vacío a una iglesia abarrotada de gente. Como el falso profeta de los días de Jeremías, él y los miles como él dicen: «“¡Paz, paz!”, cuando en realidad no hay paz» (Jeremías 6:14).
El Especulador
Finalmente, el Especulador es el que está obsesionado con la novedad, la originalidad, o la especulación. El autor de Hebreos advirtió a su iglesia sobre estas «enseñanzas extrañas», mientras que Pablo le dijo a Timoteo que protegiera a la iglesia de cualquier «doctrina falsa» (Hebreos 13:9; 1 Timoteo 1:3). La enseñanza enfocada en la especulación desplaza la segura y firme doctrina de la Escritura. El Especulador descarta el grueso del contenido de la Biblia y el peso del énfasis bíblico con el fin de obsesionarse con asuntos triviales o novedosos. Se hastía de las antiguas verdades y procura hacerse respetable mediante la originalidad.
Hoy, como en cada época, el Especulador se obsesiona con el tiempo final, y a veces sus predicciones fallidas no lo disuaden a él ni a sus seguidores. Recientemente lo vimos obscureciendo el claro mensaje de la Escritura para buscar códigos ocultos en la Biblia. A veces se posiciona en la academia, donde una de sus recientes obras maestras es un Dios reinventado que es incapaz de ver y conocer el futuro. Pablo catalogó acertadamente al Especulador como un palabrero profano e inútil (1 Timoteo 6:20-21).
Conclusión
Los mayores embajadores de Satanás no son bribones, políticos, o cabilderos, sino pastores. Sus sacerdotes no venden una religión distinta, sino una mortal perversión de la verdadera. Sus tropas no descargan un asalto frontal de lleno, sino que trabajan como agentes que se escabullen en el ejército contrario. Las tácticas de Satanás son estudiadas, astutas, predecibles, efectivas. Por lo tanto, debemos estar siempre alerta. «Cuídense de los falsos profetas. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Por sus frutos los conocerán» (Mateo 7:15-16a).
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.