4 razones para alegrarse de que la vida es corta

Una de las grandes angustias de la vida es su brevedad. Esta vida no es más que un soplo, un vapor, una neblina que desaparece con el sol. Incluso el mayor de entre nosotros muere muy pronto, ya que fuimos hechos para vivir por siempre. Sin embargo, aunque es adecuado lamentarnos por la brevedad de la vida, también podemos encontrar en ella una razón para regocijarnos. Hay razones por la cuales alegrarse de que la vida sea corta. Las siguientes cuatro de ellas. Como el tiempo es corto, no pecaremos por mucho tiempo. Luchamos contra el pecado mientras continuamos con vida. Somos santos, pero pecadores, gente que ha entregado su vida a Dios pero que en ocasiones se pone del lado de Satanás. En muchos momentos, el clamor de cada cristiano es «¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7:24). Nuestros mejores pensamientos son aún imperfectos, nuestros actos más nobles  aún se mezclan con el pecado. Pero nos conforta saber que nuestro tiempo no es largo. Lucharemos contra el orgullo sólo por un poco de tiempo antes de que se gane la batalla. Batallaremos contra la incredulidad por poco tiempo antes de que nuestra fe se transforme en realidad visible. La muerte vendrá a nosotros de la manera en que el ángel lo hizo con Pedro, cuando lo golpeó y sus cadenas cayeron inmediatamente. Debido a que el tiempo es corto, no tendremos que trabajar por mucho tiempo. Nuestras vidas están llenas de  trabajo arduo, el trabajo de ganarse la vida, cuidar un hogar, criar una familia, el trabajo de mejorar y ajustar nuestras mentes. Lo más difícil es el trabajo del corazón: examinarlo, limpiarlo y protegerlo. A veces nuestros corazones se apresuran a correr en pos de la santidad y a veces se apresuran a andar en pos del  pecado.  A veces nuestros corazones están alertas para no pecar y toman todas las precauciones necesarias; pero otras veces nuestros corazones están ansiosos de avanzar hacia el pecado y solamente un gran esfuerzo piadoso puede impedírselo. Pero nuestro consuelo es que no estaremos involucrados en este arduo trabajo para siempre, porque pronto descansaremos de nuestros afanes (Apoc.14:13). Cuando nuestros cuerpos van a la tumba, nuestras almas van al descanso. Debido a que el tiempo es corto, nuestro sufrimiento no será por mucho tiempo. La vida está llena de problemas, llena de sufrimientos, llena de tristezas. Job lo dijo bien: “El hombre, nacido de mujer, corto de días y lleno de turbaciones” (Job 14:1). Es más fácil eliminar el peso del plomo que eliminar el sufrimiento de la vida. Cada uno de nosotros entra en el mundo en medio del llanto y sale del mundo gimiendo, y entre esos dos momentos cargamos una cruz. Nuestro consuelo es este: aunque debemos llevar una cruz pesada, sólo tenemos un camino corto para cargarla. Luego viene la muerte, la cual trae el fin de nuestras vidas y el fin de nuestras penas. “Allí los impíos cesan de airarse, y allí reposan los cansados” (Job 3:17). Y debido a que el tiempo es corto, no vamos a tener que esperar mucho tiempo. Las personas piadosas no estarán fuera del cielo por mucho tiempo. Mientras que los ángeles son bendecidos al disfrutar de la presencia de Dios en este momento, nosotros permanecemos prisioneros en nuestros cuerpos por lo menos un poco más de tiempo. En esta vida deseamos a Dios más de lo que lo disfrutamos. Pero el tiempo es corto y en pocas horas, días o años lo veremos cara a cara. En ese momento dejaremos atrás todas las dificultades de este mundo para descansar en Él para siempre. La fe nos da el interés en Dios, pero sólo la muerte nos entrega la herencia completa. En un momento de la historia una caravana extranjera llegó dando golpes, en busca del  viejo Jacob para poder llevarlo a José. De la misma manera, la muerte llega agitada para el cristiano, pero sólo para llevarlo al Padre. Daré la última palabra a Thomas Watson, quién escribió al respecto de este tema y  cuyo trabajo adapté para darle forma al corazón de este artículo: “En ese paraíso de Dios, un cristiano tendrá más de lo que pueda imaginar (Efe. 3:20). Él puede imaginarse, «¿Qué pasaría si cada montaña fuera una perla, cada flor un rubí, cada arena del mar un diamante, todo el globo una joya brillante?» Pero todos sus pensamientos son muy bajos y enanos para alcanzar la gloria de las pirámides celestiales. La recompensa celestial (como dijo Agustín) excede a la fe y, como el tiempo es corto, un cristiano estará en el cielo antes de que apenas se dé cuenta. Entonces bañará su alma en esos aromáticos placeres del paraíso que corren a la diestra de Dios para siempre!”

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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