[dropcap]¿[/dropcap]Deben los hijos obedecer a sus padres? O, mejor dicho, ¿Deberían los padres insistir en que sus hijos obedezcan? La cultura que nos rodea parece estar confundida, tan enfocada en la autonomía personal que en muchas familias parece claro que los hijos son los que mandan. Muchos padres dudan tener la habilidad para dirigir a sus hijos e incluso dudan de su derecho a exigir obediencia. Aún así la Biblia insiste en que los hijos deben obedecer a sus padres y que éstos deben hacer que sus hijos obedezcan. En algún que otro momento casi todo padre cristiano ha citado este versículo a sus hijos desobedientes: “Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor porque esto es justo” (Efesios 6:1). Esto es tan claro como cualquier otro decreto que encontrarás en la Biblia. Pero mientras analizamos ese versículo y los dos que le siguen: “‘Honra a tu padre y a tu madre’ (éste es el primer mandamiento con promesa), ‘para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra’”, rápidamente encontramos que allí hay tres razones importantes del por qué los hijos necesitan obedecer a sus padres. Hay tres razones importantes del por qué los padres deben insistir en que sus hijos obedezcan. Los hijos deben obedecer a sus padres porque la naturaleza lo demanda. Los hijos deben obedecer por la más sencilla de las razones: “eso lo correcto”. Dios ha creado a los seres humanos de tal manera que su ley está escrita en nuestros corazones. Hay ciertas verdades que sabemos por el simple hecho de ser humanos, porque fuimos creados a imagen de Dios. Una de esas verdades es que los hijos deben obedecer a sus padres. Toda persona en cada periodo de la historia ha sabido esto e insistido en ello (aunque hoy día pareciera que muchas personas están intentando activamente suprimir este conocimiento). Así que la primera razón fundamental por la que los hijos deben obedecer a sus padres es porque así es como funciona, es como Dios ha planeado que funcione. Los hijos deben obedecer a sus padres porque la ley lo demanda. Los hijos deben obedecer a sus padres porque es un requerimiento particular de la ley de Dios, los diez mandamientos. Esta en una ley que tiene incluso una gran promesa adherida a ella: “Honra a tu padre y a tu madre… para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra.” Este mandamiento es el puente entre los primeros cuatro, que reflejan nuestra relación con Dios y los últimos cinco que reflejan nuestra relación con los demas. La mayoría de eruditos están de acuerdo en que Dios lo colocó ahí a causa del singular rol que juegan los padres, un rol en el que representan a Dios ante sus hijos. Honrar y obedecer a los padres es honrar y obedecer a Dios. Y aquellos que dan tal honor y obediencia a sus padres se abren a la posibilidad de recibir bendiciones especiales. Los hijos deben obedecer a sus padres porque el Evangelio lo demanda. Lo mejor de todo, los hijos han de obedecer a sus padres “en el Señor”. Incluso los hijos deben poner su fe en Jesús y luego, a causa de su relación personal con Él, hacer con gozo todo cuanto traiga gloria a Su nombre. El Evangelio garantiza a nuestros hijos que pueden obedecer gozosamente a sus padres y les da la motivación para hacerlo. Esta es la razón por la que una de las primeras evidencias de la conversión de un niño es que es obediente a mamá y papá. Como dice Stott, “Los niños creyentes aprenden a obedecer con alegría, ‘porque esto agrada al Señor’. Ellos recuerdan la amorosa sumisión que Jesús mismo dio a sus padres cuando era niño. Ahora este mismo Jesús es su Señor y Salvador, y el creador del nuevo orden, por lo que están ansiosos de hacer lo que a Él le place.” Los hijos deben obedecer, y los padres deben insistir en la obediencia, por tres buenas razones: La Naturaleza, la ley y el Evangelio. James Boice ofrece un consejo crucial para los padres: “La obligación no está meramente del lado de los hijos, quienes deben obedecer, sino también del lado de los padres, quienes deben hacer cumplir la obediencia. Esto es así porque los padres representan a Dios en la relación con sus hijos. Enseñar al hijo a obedecer a sus padres es enseñarle a obedecer a Dios. Permitir al niño desafiar y desobedecer a sus padres es enseñarle a desafiar y desobedecer a Dios con todas sus obvias consecuencias.” Porque, como dice Bryan Chapell, “Si amamos a nuestros hijos demasiado como para exigirles que hagan lo correcto, entonces no los hemos amado lo suficiente”. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.