3 lecciones sobre profundizar en la Biblia

Al diablo le encanta que creamos que el conocimiento doctrinal es igual al crecimiento espiritual, porque es mentira.
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Hay mucho por conocer en la Palabra de Dios. Y hay mucho que seguir aprendiendo sobre profundizar (estudiar) en la Palabra de Dios. Me gustaría compartir contigo tres lecciones sobre profundizar en la Biblia; lecciones que no dejan de impactarme y en las que he estado meditando mucho durante los últimos meses.

1. Estudiar arduamente la Biblia no es desconfiar de Dios.

Muchos cristianos hablan como si estudiar con esmero y seriedad la Palabra de Dios fuese opuesto a confiar en que Dios nos dará entendimiento para entenderla, y ese es un grave error. En 2 Timoteo 2:7 leemos que Pablo le escribe a Timoteo: “Considera lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en todo”. ¡Buscar profundizar en la enseñanza bíblica no es opuesto a no creer que Dios nos dará entendimiento! Tenemos más de esto en el libro de Proverbios:

“Hijo mío, si recibes mis palabras, y atesoras mis mandamientos dentro de ti, da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento; porque si clamas a la inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, si la buscas como a plata, y la procuras como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor del Señor, y descubrirás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia. El reserva la prosperidad para los rectos, es escudo para los que andan en integridad, guarda las sendas del juicio, y preserva el camino de sus santos” (Proverbios 2:1-8; énfasis añadidos).

Aquí tenemos una seria exhortación a buscar el conocimiento con diligencia, como a tesoros escondidos. Entonces, tendremos entendimiento… porque el Señor da sabiduría. En otras palabras: “Persigue el conocimiento, y Dios te lo dará”. De Dios viene el entender Su verdad, pero Él da ese entendimiento a quienes son aplicados a buscar comprender en humildad. Por eso estudiar arduamente la Biblia con el deseo de conocer más a Dios y agradarle, no es opuesto a confiar en Dios para comprender Su revelación. De hecho, es confianza en el Señor, porque es como decir: “Señor, necesito de tu Palabra y quiero entenderla cada día mejor”. No te dejes llevar por la corriente de analfabetismo bíblico. Estudia la Biblia con esmero, buscando entender correctamente cada pasaje, pero hazlo confiando no en tu propia inteligencia, sino en el Señor que da sabiduría.

2. Si no obedeces a Dios, no entenderás aunque estudies mucho.

El autor de Hebreos explica que sus oyentes originales debían ser maestros de la Palabra, pero no lo eran y no podían recibir enseñanza sólida aunque la escucharan, porque ellos hasta ese momento no habían puesto en práctica lo que habían escuchado y aprendido (Heb. 5:14). Me temo que esa es la realidad de muchos de nosotros. Esto explica en muchos casos por qué personas que pasan años escuchando la Palabra domingo tras domingo, y estudiándola, no la entienden como deberían. El pastor John Piper escribe lo siguiente al respecto:

“… prepararnos para darnos un festín de toda la Palabra de Dios no es primeramente un desafío intelectual, sino moral. Si queremos comer el alimento sólido de la Palabra, debemos ejercitar los sentidos espirituales para así desarrollar una mente que discierna entre el bien y el mal. La asombrosa verdad es que, si nos cuesta entender a la persona de Melquisedec en Génesis y en Hebreos, es probable que esto sea porque vemos programas de televisión cuestionables. Si nos cuesta entender la doctrina de la elección, es probable que esto sea debido a que todavía estamos envueltos en negocios deshonestos. Si nos cuesta asimilar la obra de Cristo en la cruz, con su centralidad en Dios, es probable que esto se deba a que amamos el dinero, gastamos mucho y damos muy poco. El camino hacia la madurez y el alimento bíblico sólido no consiste primeramente en aumentar nuestra inteligencia, sino en hacernos obedientes. Nuestra capacidad para recibir alimento sólido está más relacionada con nuestra forma de lidiar con el alcohol, el sexo, el dinero, el ocio, la comida y la computadora que con la universidad a la que vamos o qué libros leemos”.

Además, en Santiago 1:21 leemos: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas”. Somos llamados a escuchar y profundizar en la Palabra, siguiendo la santidad y obedeciendo a Dios. Así que si tienes tu mente enfocada en las cosas de este mundo en vez de tener tu mirada puesta en Cristo en agradecimiento por el evangelio, y desobedeces de manera consciente la Palabra —ya sea murmurando, quejándote, despreciando la oración, mintiendo, y un largo etcétera—, eso contribuye a que en alguna clase de estudio bíblico a la que asistas (o el domingo en el culto de adoración) la semilla de la Palabra no encuentre una tierra en tu corazón dispuesta realmente a recibirla (cp. Sal. 106:25).

3. Conocimiento doctrinal no es igual a crecimiento espiritual[1].

En Santiago 1:22 leemos: “Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos”. ¿Estamos tomando eso en serio? Somos tan pecadores y necesitamos tanto de la gracia de Dios, que rápidamente creemos que sólo por el simple hecho de saber más sobre lo que dice la Biblia ya hemos crecido más en amor y humildad. Al diablo le encanta que creamos que el conocimiento doctrinal es igual al crecimiento espiritual, porque es mentira. Esa idea, al contrario, nos inclina al orgullo espiritual y nos conduce a tener una mentalidad un tanto superficial a la hora de discipular a otros: Creemos que los problemas de los demás se resolverían simplemente si supieran sobre algunos hechos. Judas escuchó todos los sermones de Jesús, y mira qué pasó con él. De hecho, el diablo sabe doctrina bíblica y conoce cuán santo, digno y bueno es Dios, mucho más que nosotros, y sigue siendo diablo (cp. Santiago 2:19). Esa es la razón por la que hay personas que tienen la doctrina del evangelio pero son legalistas, personas que pueden argumentar exquisitamente la doctrina de la santificación pero no se toman en serio el llamado a vivir en santidad, personas que conocen la doctrina de la gloria de Dios pero no le dan a Dios la honra que Él merece, personas que saben que la salvación es sólo por gracia pero viven con orgullo. Dios confronta a sus hijos constantemente por fallar al no abrazar de todo corazón las cosas que ya sabemos. Cuanto más conocemos la verdad, de alguna manera somos más responsables de creerla y vivir de acuerdo a esta (cp. Mat 5:19-20). En 2 Timoteo 3:16-17 vemos que el conocimiento de la Palabra de Dios es absolutamente necesario para el crecimiento espiritual. Sin conocimiento, no habrá crecimiento. Pero, es posible conocer y no crecer. Y en realidad, eso no es conocer las cosas como realmente son (1 Corintios 8:2). Por eso quiero terminar este artículo llamándote a que nos unamos a esta oración del salmista: “Favorece a tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley… Dame entendimiento para que guarde tu ley y la cumpla de todo corazón” (Salmos 119:17-18; 34). Necesitamos pedir esto a diario si queremos madurar espiritualmente al profundizar en la Palabra de Dios.


[1] Esta sección del artículo es extraída de mi otro artículo con el mismo título: //josuebarrios.com/conocimiento-doctrinal-crecimiento-espiritual/

Josué Barrios

Sirve como coordinador editorial en Coalición por el Evangelio. Vive con su esposa Arianny en Santa Marta, Colombia, y es parte de Iglesia Bíblica Soberana Gracia. Puedes leerlo en josuebarrios.com y seguirlo en Twitter: @josbarrios.

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