Una habilidad extraordinaria para los cristianos ordinarios

¿Has soñado alguna vez con ser rico? ¿Te has preguntado alguna vez cómo sería saber que el dinero no supone un obstáculo entre tus sueños y tú?

¿Has soñado alguna vez con ser rico? ¿Te has preguntado alguna vez cómo sería saber que el dinero no supone un obstáculo entre tus sueños y tú? Creo que todos lo hemos hecho alguna vez, ¿no es cierto? Y la mayoría estamos convencidos de que utilizaríamos nuestra riqueza para el bien, para servir a los demás y no a nosotros mismos. Nos imaginamos entregando las llaves de una nueva casa, o donando la beca completa a esa persona que nunca podría permitírsela. Soñamos con utilizar una riqueza extravagante para hacer un bien extraordinario. Atribuimos gran importancia a las grandes acciones, ¿no es así? Y damos poca importancia a las pequeñas acciones. Y, sin embargo, muy pocos tenemos la oportunidad de hacer esas cosas excepcionales. Pero ¿y si lo estamos midiendo todo mal? John Stott lo dice muy bien al comentar Gálatas 6:2: «Amarnos unos a otros como Cristo nos amó puede llevarnos no a una acción heroica y espectacular de auto sacrificio, sino al ministerio mucho más coditiano y humilde de llevar las cargas». Creo que la razón por la que soñamos con ayudar a los demás a través de una riqueza  extravagante es que parece que esos actos extraordinarios cuentan más. Muchas de nuestras buenas acciones son muy pequeñas. Parecen insignificantes. En lugar de dar las llaves de un coche nuevo, damos un guiso cocinado en exceso. En lugar de financiar un cambio de imagen radical para la casa de esa persona, nos presentamos el sábado por la mañana para ayudar a aplicar una nueva capa de pintura. En lugar de darles un cheque para pagar su hipoteca, les damos unas horas de nuestro tiempo para escucharlos y aconsejarlos. En lugar de financiar unas maravillosas vacaciones, nos llevamos a sus hijos durante un par de horas para que puedan escaparse a  una cita. Ese no parece ser  el motivo  del que están hechos los sueños. Pero me encanta lo que dice John Piper: «Esta es una vocación que te dará más satisfacción que si te volvieras diez veces millonario: desarrolla la extraordinaria habilidad de detectar las cargas de los demás y dedícate diariamente a hacerlas más livianas». Este es el ministerio extraordinario  para todo cristiano ordinario: llevar las cargas de los demás. Lo que parece tan cotidiano y tan humilde, en realidad le da  gran gloria y honor a Dios. Conoces el pasaje de Mateo 25 que describe la separación de las ovejas de las cabras en el juicio final (versículos 31-46). Lo has leído cientos de veces, pero ¿alguna vez te has detenido a considerar qué criterios se aplican? Los creyentes no son separados de los incrédulos sobre la base de hechos extraordinarios y espectaculares que fueron vistos y reconocidos por otros. Ni mucho menos. En el recuento final, cuando estemos ante el Señor, nos sorprenderá darnos cuenta de que las cosas más significativas son las más pequeñas; cosas tan pequeñas que hemos olvidado por completo:«Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?». Pero estas pequeñas cosas son la prueba de nuestra salvación, la prueba de nuestro compromiso con el bien de los demás y la gloria de Dios. Este es el ministerio de llevar las cargas. Es una vocación que te hará ganar muy pocos elogios. Te hará ganar muy pocos premios. La mayor parte de lo que hagas pasará desapercibido para los demás y será olvidado incluso por los que más se beneficien. Tú mismo olvidarás la mayor parte. Pero cada detalle será importante. Cada detalle hará el bien a otros y traerá la gloria a Dios. Así que, busca a los que están agobiados. Desarrolla el hábito y la habilidad de detectar esas cargas, y decide atenderlas, con un guiso, un abrazo, una visita o una oración a la  vez. Le daré la última palabra a Stott: «Ser portador de cargas es un gran ministerio. Es algo que todo cristiano debe y puede hacer. Es una consecuencia natural de caminar por el Espíritu. Así se cumple la ley de Cristo. “Por lo tanto”, escribió Martín Lutero, “los cristianos deben tener hombros fuertes y huesos robustos”, lo suficientemente fuertes como para llevar cargas pesadas». Este artículo fue publicado originalmente en inglés en https://www.challies.com/christian-living/an-extraordinary-skill-for-ordinary-christians/

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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