El 6 de febrero de 2006, Stephen Harper se paró frente al Gobernador General de Canadá y recitó el juramento al cargo: «Yo, Stephen Harper, prometo solemne y sinceramente y juro que ejecutaré verdadera y fielmente, y al máximo de mi habilidad y conocimiento, los poderes y la confianza depositados en mí como Primer Ministro, con la ayuda de Dios». En el preciso momento en que recitó ese juramento, recibió una nueva identidad: Primer Ministro de Canadá. Esa identidad incluye lo que el juramento llama poderes y confianza: recibió autoridad para representar a Canadá, poder para tomar decisiones, y la responsabilidad de conducir a la nación de la mejor forma para los canadienses. Como ciudadano de Canadá, yo quiero que mi Primer Ministro sepa en quién se ha convertido, que sepa de qué es responsable, qué autoridad posee. Quiero que asuma la plena identidad del Primer Ministro y se comporte como tal. Si no asume esa identidad, no puede realizar su trabajo de manera efectiva. Nunca me encontrado con el Primer Ministro ni he podido preguntarle, pero yo supongo que asumir esa nueva identidad es difícil. Aunque se convirtió en Primer Ministro al momento de recitar el juramento, debe haberle tomado algún tiempo para comenzar a actuar confiadamente como Primer Ministro. Debió haber un periodo de acomodación donde se reconcilió con todas estas nuevas realidades: sus nuevas capacidades, su nuevo título, y sus nuevas responsabilidades de liderazgo. Al principio debe haber sido extraño que la gente lo llamara «Sr. Primer Ministro», y que siempre lo miraran a él esperando instrucciones. Tú, como cristiano, también has recibido una nueva identidad. Así como Stephen Harper recibió inmediatamente una nueva identidad cuando juró el cargo, tú recibiste una nueva identidad en el preciso momento en que pusiste tu fe en Cristo Jesús y fuiste justificado por él. Y tal como el Primer Ministro, se necesita tiempo y conocimiento para que crezcas en esa nueva identidad. A través de toda la vida cristiana, estarás creciendo y esforzándote por entenderla de una manera mejor y más profunda, y vivir conforme a esa verdad. Más que cualquier otra cosa, tu nueva identidad depende de esta simple verdad: tú estás en Cristo. Estás unido a Cristo, y te identificas con él. Muchos cristianos a través de los años han dicho que, de todas las bendiciones que se reciben en Cristo, ninguna es mayor que esta. ¿Por qué? Porque solo a través de tu unión con Cristo obtienes todos los beneficios de Cristo. Su vida es tu vida, su muerte es tu muerte, su justicia es tu justicia, y todo eso porque estás unido a él. Estás en Cristo, y todo lo que es de él, es tuyo. Esta es tu más profunda identidad.