¿Te estás escondiendo de la voz de Dios? 

Adán y Eva disfrutaron una perfecta comunión con Dios en el jardín. Escuchaban de Dios y hablaban con Dios directamente. No había distracciones pecaminosas que se interponían entre la Palabra de Dios y la obediencia de ellos. Sus vidas giraban alrededor de la Palabra de Dios.   Pero la serpiente se deslizó sobre el hombro de Eva y le susurró la primera mentira que aun hace eco dentro de las paredes de nuestros corazones: “¿Conque Dios os ha dicho?” Fue una semilla de engaño, y ha sido sembrada profundamente en cada uno de nosotros.    La experiencia ilimitada de la voz de Dios que marcó el jardín fue manchada en un instante. Adán y Eva buscaron la verdad fuera de la palabra de Dios. Ellos tomaron en consideración, “¿Conque Dios os ha dicho?”   Ese susurro engañoso hizo como bola de nieve hasta llegar a una anulación rotunda del cuadro original: la obediencia amorosa a la Palabra de Dios llegó a ser un temor absoluto ante el sonido de su voz. Ahora cuando Dios habló, se escondieron en su vergüenza recién descubierta.  

 Escondiéndose de la Palabra de Dios

La paz entre Dios y el hombre se hizo añicos en el jardín. Ahora vemos a Dios y a su Palabra a través de un lente roto. Compartimos el apuro de nuestros padres antiguos en respuesta a su voz. Cuando se trata de encontrarse con Dios por medio de la gracia, abunda nuestra culpa. Tenemos una respuesta tipo jardín hacia las Escrituras: nos engañamos a nosotros mismos y asociamos la Palabra de Dios solamente con la condena.   Después que el pecado entró al mundo, la respuesta de Adán y Eva al escuchar la voz de Dios en el jardín fue esconderse. La belleza de las palabras, y la gloria de escuchar a Dios hablar, fueron retorcidas y estropeadas. Tememos a la Biblia por causa de nuestro pecado. Vivimos con culpa y humillación sobre nuestras deficiencias, y la única voz que puede hablarle paz a nuestra condena permanece sin abrir y ni escuchar. Ya que huimos de nuestras Biblias.   Le tememos al veredicto del Juez, así que no escuchamos la jubilosa canción del Padre. Le tememos la puñalada de la espada, así que no conocemos la transformación que proviene del pecado mortificado. Confiamos en nuestra autonomía para descifrar lo que Dios verdaderamente dice sobre nosotros, así que no nos deleitamos en su Palabra día y noche.    Siguiendo nuestros propios corazones, somos nuevamente engañados. Cuando creemos lo que nuestros corazones nos dicen sobre quién es Dios y lo que pensamos que Él nos ha dicho, le damos rienda suelta al susurro de la serpiente. El resultado es recelo. Y luego nos escondemos.  

 El evangelio nos invita hacia afuera

Las buenas nuevas de Jesús ultimadamente son las nuevas de un reino que está de cabeza. Los primeros serán los últimos. Los débiles avergüenzan a los fuertes. Pierde tu vida para encontrarla. Jesucristo dejó atrás las glorias del cielo para morir en una cruz, el justo por los injustos, para que Él nos lleve a Dios. Los enemigos ahora son los invitados.    Aparte de Cristo nos alejamos de la voz de Dios, escondiéndonos en la maleza. Aparte de Cristo no encontramos ningún deleite en la voz de Dios cuando Él nos llama. Pero el evangelio revierte nuestros amores. Cuando nacemos de nuevo, experimentamos nuevos afectos. Comenzamos a parecernos a nuestro Padre. Comenzamos a deleitarnos en lo que antes temíamos.    El evangelio revierte nuestro miedo (que produce engaño) en deleite. El Espíritu comienza a restaurar el cuadro del jardín. Ahora, cuando escuchamos a Dios hablar, nuestras cabezas se elevan desde la maleza. Sus palabras nos atraen a Él. El mensaje de la Biblia es el de un Padre que nos desviste de nuestras hojas de higuera auto-engañosas y nos viste con el Cordero inmaculado. Comenzamos a ver las palabras de Dios no como una estruendosa voz de juicio, sino como una encantadora invitación para caminar con Él. 

 Deléitate en Dios a través de su Palabra

 Hay dos pasajes de las Escrituras que tienen sorprendentes similitudes: Salmos 1 y Jeremías 17.   Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto. (Jer. 17:7-8)  ¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera. (Sal. 1:1-3)   Árboles chapoteando en el agua, dando frutos, intrepidez ante el cambio de las estaciones. Las imágenes compartidas entre los dos pasajes son innegables. Pero ¿captaste la diferencia?   El profeta le promete estas bendiciones al que confía en El Señor; mientras que el Salmista se las promete al que se deleita en su ley   Este es el punto. Tanto el profeta como el salmista usan a Dios y a su ley de manera intercambiable. Inspirados por el Espíritu Santo, ellos entendieron que su Palabra es el medio más claro y directo a través del cual Él se comunica. No se puede amar ni confiar en Dios sin antes conocerlo, y no se puede conocer a Dios sin antes escuchar su voz. 

Camina con Dios en el jardín de su Palabra

Juan Calvino dijo una vez, “Cuando la Biblia habla, Dios habla.” Cuando leemos la Palabra y nos encontramos con su belleza, su poder, y su veracidad, verdaderamente estamos experimentando la belleza, el poder, y la veracidad de su Autor. Estamos cara a cara con Dios en las Escrituras.  Adán y Eva caminaron con Dios en el jardín; nosotros caminamos con Él en las páginas de las Escrituras. Y a través de Jesús ahora tenemos paz con Dios. Por lo tanto, también tenemos paz con su Palabra. No debemos engañarnos, viendo las Escrituras como si fueran palabra de condenación. Son una voz amorosa del Padre en la que deleitarse.   Mientras meditas en encontrar a Dios mediante las Escrituras, no creas en la mentira del jardín. No busques fuera de la Palabra de Dios, preguntándote sobre qué dijo Él verdaderamente. No te engañes, creyendo que confiar y deleitarse en Dios están de alguna manera separados de la obediencia a su Palabra. Responde a la luz del evangelio: confiando, amando, y deleitándote en Dios al deleitarte en su Palabra diariamente.  

Hayden Nesbit

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