Este artículo pertenece al libro De vuelta a Cristo: Celebrando los 500 años de la Reforma escrito por pastores hispano hablantes y publicado por Soldados de Jesucristo. Estaremos regalando los archivos digitales de este libro el 31 de octubre de 2018, en celebración del aniversario de la Reforma protestante.
«Nuestros amigos, nuestra comunidad e incluso muchas iglesias nos dicen que debemos negar la exclusividad de Cristo… Posiblemente no haya mayor punto de presión en nuestra sociedad que ese» (R. C. Sproul).[1]
La frase Post tenebras lux aparece inscrita en una cantidad de monedas de Ginebra, Suiza. Yo encontré una del año 1794 en venta por Internet. En ella se leía claramente esta inscripción. Es una frase del latín que significa «después de la oscuridad, la luz». Se convirtió en el lema del reformador Calvino y también de toda la Reforma. Esta frase resume lo que ocurrió durante la Reforma: ¡hubo luz! Después de tanto tiempo de oscuridad, vino la luz. Oscuridad teológica y, por ende, oscuridad moral. El regreso a la autoridad de la Biblia y la claridad de una definición bíblica, paulina sobre la justificación trajo luz. En un nuevo documental de la vida de Martín Lutero que se produjo en celebración de los 500 años de la Reforma protestante, R. C. Sproul cita a Karl Barth contando la historia de un monje ciego subiendo las escaleras de una torre de una iglesia. El monje ciego se tropieza y busca agarrarse de lo más cerca suyo y se agarra de la soga que va a la campana y como resultado despierta a todo el pueblo. El monje de esa historia representa a Lutero, quien no se imaginaba lo que ocurriría a partir de ese día. Y, si bien la Reforma fue un movimiento complejo y con muchos factores (políticos, religiosos, sociales, económicos, etc.), el gatillo que disparó todo lo que vendría fue la acción de Lutero al clavar las 95 tesis en la puerta de la capilla de Wittenberg. Stephen Nichols, en su libro sobre la vida y pensamiento de Martín Lutero, comenta lo siguiente: Para Lutero la realidad era un mundo sin el protestantismo. Sus elecciones eran claras: o la Iglesia Católica Romana o el paganismo. Como monje, por supuesto, él adoptó lo primero. Cuando Lutero murió en el 1546, el mundo había cambiado drásticamente… Lutero argumentaba que la preocupación central para la iglesia era una preocupación teológica. Quita la doctrina, argumentaba Lutero, y no tienes iglesia… Lutero es conocido no solamente por su involucramiento en los eventos de la Reforma sino por su rol en dar forma a las ideas de la Reforma. Quizá, más que cualquier persona, Lutero le dio forma a las presuposiciones que definen el protestantismo. Los teólogos usan una serie de expresiones en latín para capturar estos conceptos. Conocidos como las «Solas de la Reforma» incluyen: sola Scriptura (solo las Escrituras), sola fide (solo la fe), sola gratia (solo la gracia), solus Christus (solo Cristo) y soli Deo gloria (a Dios solamente sea la gloria). Todas estas ideas toman raíces en el pensamiento de Martín Lutero. El hecho de que estas ideas siguen definiendo al cristianismo es un testimonio duradero de la influencia de Lutero.[2] Fue el descubrimiento de estas verdades en las Escrituras que hizo que cambiara radicalmente la manera en cómo Lutero veía a Dios. Lutero odiaba la justicia de Dios. Vivía confesando sus pecados a sus superiores en el monasterio. Entendía la justicia de Dios como algo que él debía alcanzar y que no podía. Para él, el libro de Romanos no contenía buenas noticias. «La justicia de Dios revelada» era algo terrible porque sentía su condenación. Hasta que se dio cuenta que la justicia de Dios es un regalo ofrecido en el evangelio a través de la persona y la obra de Cristo. La justicia (rectitud) de Dios era algo que él podía recibir por fe. Cristo había hecho todo. Cuando Lutero descubrió esto obtuvimos su famosa frase: «me sentí como si yo hubiese nacido de nuevo por completo, y que hubiese entrado al paraíso mismo a través de las puertas que habían sido abiertas ampliamente». En este capítulo queremos mirar una de las cinco solas: solus Christus (solo Cristo). Rod Rosenbladt, quien escribió un libro considerando específicamente el solus Christus de la Reforma, nos dice lo siguiente: La razón por la cual los reformadores pelearon tan incesantemente por solus Christus fue porque nuestra propia salvación descansa en la persona de Cristo y su obra culminada. La Escritura presenta a Jesucristo como el único mediador entre un Dios Santo y el hombre pecador (1 Ti. 2:5). Dios salva a pecadores solus Christus. Ese es el meollo del asunto.[3]
¿Qué es solus Christus?
- C. Sproul nos habla de un elemento objetivo y un elemento subjetivo del evangelio:
Hay dos aspectos del evangelio, las buenas noticias del Nuevo Testamento: un aspecto objetivo y un aspecto subjetivo. El contenido objetivo del evangelio es la persona y obra de Jesús, lo que hizo y lo que logró en su vida. El aspecto subjetivo es la pregunta: ¿de qué manera los beneficios de la obra de Cristo son apropiados por el creyente? Es aquí donde la doctrina de la justificación se hace más evidente.[4] Cuando hablamos de solus Christus no estamos hablando solamente del aspecto objetivo del evangelio. El catolicismo Romano afirma que Cristo es Dios en la carne y que murió por nuestros pecados. Solo cuando entramos a mirar más específicamente qué significa eso, cuáles son las implicaciones y cómo nos apropiamos de los beneficios de su obra es que vemos las grandes diferencias. Entonces, solus Christus tiene que ver con la persona y la obra de Cristo, pero también con las implicaciones de su vida, muerte y resurrección. Podríamos considerar muchos textos bíblicos que tratan la exclusividad de Cristo en la salvación, pero quisiera enfocarme en uno en particular. A continuación, expongo este texto como texto central para entender más esta doctrina crucial para el tiempo de Lutero y también para nuestros días. El texto bíblico es 1 Timoteo 2:5-6:[5] «Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, testimonio dado a su debido tiempo». El contexto de esta frase es la exhortación de Pablo a orar por personas en autoridad y por todos los hombres. «Dios nuestro Salvador… quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad» (1 Ti. 2:4). El contexto de este pasaje es un contexto de oración, pero el contenido de esa oración apunta hacia la salvación y la expansión del evangelio a «todos los hombres». Este texto hace cuatro afirmaciones:
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Hay un solo Dios.
Probablemente Pablo está combatiendo una herejía que enseñaba un tipo erróneo de exclusivismo. Los oponentes que Pablo está enfrentando estaban enseñando una exclusividad no bíblica del evangelio: el evangelio es solamente para un grupo exclusivo de personas. Pablo enfatiza la universalidad del mensaje del evangelio, es decir, el evangelio es para todos. A través de la Escritura vemos esto: debemos predicar el evangelio a toda criatura (Mr. 16:15), Cristo invita a todos los sedientos a venir a él (Jn. 7:37), todos están invitados a venir a las aguas, los que no tienen dinero están invitados a venir, comprar y comer sin dinero y sin costo alguno (Is. 55:1), el que tiene sed, venga, el que desea, que tome gratuitamente del agua de vida (Ap. 21:6) y quien viene a Cristo él no le echa fuera (Jn. 6:37). Pablo afirma esta verdad usando la palabra «todos» en repetidas ocasiones en 1 Timoteo 2:1-7: «Por todos los hombres… por todos los que están en autoridad… el cual quiere que todos los hombres sean salvos… Cristo Jesús hombre quien se dio en rescate por todos» (énfasis añadido). Ahora bien, ¿cómo encaja lo que Pablo está declarando aquí con la doctrina de la elección incondicional que Pablo enseña en otros pasajes como Efesios 1 y Romanos 9? La realidad de que Dios nos ha elegido para salvación antes de la fundación del mundo y la razón de su elección no tiene nada que ver con algo en nosotros. ¿Cómo explicamos esta verdad con lo que Pablo está enseñando en su carta a Timoteo? Se ha explicado que Pablo está enfatizando el deseo de Dios de que todos sean salvos pero que Dios no decreta todo lo que él desea. Por ejemplo, Dios no decreta que nosotros hoy no pequemos durante todo el día a pesar de que lo desea. Pero probablemente una mejor explicación sea que la palabra «todos» en el pasaje no se refiere a «todos sin excepción», sino a «todos sin distinción». Dios quiere la salvación de todo tipo de personas (y de hecho él salvará todo tipo de personas), de todo tipo de culturas, de todo tipo de trasfondos religiosos, de todo tipo de clases sociales. No hay distinción. El evangelio es para todo tipo de personas. La primera verdad que Pablo enfatiza en este texto es que hay un solo Dios. No hay muchos dioses. El Dios verdadero es uno solo. El Dios de la Biblia. El Dios de Abraham, Isaac, Jacob y José. Decir esto en nuestro tiempo es tan radical como lo fue en el primer siglo. En el tiempo de Pablo las otras religiones eran prácticamente todas politeístas. Hoy muchos quizá afirman creer en algún dios, pero no es el Dios único de la Biblia. Es un dios creado a su imagen, pero no el Dios verdadero. Hay un solo Dios y es el Dios que se ha dado a conocer en la Biblia y a través de su Hijo (Dt. 6:4; Is. 41:21-24; Jn. 1:18). Si estás leyendo este capítulo y no estás convencido de que hay un solo Dios, debes saber algo: esto no es un punto de vista entre muchos. No es la perspectiva «reformada» contra otras perspectivas que pudieran ser ciertas. La Biblia es clara. Hay un solo Dios. Es el Dios que te creó. El único Dios verdadero que existe eternamente en tres personas te creó, te ama y te llama a reconciliarte con él. Los cristianos creemos que el budismo, el islam y todas las otras religiones fuera del cristianismo bíblico son religiones falsas porque todo dios fuera del Dios de la Biblia es un dios falso. ¡Hay un sólo Dios! Y la realidad es que nosotros no podemos acercarnos a ese único Dios por méritos propios. Él es santo, puro, habita en luz inaccesible. Nosotros estamos sucios por el pecado. Intentar acércanos así a este Dios santo, verdadero, justo, lleno de ira contra el pecado es como intentar acercar un papel a un fuego y pretender que el papel no se consuma. ¡Imposible! Pero las buenas noticias del evangelio son estas: nosotros podemos acercarnos al único Dios porque hay un mediador. No muchos mediadores sino uno.
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Hay un solo mediador.
«Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre» (1 Ti. 2:5). «Un solo mediador», no muchos. El pluralismo es incorrecto. No hay muchos caminos a Dios. El postmodernismo es incorrecto en su afirmación de que no hay verdades absolutas. A quienes afirman esta máxima postmoderna les pregunto: «¿estás absolutamente seguro de que no hay verdades absolutas?». La Biblia declara sin lugar a dudas que hay un solo Dios y hay un solo mediador. La palabra mediador traduce una palabra griega que comunica la idea de una persona que actúa como mediador trayendo reconciliación. La realidad de Cristo como único mediador confronta mucho de lo que sucede hoy en iglesias que se llaman cristianas. Solus Christus significa que sólo Cristo nos salva. Algunas de las enseñanzas y prácticas de la iglesia evangélica distorsionan, confunden y opacan la claridad del evangelio. Es común escuchar en iglesias evangélicas que hay un segundo bautismo del Espíritu Santo después de la conversión. Es una ofensa al evangelio cuando le pedimos a un cristiano que busque algo más para estar realmente completo. Si necesitamos una segunda obra de Dios en nosotros para estar completos, Cristo no fue suficiente. 1 Corintios 12:13 nos dice claramente que todos fuimos bautizados por el Espíritu. Esto ocurre simultáneamente en el momento de nuestra conversión. Es un error confundir el ministerio del bautismo del Espíritu Santo con el ministerio de la llenura del Espíritu Santo. El primero ocurre una vez en el momento de la conversión mientras que el segundo es un mandamiento para todo cristiano: «Sed llenos del Espíritu» (Ef. 5:18). Debemos buscar regularmente ser llenos del Espíritu, ceder más al control del Espíritu en todas las áreas de nuestra vida. Otro pensamiento común y erróneo es que el pastor te lleva a Dios casi como si fuera un mediador. Algunos cristianos son «pastor-dependientes» para su vida espiritual. ¿Qué quiero decir con esto? Dios ha levantado a pastores para alimentar la grey que Cristo compró con su propia sangre. Este es un llamado noble. El peso de la responsabilidad y el privilegio es enorme. Efesios nos dice que los pastores están para capacitar a los santos para la obra del ministerio con la meta de que el cuerpo sea más saludable. Hebreos nos habla de la importancia de que la congregación se someta a sus pastores y también enseña que los pastores rendirán cuentas por el cuidado de la grey. El pastor debe predicar la Palabra como Pablo exhorta en 2 Timoteo 4. Los pastores saludables en su doctrina y en su vida son esenciales para la salud de la iglesia local. No estoy hablando en contra de este ministerio. Pero sí afirmo que, ya sea por culpa del pastor o por culpa de las ovejas o por culpa de ambos, hay un peligro real en que la iglesia esté centrada en el pastor y no en Cristo. Hay un peligro real de que los miembros traten a su pastor como un mediador a Dios. Hay un peligro real en pensar que el pastor suplirá las necesidades espirituales de sus ovejas. Un buen pastor predica la palabra, predica el evangelio, entrena líderes y a futuros pastores, vela por el bienestar de los miembros, pero conduce a la gente hacia Cristo y no hacia él. Los conduce hacia el único mediador: Jesús, el único que puede salvarlos de la pena y del poder de pecado. Hay un solo mediador. Esta enseñanza bíblica confronta el pensamiento popular que enseña que distintas religiones pueden, de la misma manera, llevarnos a Dios (pluralismo). Esto fue afirmado recientemente en un video que se encuentra en el Internet, en el cual el Papa Francisco promueve «un diálogo entre las religiones». En él se escuchan frases como «confío en Buda», «creo en Dios», «creo en Jesucristo», y «creo en Dios, Alá». El Papa afirma erróneamente que «en esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios». La Biblia nos dice con claridad que esa enseñanza es falsa, un engaño. Hay un solo mediador. Solus Christus. Esto fue lo que los reformadores predicaron y enseñaron. Y esto es lo que nosotros debemos predicar y enseñar.
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El mediador entre Dios y los hombres es Cristo Jesús hombre.
La tercera afirmación que vemos en el texto es que el mediador entre Dios y los hombres es «Cristo Jesús hombre». Es un mediador entre Dios y los hombres (en plural). El énfasis está sobre la universalidad de la oferta del evangelio de venir a Dios a través de la persona de Cristo. El texto describe a Jesús como hombre y, con esto, enfatiza su humanidad, enfatiza el hecho de que Dios se hizo hombre. El autor y apologeta inglés C. S. Lewis respondió al argumento de un astronauta ruso que se jactaba de que después de ir al espacio no encontró a Dios. En un artículo llamado The Seeing Eye [El ojo que ve] Lewis respondió, «Encontrar a Dios mediante la exploración del espacio es como leer o ver todas las obras de Shakespeare con la esperanza de que vas a encontrar a Shakespeare como uno de los personajes de la obra». La realidad es que Hamlet no va a encontrar a Shakespeare en el castillo. La única manera que Hamlet puede conocer a Shakespeare es si Shakespeare se escribe dentro de la obra. Esto es lo que Dios hizo. Juan 1:14 nos dice que «el Verbo se hizo carne»; y este Verbo es Dios mismo (Jn. 1:1). La única manera de conocer realmente al Dios verdadero es a través de Cristo, solus Christus, porque Jesús es Dios mismo en carne. No hay nadie como él. El pastor y escritor Miguel Núñez en su libro Enseñanzas que transformaron el mundo nos ilustra bien este punto: Sócrates enseñó unos 40 años; Platón, unos 50 años; y Aristóteles, 40. Entre estos tres grandes maestros acumularon unos 130 años de enseñanza, Jesús enseñó durante 3 años y nadie, ni antes ni después, ha logrado influenciar la historia de la humanidad como lo hizo Cristo. Tres años de enseñanza y 2000 años de influencia… Confucio dijo: «Yo nunca dije que era santo». Pero Jesús preguntó: «¿Quién de vosotros me prueba que tengo pecado?» (Jn. 8:46). Nadie le respondió. Mahoma dijo: «Si Dios no tiene misericordia de mí, no tengo esperanza». Mas Cristo dijo: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (Jn. 3:36). Buda dijo: «Soy alguien en búsqueda de la verdad». Pero Cristo dijo: «Yo soy la verdad» (Jn. 14:6). Confucio murió divorciado. Mahoma tuvo once esposas y muchas concubinas, a pesar de que el Corán solo le permitía cuatro. Buda abandonó a su esposa y a su hijo para dedicarse a la vida contemplativa enseñando que el hombre tenía que liberarse de sus deseos egoístas, mientras él abandonó a su esposa e hijo de manera egoísta.[6] No hay nadie como Jesús. Él es único. Él es Dios. Solo él puede salvar. Solus Christus.
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La obra del único mediador Jesucristo fue darse a sí mismo en rescate por todos.
«Quien se dio a sí mismo en rescate por todos, testimonio dado a su debido tiempo» (1 Ti. 2:6). Cuán radicalmente distinta es esta declaración en comparación con todas las otras religiones. Ningún dios vino a la tierra en una misión de rescate como la persona de Jesús. El profesor de matemática de Oxford John Lennox explica la diferencia entre el cristianismo y las otras religiones del mundo afirmando que todas las religiones llevan a las personas a ser como los estudiantes que esperan el examen final de los profesores al final del semestre. Esos exámenes finales representan el juicio final y todo el esfuerzo durante el semestre es la preparación para ese examen final. Pero no se sabe con certeza si se aprobará o no hasta que llega el día. En todas las religiones del mundo la persona debe esperar «el día del juicio» y ver si aprueba o no. La persona no sabe si hizo lo suficiente hasta después de la muerte. El cristianismo bíblico dice que jamás podremos justificarnos por nuestras obras porque tendríamos que ser perfectos, y nadie lo es, para pararnos delante de Dios y estar por siempre con él. Por eso Cristo vino en rescate. Era la única manera. Si hubiera habido otra manera, entonces el Padre hubiera propuesto otra manera. Pero no la había. La única manera de salvarnos era que Cristo fuera a la cruz y tomara el castigo que nosotros merecíamos. Murió en nuestro lugar. Por eso, solo Cristo salva. Solus Christus. No hay otra manera.
Conclusión
Solus Christus significa, entonces, que hay un solo Dios y un solo mediador, Jesucristo el Dios Hombre, quien se entregó para salvar a todos los que vienen a él. Cristo mismo afirmó esto: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn. 14:6). Esto es una declaración radical. Es como si Jesús dijera: «si quieres venir al Padre tiene que ser por mí y solamente por mí». Si quieres venir al verdadero Dios tiene que ser a través de Cristo, solo Cristo. Ven a Cristo para tu salvación. Ven a él para tu justificación, para tu santificación, para tener vida. Solus Christus. Solo Cristo nos salva. [1] R. C. Sproul, John [Juan] (Orlando, FL: Reformation Trust Publishing, 2009). [2] Stephen J. Nichols, Martin Luther: A Guided Tour of his Life and Thought [Martín Lutero: un recorrido guiado de su vida y pensamiento] (Phillipsburg: P&R Publishing, 2002). [3] Rod Rosenbladt, Christ Alone [Solo Cristo] (Irvine: NRP Books, 2015). [4] R. C. Sproul, Are we Together? A Protestant Analyzes Roman Catholicism [¿Estamos juntos en verdad? Un protestante analiza el catolicismo romano] (Orlando, FL: Reformation Trust Publishing, 2012). [5] Invito al lector a leer el contexto más amplio: 1 Timoteo 2:1-7. [6] Miguel Núñez, Enseñanzas que transformaron el mundo (Nashville: B&H Español, 2015).