En esta ocasión reseñaremos el libro de Keller, Caminando con Dios a través del dolor y el sufrimiento; si nuestra barca parece hundirse en las olas de aflicción, este libro será como una perla que haciende desde lo profundo del mar, brillando en medio de una oscura tormenta.
Un autor original
Keller es un escritor de estilo fresco y renovado. Nunca leeremos sus libros y nos iremos con el sentimiento de que eso ya lo habíamos escuchado en otro lugar. Uno puede ver el arduo trabajo que realiza detrás de cada página que imprime. Además, Keller es un escritor que nos hace pensar, pero nunca piensa por nosotros. Eso es lo grandioso de él. Estamos demasiados acostumbrados a que nos digan qué creer y cómo vivir; ese facilismo intelectual no cuadra con Keller. Él separa la paja del trigo; es analítico, teológico, filosófico y apologético. Que con sus hallazgos traza un camino lógico, es indiscutible, pero jamás fuerza a nadie a seguirlo a menos que el lector se convenza a sí mismo de que esa es la verdad. Él impele, pero nunca impone.
Un libro balanceado
Caminando con Dios a través del dolor y el sufrimiento, ofrece dirección al individuo completo: mente, corazón y alma. Todo tu ser se verá alimentado, guiado y fortalecido. Quienes necesiten fundamentos sólidos y bíblicos para enfrentar las crisis de sus vidas, lo hallarán; quienes precisen palabras de aliento, ánimo y consuelo las encontrarán. El autor se propuso finalizar un tomo que abarque tanto los principios bíblicos como las experiencias humanas que convergen en el sufrimiento de las personas. Creo que lo ha logrado bastante bien; mientras leamos, sentiremos cómo nuestra alma se acomoda con el equilibrio que ofrecen sus reflexiones. Otra cosa que debo señalar, son las historias reales sobre los variados tipos de sufrimientos que experimentan las diferentes personas. Al final de cada capítulo encontraremos estos relatos verídicos y asombrosos. Como el lector atraviesa en carne propia sus crisis, entonces podrá sentirse en la piel de aquellos que describen sus dolorosas vivencias. Pero también, sacaremos innumerables beneficios espirituales y emocionales mientras transitamos esos párrafos. Las cartas son breves y de lectura obligada para apreciar el propósito de la obra. Creo que el corazón del libro se encuentra en un pensamiento de Lutero, que Keller resalta en repetidas ocasiones. En esencia la idea de Lutero es que el cristiano enfrenta mejor el sufrimiento cuando encuentra su identidad en el evangelio; es decir, cuando apreciamos mejor lo que Jesús hizo en la cruz sufriendo injustamente la ira de Dios por nosotros. Esto es tan bíblico como antiguo, pues Job ya había trazado ese sendero en medio del sufrimiento: «aunque Él me mate, en Él esperaré» (Job. 13:15). Mientras mejor comprendemos lo que hizo Jesucristo en el Calvario por nosotros, muriendo por nuestras iniquidades y resucitando para nuestra justificación, tanto mejor atravesaremos el dolor sabiendo que Dios está de nuestro lado gracias a la obra del Mesías (Ro 8). Esa es la médula del libro. Algo referido a esto escribió el puritano R. Sibbes en su clásico La caña cascada: «En esto podemos ver el dulce amor de Dios por nosotros: en que considera la obra de nuestra salvación efectuada por Cristo como Su mayor servicio y en que quiso colocar a Su amado Hijo Unigénito en ese servicio… En los tiempos de tentación, las conciencias aprensivas fijan tanto la mirada en la dificultad presente en que se hallan que necesitan que se las despierte para contemplar a Aquel en Quien pueden encontrar descanso para sus almas angustiadas. En las tentaciones, lo más seguro es no mirar nada más que a Cristo, la verdadera serpiente de bronce, el verdadero “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). Este objeto salvador ejerce una influencia consoladora especial en el alma, sobre todo si no solo miramos a Cristo, sino también a la autoridad y el amor del Padre en Él».
Una variedad de lectores
Escribir un libro sobre el dolor y el sufrimiento es una tarea magna y compleja. Keller es consciente que a su libro se acercarán diferentes tipos de lectores. Están los que gozan de solaz y tiempos prósperos; ellos lo leerán como preparativo para enfrentar los sufrimientos que les esperan y se beneficiarán siempre y cuando lo lean con humildad. El peligro que corren estas personas es utilizar este libro para “aconsejar” a otros en sus aflicciones, utilizando las enseñanzas aquí ofrecidas de manera distante, académica y hasta insensible. En nuestros tiempos de paz tendemos a acércanos a estos libros como si se tratase de una receta de cocinar galletitas; quizás cometamos el error, como Elí con Ana, de hablar con ligereza y superficialidad a un alma acongojada. Acordémonos que, cuando las personas que sufren pasan por un inmenso dolor dentro de sí y lo último que necesitan son «consoladores molestos» (Job 16:2 RV95). El otro tipo de lector será aquel que, básicamente, está surcando el océano del sufrimiento mientras las olas del dolor lo anegan en medio de la tormenta de la vida. Él apenas si puede mantener su barca a flote mientras grita desesperado: «¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?» (Mr 4:38 TLA). Tales almas tienen que acercarse a este libro quizás de atrás para adelante. Puede que les resulte más beneficioso comenzar leyendo la tercera parte del libro (donde hay un énfasis práctico), y luego, cuando estén con mejor ánimo para un alimento más refinado, irán al principio del tomo (donde la discusión sobre el dolor humano es teórica y filosófica). Tranquilos, no rompemos ninguna regla literaria al abordar el libro de este modo. Finalmente, cada persona transita una etapa diferente en el camino de la aflicción. Están quienes recién comienzan el viaje con una noticia estremecedora: «tienes cáncer»; «tu hija murió en un accidente»; «debemos amputar la pierna»; «la diabetes le dejó una ceguera permanente». Hay quienes hace meses, o años, vienen batallando con las tribulaciones en sus vidas. Para ellos el dolor ha pasado de ser un huésped en casa a convertirse en un miembro de la familia. Por último, estarán los que cierran una etapa traumática en su existencia, poniéndole punto final a un suceso especifico. Todos ellos aprovecharán esta obra de maneras diferentes, por eso el autor tuvo sumo cuidado en organizar su trabajo para beneficio de todos nosotros. Así que, puedes leer este libro cualquiera sea tu situación hoy. Recuerda que el Dios de consolación, y Padre de misericordia, «nos consuela en todos nuestros sufrimientos para que también nosotros podamos consolar a quienes sufren, dándoles el mismo consuelo que recibimos de Él. Así como compartimos los enormes sufrimientos de Cristo, podemos compartir con otros el consuelo que Él nos da» (2 Cor. 1:4-5 PDT).