Es bien conocido el hecho de que la Reforma implicó una recuperación de la centralidad de las doctrinas del Nuevo Testamento sobre la salvación y la adoración. ¿Involucró también esto una recuperación de la Gran Comisión? En un sentido, no. La iglesia romana había estado involucrada en varias empresas misioneras durante la Edad Media. Pero en otro sentido más profundo sí, la Gran Comisión tuvo que ser recuperada porque las misiones medievales muy frecuentemente involucraban conversiones forzosas como aquellas de los sajones por Carlomagno en el siglo IX y la cruzada albigense a principios del siglo XIII. Sin embargo, se ha mantenido el hecho de que los reformadores del siglo XVI tenían una misionología pobremente desarrollada y que las misiones de ultramar hacia los no cristianos fue un área en la cual pensaron muy poco. Sí, afirma este argumento, los reformadores redescubrieron el evangelio apostólico pero no tuvieron ninguna visión para difundirlo hasta las partes más remotas de la tierra. ¿Qué deberíamos pensar de esta idea? Posiblemente el primer autor en hacer la pregunta sobre el fracaso del protestantismo temprano en aplicarse a la obra misionera fue el teólogo y controversial católico romano, Roberto Bellarmino (1542-1621). Bellarmino abogó que una de las marcas de una verdadera iglesia era su continuidad con la pasión misionera de los apóstoles. En su mente, la actividad misionera del catolicismo romano fue indiscutible y esto facilitaba un gran apoyo para respaldar la afirmación de la Iglesia Católica Romana de que permanecía en solidaridad con los apóstoles. Como Bellarmino sostuvo: En este siglo los católicos han convertido muchos miles de paganos en el nuevo mundo. Cada año un cierto número de judíos se convierte y son bautizados en Roma a través de los católicos que los añaden como una muestra de lealtad al Obispo de Roma… Los luteranos se comparan a sí mismos con los apóstoles y evangelistas aunque tienen entre ellos un gran número de judíos, y en Polonia y Hungría tienen a los turcos como sus vecinos, de los que apenas se ha convertido un puñado. Pero tal caracterización falla en responder a la complejidad de este asunto. Primero que todo, durante los primeros años de la Reforma ninguno de los cuerpos protestantes mayores tenía recursos navales y marítimos significativos como para llevar el evangelio fuera de los límites de Europa. Por otro lado, los reinos católicos ibéricos de España y Portugal que eran los líderes reconocidos entre las regiones que enviaban misioneros en ese tiempo, tenían recursos en abundancia. Además, sus esfuerzos misioneros fueron frecuentemente indistinguibles de las conquistas imperiales. Es notorio el hecho de que otras naciones católico romanas de Europa como Polonia, también tuvieron una falta de capacidades marítimas y no dieron evidencia de ninguna preocupación misionera a otras culturas en ese tiempo más que los sajones luteranos y suizos reformados. Por lo tanto, es claramente equivocado hacer la afirmación simplista de que las naciones católico romanas estaban comprometidas con las misiones de ultramar mientras que ningún poder protestante estaba tan comprometido. Segundo, es vital reconocer que, como Scott Hendrix lo ha demostrado, la Reforma fue un intento de hacer que «la cultura europea fuera más cristiana de lo que lo había sido. Fue, por así decirlo, un intento por reanudar la fe para cristianizar nuevamente a Europa». A los ojos de los reformadores, este programa involucró dos convicciones complementarias. Primero, consideraron lo que se estimaba como cristianismo durante la Europa medieval tardía como sub-cristiano en el mejor de los casos, o como pagano en el peor de los casos. Como el reformador francés Juan Calvino (1509-1564) dijo en su respuesta a Sadoleto (1539): La luz de la verdad divina ha sido extinguida, la Palabra de Dios enterrada, la virtud de Cristo dejada en profundo olvido, y el oficio pastoral desestabilizado. Mientras tanto, la impiedad creció tanto que casi ninguna doctrina religiosa era pura, ninguna ceremonia estaba libre de error, ninguna parte de la adoración divina estaba libre de superstición. Los reformadores vieron su tarea como una misionera: estaban plantando verdaderas iglesias cristianas. En lo que sigue, ofrezco un breve examen de la misionología de Juan Calvino, la cual muestra el error de la perspectiva que sostiene que la Reforma, en general, fue un gran movimiento no misionero.
El avance victorioso del Reino de Cristo
Un tema frecuente en los escritos y sermones de Calvino es el avance victorioso del reino de Cristo en el mundo. Dios el Padre, dijo Calvino en el prefacio dedicado a Francisco I en su obra teológica maestra Institución de la religión cristiana, ha establecido a Cristo para «gobernar de mar a mar, y desde los ríos hasta los confines de la tierra». La razón del descenso del Espíritu el día de Pentecostés, según las notas de Calvino en un sermón sobre Hechos 2, fue para que el evangelio «alcanzara todos los confines y extremos del mundo». En un sermón sobre 1 Timoteo 2:5-6, uno de una serie de sermones sobre 1 Timoteo 2, Calvino destaca una vez más la universalidad de la fe cristiana: Jesús vino, no simplemente para salvar a algunos, sino para «extender su gracia hacia todo el mundo». De esa misma serie de sermones, Calvino declara que «Dios quiere que su gracia sea conocida en todo el mundo, y ha ordenado que su evangelio sea predicado a todas las criaturas; debemos —tanto como podamos— buscar la salvación de aquellos que hoy en día son extraños a la fe, que parecen estar completamente desprovistos de la bondad de Dios». Fue esta perspectiva global sobre el significado del evangelio lo que también le dio a la teología de Calvino un dinamismo genuino y su avance. Se ha dicho con razón que, si fuera por la llamada ala calvinista de la Reforma, muchas de las grandes ganancias de esa época hubieran muerto prematuramente.
Oraciones de Calvino por la extensión del Reino de Cristo
Calvino estaba convencido de que Dios «nos ordena orar por la salvación de los no creyentes» y pasajes de las Escrituras como 1 Timoteo 2:4 nos exhorta a «no dejar de orar por todas las personas en general». Vemos esta convicción en acción en las oraciones de Calvino, un buen número de las cuales han sido registradas para nosotros al final de sus sermones, gracias a las labores del taquígrafo Denis Raguenier, quien fue designado para grabar los sermones de Calvino por el grupo de ancianos que trabajaba con el reformador francés. Frecuentemente, escuchamos a Calvino orar por la expansión del evangelio hasta los confines de la tierra. Cada uno de los sermones de Calvino sobre Deuteronomio, por ejemplo, termina con una oración que dice algo como esto: «que sea de su agrado [Dios] conceder esta gracia [salvadora], no sólo a nosotros sino también a todos los pueblos y naciones de la tierra». De hecho, en la liturgia que Calvino estableció para su iglesia en Ginebra, se encuentra esta oración: Oramos a ti ahora, oh Dios de gracia y Padre misericordioso, por las personas de todo el mundo. Porque es tu voluntad ser reconocido como el Salvador de todo el mundo, a través de la redención llevada a cabo por tu Hijo Jesucristo. Concede que aquellos que aún están alejados del conocimiento de él, estando en oscuridad y cautividad por error e ignorancia, sean traídos por la iluminación de tu Espíritu Santo y la predicación de tu evangelio a la verdadera salvación, la cual es conocerte a ti, el único y verdadero Dios, y a Jesucristo a quien has enviado.
Nota del editor: Este artículo es parte de la Revista 9Marcas publicada por el ministerio 9Marks. Puedes adquirir la Revista impresa . También puedes descargarla gratuitamente directamente del sitio en internet es.9marks.org. Este artículo fue traducido por Samantha Paz.