¿Puede un juez enojado ser justo? Parte 1

Nuestro justo y furioso Dios

¿Por qué la justicia perfecta de Dios al tratar con infractores de la ley debe estar acompañada de ira furiosa? ¿No es suficiente con la justicia? ¿Por qué «esta gran explosión de ira» (Dt 29:24)? Es concebible que un juez justo pueda emitir un veredicto de culpabilidad y una sentencia adecuada sin sentir enojo con el criminal condenado. De hecho, por lo general, es más probable que sea una sentencia justa si el juez mantiene sus emociones fuera del proceso y considera que la sentencia se basa solo en la ley. Podemos imaginar que treinta años más tarde el castigo del criminal condenado siga en pie mucho después de que el juez haya olvidado el caso. Eso sería apropiado ya que las emociones del juez no eran la base de la sentencia. En el derecho penal común, en enojo del juez no tiene lugar para determinar el castigo del criminal. La pregunta ante la corte es la culpabilidad o la inocencia.  Esas opciones se basan en hechos, no en sentimientos. ¿Muestra la evidencia que, más allá de una duda razonable, el acusado cometió el delito? Cómo se sienta el juez, no es relevante legalmente. Sin embargo, esta separación del proceso de justicia de las emociones del juez no describe la realidad bíblica del juicio de Dios sobre los pecadores. Él es justo y está enojado. Justo y furioso. Este artículo tiene como objetivo mostrar por qué.

Dios es justo

Para estar seguros, la Biblia es firme en que los caminos de Dios son justos. «Sus obras son todas verdaderas» (Dn 4:37). «Su obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos» (Dt 32:4). «¿Hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! (Ro 9:14). Como es el Juez son Sus caminos: «Os habéis acercado… a Dios, el Juez de todos» (Heb 12:22–23). «¿El Juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?» (Gn 18:25). «Porque el Señor… no hace acepción de personas ni acepta soborno» (Dt 10:17). «El cual pagará a cada uno conforme a sus obras… Porque en Dios no hay acepción de personas» (Ro 2:6, 11).

Dios es justo al pasar por alto el pecado

De hecho, en el centro de nuestra fe cristiana está la muerte del Hijo de Dios, en lugar de los pecadores, para mostrar que Dios es justo al pasar por alto el pecado. Dios no barrió los pecados de Su pueblo debajo de la alfombra del universo. Él los castigó. Los condenó una vez para siempre: «Enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne» (Rom8:3). Eso significa que no llevamos el peso de la condenación por nuestros pecados. Cristo lo hizo. Cristo «fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades» (Is 53:5). Y no hay doble juicio. La razón por la que Dios requirió un Sustituto divino para pasar por alto nuestros pecados era para demostrar su justicia. Un juez justo no puede absolver al culpable, a menos que la ley pueda ser confirmada, el absuelto pueda ser transformado y el juez pueda ser vindicado. Esto es lo que aseguró la muerte del Hijo de Dios: «Dios exhibió públicamente [a Cristo] como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús.»  (Ro 3:25-26)

Dios es justo en castigar el pecado

El Juez de toda la tierra siempre actúa con justicia. Eso incluye la condenación de aquellos que no aceptan Su camino a la salvación por medio de la muerte de Jesús. Contra tales personas, «el justo juicio de Dios será revelado» (Ro 2:5). El juicio de Dios para los incrédulos procede de acuerdo con la ley de Dios. El juicio cae «porque desecharon la ley del Señor» (Am 2:4). «…porque han abandonado mi ley» (Jer 9:12–14). «…porque han transgredido mi pacto, y se han rebelado contra mi ley» (Os 8:1). Se convirtieron en ley ellos mismos al elegir qué hacer y «el juicio de Dios justamente cae sobre los que practican tales cosas» (Ro 2:2). Y en todo este juicio, «en Dios no hay acepción de personas» (Ro 2:11). Uno podría decir que Dios es el juez modelo.

Pero Dios está furioso

Pero este no es el cuadro completo. ¿Qué debemos decir sobre la ira de Dios, la ira del Juez divino? ¿Qué pasa con la furia de Su ira contra los acusados (Ro 2:8)? Esto es lo que hace el juicio de Dios muy diferente de una corte humana común. Era esencial que estableciéramos la justicia perfecta de cómo procede Dios. Lo que sigue no pone eso en duda. Dios sigue siendo justo, pero no como un juez humano. En la corte de Dios, el Juez está furioso. No está fuera de control. No se deja llevar por emociones irracionales. Su ira está alineada con la realidad de forma perfecta. Se corresponde con los horrores que menosprecian a Dios en la declaración jurada de cada acusado. En cortes humanas comunes, es probable que un juez rechace sus emociones si tiene algo personal contra el acusado. Pero en la corte divina, la ira furiosa encaja a la perfección. «Pero a los que son ambiciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia [habrá] ira e indignación» (Ro 2:8).  

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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