¿Por qué Dios no hace algo más para convencernos de Su existencia?

¿por qué pensar que un mundo de teístas que aborrecieron a Dios sería significativamente más deseable para Él que nuestro mundo actual?

El hecho de no poder ver a Dios se presenta a menudo como evidencia para decir que Dios no existe.[1] Los ateos defensores de este argumento afirman que podría haber cierta evidencia de la existencia de Dios, como por ejemplo el Big Bang, la sincronía perfecta del universo y la existencia de los hechos morales objetivos. Sin embargo, aquella tan acotada evidencia es mucho menos de lo que deberíamos esperar. Si el Dios de los cristianos existe y nos ama, y nuestra eternidad luego de esta vida pende de un hilo, ¿por qué entonces las evidencias que prueban Su existencia no son rotundamente innegables? Seguramente, un Dios capaz de haber creado todo el universo podría hacer milagros increíbles, como enviar ángeles con cierta regularidad a que se materialicen en medio de la plaza Times Square en Nueva York frente a miles de personas. La ausencia de pruebas tan extraordinarias como estas puede indicar, entonces, que ese tipo de Dios no existe. Para responder a dicha objeción, es necesario profundizar en la doctrina del pecado.  Según la Biblia, el pecado no es simplemente quebrantar la ley de Dios, sino que se origina en nuestra actitud irreverente de rebeldía hacia Él. Dicho de otro modo, si la fe es, en esencia, confianza en Dios, entonces la incredulidad es falta de confianza en Él.  No dudamos tan solo de Su existencia, sino que también dudamos de Su bondad.  Desconfiamos cuando nos dice que Él sabe qué es lo mejor para nosotros y que rendirnos a Su señorío en nuestras vidas nos traerá gozo y libertad. No es que las objeciones intelectuales no existan o no importen, sino que no son el principal obstáculo entre Dios y nosotros. Por más sorprendente que parezca, la falta de evidencia no es la razón actual de nuestra incredulidad. Una pregunta luego de estar convencido Si aquello te resulta difícil de aceptar, un experimento mental podría ayudarte. Imagina que estás por irte a dormir cuando Jesús aparece de repente en medio de tu habitación. Te muestra las cicatrices en Sus manos y hace milagros: multiplica las tostadas con aguacate y los palitos de pescado, y convierte el agua del grifo en vino. En otras palabras, imagina, por el bien de la discusión, que Él te da cualquier prueba que necesites para convencerte intelectualmente de que Él es Dios, que murió en la cruz por tus pecados y que resucitó de entre los muertos. La pregunta que me gustaría que te plantearas no es si llegarías a creer que Dios existe o que el cristianismo es verdadero, porque damos por sentado, en aras de la discusión, que eso ya lo tienes resuelto. La pregunta es la siguiente: ¿Qué piensas de Él? En ese momento, qué tal si Jesús te dijera: “Ahora que sabes que soy Dios, te llamo a que seas Mi discípulo, lo cual significa que debes llevar tu cruz cada día, morir a tus propias demandas y deseos, y buscar mi voluntad en todas tus decisiones. Debo ser más importante que cualquier relación que puedas tener e incluso más importante que tu propia vida. Debes morir a todos los pecados que amas y que te parecen buenos, aun si te resulta tan desgarrador como quitarte un ojo o una mano. Tu dinero, tus amistades, tu vida sexual, tus metas laborales, tus pasatiempos, tu propio sistema ético, tu propia visión de la Biblia, debes reevaluarlo todo a la luz de quién soy Yo. Quiero que dediques tu vida entera a Mi misión, sirviendo a otros, amando a otros, sacrificándote por otros, advirtiéndoles sobre el juicio venidero de Dios y señalándoles el perdón de pecados y salvación que solo Yo puedo ofrecerles. Cuéntales a tu familia y amigos las malas noticias de que son pecadores y las inimaginables buenas noticias acerca de que he muerto para rescatarlos del infierno. Dedica tu vida a la oración, a la adoración, a cultivar amistades cristianas y a ser miembro en una iglesia local. Pero no hagas todas estas cosas con queja y descontento, sino con sumo gozo”. Sé honesto: ¿Qué opinas de Jesús ahora? Permíteme ser honesto contigo. Una parte de mi ser sentiría claustrofobia. Aun siendo cristiano, hay una parte de mí que quiere tomar todas las decisiones en mi vida y ser la última y máxima autoridad. Que Dios nos exija lealtad absoluta nos incomoda. ¿Por qué sucede esto? Porque en el fondo de nuestro corazón queremos ser nuestro propio dios. Si ese es el caso, ¿no está claro que las evidencias no son el tema en cuestión? Incluso si tuviésemos todas las evidencias para convencer a nuestro intelecto de que Dios existe y que el cristianismo es verdadero, todavía habría una barrera voluntaria y emocional entre Dios y nosotros. Así es como, al menos desde una perspectiva cristiana, la objeción acerca de que Dios no se deja ver es un argumento débil. Creo que Dios pudo haber provisto incluso más evidencia que la que ya proveyó; tanta como para que el ateísmo y el escepticismo dejen de existir. Pero ¿por qué pensar que un mundo de teístas que aborrecieron a Dios sería significativamente más deseable para Él que nuestro mundo actual? El propósito de Dios es cambiar los corazones, no las mentes. Una vez que aceptamos que se puede convencer intelectualmente a una persona de que Dios existe, pero, aun así, no lo ama, debemos reevaluar el hecho de si Dios proveerá más evidencia de la que ya ha provisto. Si ninguno de nosotros puede decir honestamente que no hay nada en la Biblia que nos perturbe, nada sobre la demanda total de Dios sobre nuestras vidas que nos amenace y nada sobre los mandamientos morales de Dios que nos ofenda, entonces, ¿por qué pensar que la falta de evidencia es nuestro principal problema o que Dios debería proporcionar más evidencia aún? Este artículo se publicó originalmente en Core Christianity. [1] Ver, por ejemplo, John L. Schellenberg, “Divine Hiddenness Justifies Atheism,” [“El ocultamiento divino justifica el ateísmo”] en Evil and the Hiddenness of God [El mal y el ocultamiento de Dios], ed. Michael Rea (Stamford, CT: Cengage Learning, 2015), 61–70.

Neil Shenvi

Neil Shenvi (Doctor por la Universidad de California, Berkeley) ha trabajado como investigador científico en las universidades de Yale y Duke, y ha publicado más de treinta artículos revisados por expertos. Está casado con Christina y educa a sus cuatro hijos en casa.

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