“Gotera continua en día de lluvia y mujer rencillosa, son semejantes; el que trata de contenerla refrena al viento, y recoge aceite con su mano derecha” (Pr. 27:15-16).
Un comentarista resumió este versículo para todas nosotras de la siguiente manera: “Mientras que algunas esposas pueden estar muy dispuestas a ser agradables, los versículos 15 y 16 describen a una mujer que es el extremo opuesto. Su queja es tan constante como una gotera en día de lluvia. Nadie la puede detener, como tampoco nadie puede detener el viento ni agarrar el aceite con la mano. Lejos de menospreciar el papel de la esposa en la sociedad antigua, estos versículos muestran el papel vital que desempeñaban en la vida de su esposo. Eso continúa vigente; la esposa puede destruir o edificar a su esposo. La única forma de tratar con la mujer rencillosa es desaparecer hasta que se le pase la crisis de mal carácter (Pr. 21:9, 19). Dispersos a través del Libro de los Proverbios encontramos los versículos que describen a la mujer desagradable. Sin embargo, los versículos finales de este libro describen a la mujer de carácter noble (Pr. 31:10–31). En los anteriores artículos de “mujer sabia edifica tu hogar” hemos visto que la mujer sabia hace de su casa un lugar de refugio, seguridad y protección en donde su esposo, sus hijos y huéspedes se sienten a gusto y protegidos. Entonces una mujer edificadora del hogar debería procurar hacer de su casa el lugar más anhelado en la tierra para su familia y no lo contrario. La palabra de Dios nos advierte sobre la mujer rencillosa, y el versículo que analizaremos en esta ocasión (Pr. 27:15-16) nos da una perspectiva de lo que hace esta mujer, y por lo tanto, algo que nosotras como hijas de Dios debemos evitar, ya que nuestro deseo es glorificar a Dios por medio de obedecer su Palabra. Las tres características de la mujer rencillosa que estamos llamadas a evitar son:
Traer la tormenta dentro del hogar
En vez de hacer su casa un refugio la convierte en un lugar insoportable. La mujer necia y rencillosa es aquella que no desarrolla un ambiente de gozo y paz en su hogar. Esta mujer problemática es comparada como una gotera continua en tiempos de lluvia. Cuando hay tormenta y lluvia buscamos un techo que sea nuestro refugio para no ser afectados, y si nos dieran a escoger entre un lugar con goteras y uno sin ellas, sin duda alguna escogeríamos el lugar cubierto y protegido, pues buscamos comodidad y refugio. Así como la gotera imparable, la mujer rencillosa hace de su casa un hogar desagradable e inestable, pues la tormenta ha entrado a casa. Es más, algunas veces la tormenta es más fuerte estando adentro que afuera de casa. Los problemas del trabajo, las tareas pesadas del día a día para algunos esposos son incluso más deseables que ir a convivir con una mujer rencillosa en casa. Cuando no hacemos de nuestro hogar un lugar de gozo, sino que estamos continuamente quejándonos y enfocándonos en los problemas, o en nuestros supuestos derechos, nuestra familia irá creciendo en un continuo desarraigo de este hogar y concluirá como dice el proverbio “Mejor es habitar en tierra desierta que con mujer rencillosa y molesta” (Pr. 21:19). Algunos intérpretes de este pasaje han concluido que, así como las goteras en una casa hacen salir a sus habitantes de ella, así mismo la mujer rencillosa con su molesta actitud hace que los miembros de su familia quieran estar lejos de casa. Debo aclarar que ningún hombre puede escusarse en abandonar su hogar por culpa de las acciones de su mujer, pero ciertamente, como mujeres tenemos que revisarnos a conciencia y ver si nuestra actitud está ayudando a nuestros maridos a amar el hogar o a desear alejarse de él. ¿Cómo recibes a tu marido al llegar a casa? ¿Lo esperas en la puerta con incontables problemas, facturas por pagar, la lista de todos los daños realizados por los niños y una serie de tareas que debe realizar porque hay varias cosas en la casa que no están funcionando bien? Y no quiero que me interpretes mal, claro que debemos comunicar todo esto a nuestros esposos, sin embargo, la forma de hacerlo no debe ser con queja ni reclamo, sino en amor y con palabras que sean de edificación para él (Ef. 4:29). Debes recordarle que Dios está al control de cada situación, pídele a tu marido su opinión y deja que él tome las decisiones confiando en que él es el líder del hogar y orando para que el Señor le dé sabiduría. Debemos trabajar arduamente para que nuestros esposos e hijos anhelen llegar a casa, que extrañen estar allí, en su refugio de gozo. Que cuando vean la hostilidad y la dureza de este mundo caído, recuerden que en casa hay un hogar cristiano que es un abrigo agradable para ellos.
Es promotora de contiendas continuas, afuera y al interior del hogar
La mujer rencillosa es tan incontrolable que el versículo dice, que solo aquel que sea capaz de refrenar el viento o detener aceite en su mano derecha la puede controlar. Así como el viento no se puede contener y puede llegar en cualquier momento sin saberlo, la mujer conflictiva no es predecible y cualquier situación por mínima que sea la puede sacar de casillas. Generalmente un problema menor de inicio termina resultando en una contienda grande que se sale de control. Una mujer rencillosa no trae paz a su casa y por lo tanto hay un ambiente de hostilidad y no contentamiento. Esta clase de mujer que todas deberíamos evitar es una mujer que promueve contiendas y peleas constantes, fuera y dentro de su hogar.
“Mejor es un bocado seco y con él tranquilidad, que una casa llena de banquetes con discordia” (Pr. 17:1).
Así que como vimos anteriormente, la consecuencia es la misma, nadie quiere estar en esa casa, no importa los lujos o la comida, es preferible estar en una casa sin muchas pertenencias, pero con tranquilidad. ¡Hermanas! Recordemos que el Señor nos ha llamado a ser pacificas: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1Pe. 3: 3-4). En cuanto dependa de nosotros no seamos contenciosas, por el contrario, seamos conciliadoras. La mujer sabia que edifica su casa no promueve el problema, sino que trae paz independiente de las circunstancias, pues su confianza está en Dios quien tiene el control. La mujer sabia está confiada pues tiene clara su posición delante del Padre por la sangre de Cristo, y esto le da confianza en entender que TODAS las cosas ayudan para su bien (Ro. 8:28).
Es una mujer inestable, no confía en la soberanía de Dios
En vez de sentirse completa en Jesucristo. La mujer rencillosa además es inestable. Su ánimo y confianza dependen meramente de sus circunstancias, y son tan cambiantes que es simplemente indescifrable. Puede pasar de estar en un momento muy alegre y en un segundo pasar a estar completamente airada sin que nada aparentemente merezca esa reacción. Orgullo, temores, pero sobre todo, falta de confianza en nuestra posición en Cristo, son la raíz de esta clase de pecados. Tal vez la soberanía de Dios es uno de los atributos que más conocemos pero que menos vivimos, cuando decimos que Dios es soberano estamos comunicando que no hay nada que pase en el universo en lo que Él no tenga completo conocimiento, control y poder. Entender la soberanía de Dios es lo que nos permite a nosotras las hijas de Dios tener completa seguridad que lo que está aconteciendo por más malo que parezca, ayudará para nuestro bien (Ro. 8:28). Podemos descansar en la realidad de que si hemos creído en Cristo para salvación (Ef 1:3), podemos tener la certeza que Él ya nos bendijo con toda bendición espiritual y esto nos debe llenar de gozo, paz, agradecimiento y muchísima seguridad. Descansar en la soberanía de Dios nos permite sonreír al futuro, aunque no sepamos que vendrá.
“Fuerza y dignidad son su vestidura, y sonríe al futuro” (Pr. 31:25).
No deberíamos sentir falta de contentamiento si sabemos en quien estamos creyendo, si conocemos aquel que sostiene la creación, Él es bueno, es el único bueno y si no confiamos en esta preciosa verdad seguramente estaremos angustiadas, preocupadas y asustadas. Para terminar, me gustaría enlistar algunas acciones prácticas que puedes ejecutar para desarrollar un ambiente de contentamiento en tu hogar.
- Mantente en oración y estudio de la Palabra.
- Diariamente recuerda las misericordias que El Señor ha tenido.
- Anima en el hogar a los demás cuando estén pasando por momentos difíciles (lo haces porque conoces que los propósitos del Señor son buenos).
- Cualquiera que sea la situación que esté pasando tu esposo o hijos, debes animarlos a ver lo bueno y agradecer al Señor en esa situación.
- Busca conversaciones intencionales de por qué cada uno de tu familia debería estar agradecido con El Señor.
- En lo que dependa de ti trata de lograr que nada este faltando en tu hogar.
- Planea y prepara tiempos en familia que sean llenos de risas y alegría. Así también como tiempos de reflexión en la Palabra y cantos al Señor.
- Haz una lista de las bondades de Dios, puede ser cada día escribir una y cuando sientas falta de contentamiento revisa la lista y recuerda lo que El Señor ha hecho por ti.
- Busca formas creativas y amorosas de recibir a tu esposo e hijos cuando lleguen al hogar, haciéndoles sentir que han llegado a su sitio de amor y refugio.
- Descansa en la gracia del Señor.